Esperando el año pasado

Tal vez no sea uno de los títulos más conocidos de Philip K. Dick, pero “Esperando el año pasado” contiene todos los elementos que caracterizan al autor de la obra que inspiró “Blade Runner”. Tenemos ante nosotros una historia inusitada y trepidante, que combina el drama familiar con la guerra interestelar y la posibilidad de viajar en el tiempo.

En una época en la que toda la producción industrial se ha reorientado hacia la guerra, Eric Sweetscent trabaja como cirujano trasplorg para el patriarca de la Compañía de Pieles y Tintes de Tijuana. Sin embargo, un cúmulo de circunstancias lo incita a pedir un traslado y formar parte del equipo médico personal de Gino Molinari, el secretario general de las Naciones Unidas.

Un callejón sin salida

La Tierra gestiona sus primeros pinitos en política interestelar con mal pie y se involucra en una larga guerra entre dos razas: los reegs, seres que recuerdan a grandes insectos y los lilistarianos, de apariencia humana. El imperio de Lilistar identifica a nuestro mundo como una colonia perdida y se presenta como la cuna de la humanidad, aunque muy pronto se revelan como un aliado inquietante y cruel.

La labor de Eric Sweetscent, uno de los mejores especialistas trasplantando órganos artificiales, mantiene con vida a Virgil Ackerman, anciano al frente de una influyente compañía. En el plano personal, Eric vive una relación infernal con su mujer Pathy, una talentosa anticuaria que ha recreado en Marte una millonaria versión del Washington de la infancia de Virgil. Será la amistad de su jefe con Gino Molinari, el líder electo de la Tierra, lo que le dará la oportunidad de marcharse a Cheyenne, la capital, buscando dar un giro a su vida.

El secretario general de las Naciones Unidas está gravemente enfermo. Su equipo de médicos apenas consigue mantenerlo con vida. Sin embargo, Molinari parece haberse curado milagrosamente de varias enfermedades fatales. El doctor Sweetscent no tardará en comprobar que no son las únicas circunstancias extrañas que rodean al secretario. Además, la irrupción de una nueva droga que parece alterar la percepción temporal cambiará las reglas impuestas para jugar esta guerra.

Ingenio con firma

Philip K. Dick es un maestro de la inquietud. Los argumentos de sus novelas se caracterizan por ser tremendamente retorcidos. A menudo nos muestra personajes sumidos en situaciones imposibles, que acaban sobrellevando con mayor o menor fortuna. Los escenarios son obsesivos, asfixiantes a veces, y alcanzan una complejidad insólita.

En este sentido, las posibilidades que brinda un género como la ciencia ficción se vuelven prácticamente inagotables. Pero no resulta fácil encontrarse con un autor que las combine con tanta habilidad, sin terminar por escribir lo que se llama a veces una novela de ideas que devenga en un batiburrillo incomprensible.

A su vez, el uso de una prosa fluida y distendida facilita mucho la aceptación de este tipo de historias. En “Esperando el año pasado”, humor e ironía se equilibran para ofrecer una lectura sumamente entretenida.

Viajes en el tiempo

La literatura de ciencia ficción recoge varias concepciones del viaje en el tiempo. La primera distinción importante la encontramos en el sentido que se da al concepto de movimiento a lo largo del tiempo. Tal vez, lo más intuitivo resulte suponer una única línea temporal, a modo de otra dimensión espacial sobre la que poder moverse en los dos sentidos. Bajo este planteamiento encontramos, a su vez, una nueva bifurcación, según consideremos la realidad cambiante o no. Es decir, el viajero en el tiempo siempre tendrá capacidad de actuación -y estos actos serán consecuentes-, pero en el primer caso sus efectos armonizarán con la realidad ocurrida (desde el punto de vista futuro) siguiendo el principio de consistencia de Nóvikov.

De tal modo la Historia, pese a poder depender de bucles temporales, será siempre inmutable (planteamiento seguido, por ejemplo, en “Puerta al verano”, de Robert A. Heinlein). Sin embargo, en el segundo caso, el viajero en el tiempo tiene la capacidad de actuar sobre la Historia y de cambiar su propio futuro (que es el enfoque seguido por Isaac Asimov en “El fin de la eternidad”) o de escindir en dos la línea temporal creando un futuro diferente (como se puede ver en “Cronopaisaje”, de Gregory Benford).

Por otro lado, es posible plantear que el viaje en el tiempo es en realidad un salto entre dos líneas temporales independientes, de manera que las consecuencias de las acciones del viajero repercutan en un futuro distinto al que pertenece (se trata del marco seguido en “La ciudad al final del tiempo”, de Greg Bear). La principal ventaja del recurso a las líneas paralelas (o su escisión) es que evita paradojas, como la del viajero que mata a su abuelo. Sin embargo, aunque esta opción se asocia habitualmente con el multiverso, no se trata en realidad de ninguno de los tipos concebidos en el marco de la cosmología moderna, sino que resulta más cercano a la interpretación de los universos múltiples de Hugh Everett.

Philip K. Dick explota ingeniosamente esta última postura en la novela que nos ocupa, con una dosis propia de originalidad al concebir que sea precisamente una droga, retando al lector a enfrentarse con la connotación subjetiva que habitualmente se atribuye a los efectos de una sustancia, la que proporcione el acceso al viaje temporal.

Un nombre entre los clásicos

Aunque probablemente muchos los conozcan como el autor de la novela que inspiró el largometraje de “Blade Runner” (“¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”), Philip K. Dick fue un escritor muy prolífico que cuenta en su haber con treinta y seis novelas y cinco colecciones de relatos. Ediciones Minotauro lleva años reuniendo títulos en una colección de autor.

La totalidad de su obra tiende a presentarse dividida en tres periodos: en primer lugar encontraríamos la etapa política, que englobaría novelas como “Lotería solar” o “Tiempo desarticulado”; después se propone una etapa metafísica, con obras como (incluyendo la novela que nos ocupa) “El hombre en el castillo”, “Tiempo de Marte”, “Los simulacros”, “Los clanes de la luna alfana”, “Los tres estigmas de Palmer Eldritch”, “Ubik” o “Fluyan mis lágrimas, dijo el policía”; y finalmente se habla de una etapa mesiánica, marcada por sus alucinaciones, donde se encajan títulos como “VALIS”, “La invasión divina” o “La transmigración de Timothy Archer”.

En definitiva, y pese a que “Esperando el año pasado” no haya trascendido como uno de los títulos fundamentales de este autor, desde El Mar de Tinta alentamos a cualquier aficionado a disfrutar de una entretenida lectura. Y, si todavía no han leído nada de Philip K. Dick, ¿a qué están esperando?

2 respuestas a «Esperando el año pasado»

  1. Hola. Un libro entretenido de un maestro no sólo de la ¿CF?, sino de la literatura norteamericana posmoderna. Recomendable para todo el que le gusten los lugares comunes del P. K. Dick más «lisérgico»: drogas, alteración de la realidad, fallas y paradojas temporales, banalidad de la existencia humana… Mi único «pero» es que se ha confundido el nombre de la novela «Los clanes de la Luna Alfana», por «…luna afgana», sin duda cosa de los duendes o el corrector automático del Word. No tiene importancia.
    Una buena reseña para un libro interesante.
    Un saludo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *