Embassytown

China Miéville es uno de los autores más interesantes del panorama literario actual. Tras darse a conocer con “El rey rata”, acaparó premios y nominaciones con la espléndida novela “La estación de la calle perdido”, y con “La cicatriz” dejó bien claro que era uno de los escritores más a tener en cuenta de su generación.

En “El consejo de hierro” y la extraordinaria “La Ciudad y la Ciudad” (las otras novelas del autor británico disponibles en castellano), Miéville siguió dando muestras de su maestría como narrador, mientras dejaba bien claro que posee una capacidad poco común para transformar su voz de un libro a otro. Ahora, gracias a la edición por parte de Fantascy de “Embassytown”, los seguidores del creador de Nueva Crobuzon tenemos la oportunidad de comprobar, una vez más, que el talento de Miéville no parece conocer límites.

La Ciudad Embajada

Avice Benner Cho vive en el planeta Arieka, un lugar ubicado en la más remota periferia del universo conocido, al cual sólo es posible llegar tras un arriesgado viaje por lo que se conoce como el “immer”. En un mundo tan extraño como fascinante, los humanos han construido la Ciudad Embajada, un enclave diplomático tolerado por los Ariekei (también conocidos como los Anfitriones), los peculiares seres nativos de Arieka.

Una de las particularidades de los Ariekei es el Idioma, el lenguaje mediante el cual se expresan y que emiten por medio de dos bocas (giro y corte), las cuales pronuncian palabras distintas que se superponen. Para conseguir comunicarse con ellos, los humanos han creado a los Embajadores: gemelos desarrollados mediante ingeniería genética que comparten una misma mente, de modo que pueden expresarse como los Anfitriones.

Si bien las relaciones entre humanos y Ariekei llevan años desarrollándose de manera fluida y cordial, todo cambiará con la llegada de EzRa. Se trata del primer caso de un Embajador compuesto por dos personas sin relación genética alguna capaces de sintonizar sus mentes para hablar el Lenguaje. Nadie podría imaginar la reacción que las palabras de EzRa tendrían sobre los Anfitriones, quienes se convertirán en adictos a su voz y degenerarán en una suerte de yonquis incapaces de vivir sin el discurso del nuevo Embajador. Algo que, a la larga, pondrá en peligro tanto a la sociedad de los Ariekei como a los habitantes de la Ciudad Embajada.

Las complejidades del Lenguaje

La trama de “Embassytown” gira alrededor del complejo Lenguaje de los Anfitriones. Empezando por las peculiaridades anatómicas de los insectoides Ariekei, el ya comentado empleo de dos bocas distintas que emiten palabras al mismo tiempo, todo cuanto rodea a su idioma es sumamente interesante.

Los Ariekei no pueden mentir. Esa limitación lingüística implica que sólo pueden referirse a cosas que existen y, por lo tanto, carecen de la capacidad de emplear el Lenguaje de un modo imaginativo. Así, cuando sienten la necesidad de expresar un concepto nuevo, necesitan un referente real al cual poder recurrir.

Avice es elegida por los Ariekei para convertirse en un símil que pasará a formar parte de su Lenguaje: será “la niña a la que hirieron en la oscuridad y que comió lo que le dieron”. Una imagen en apariencia confusa la cual, sin embargo, permitirá a los Anfitriones comunicar conceptos que irán ganando en complejidad según avance la novela.

Creador de mundos

China Miéville posee una imaginación prodigiosa, desbordante de ideas originales y conceptos asombrosos. En sus novelas ambientadas en Nueva Crobuzon pudimos comprobar la inmensa facilidad con la cual el autor de “Embassytown” describe escenarios tan extraños como fascinantes. La misma facilidad que le permite dar vida a razas como los Ariekei, tan distintos a nosotros en todos los aspectos y, al mismo tiempo, tan atractivos para el lector.

Arieka es un mundo plagado de maravillas. Un lugar en el cual los edificios están vivos, crecen y se reorganizan obedeciendo a la voluntad de sus creadores, sangran, sufren y mueren. Un planeta donde en granjas alejadas de la Ciudad Embajada crecen recursos biotecnológicos que son enviados a la urbe atravesando largos túneles orgánicos. Un mundo, en suma, en el cual la extraordinaria tecnología desarrollada por los Anfitriones permite la existencia de toda suerte de maravillas que salpican las páginas de la novela.

Una obra compleja

A estas alturas, debe haber quedado claro que “Embassytown” no es una novela fácil de leer. Las primeras páginas ofrecen una sucesión de conceptos que podrían resultar abrumadores por su complejidad. Sin embargo, una vez asimiladas las reglas que rigen el mundo descrito por Miéville, la dificultad disminuye y lo que queda es una historia absorbente, plagada de imágenes fascinantes y momentos que quedarán en la memoria de quien acompañe al autor en el viaje al cual nos invita.

Miéville ganó con “Embassytown” el prestigioso Premio Locus, y fue nominado al Hugo, al Nebula y al Arthur C. Clarke. Algo que no es de extrañar, ya que se trata de una novela capaz de atraer tanto a aficionados a la Ciencia-Ficción como a lectores ajenos a la misma. En El Mar de Tinta la consideramos una de las mejores obras del género publicadas este año en nuestro país, y la recomendamos encarecidamente, de igual forma que lo hacemos con cualquier obra de un autor cuyo talento nunca deja de sorprendernos.

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