Tulipanes de Marte

Plaza & Janés mantiene firme su apuesta por Javier Yanes publicando el tercer título de este autor madrileño, “Tulipanes de Marte”. Un relato de madurez personal, entremezclado con referencias cósmicas y delirios de exploración espacial, que hunde sus raíces en una bucólica reconstrucción de infancia africana.

Desde el refugio de su gélida caverna, terriblemente afectado por la radiación, Ismael registra sus recuerdos confiando que la muerte no lo alcance antes de terminar su relato. Comienza desde su infancia, días en que Samuel y él crecían juntos a las afueras de Nairobi. Los padres de Ismael, emigrados españoles, levantaron la casa tras un proyecto frustrado. Los padres de Samuel trabajaban para ellos y vivían en la misma casa. Los dos niños formarían un vínculo de hermanos y juntos descubrirían un mundo que se iba haciendo más y más vasto con los años.

Un Edén africano

“Tulipanes de Marte” comienza con el perfil típico de un relato de madurez. Dos amigos inseparables en la infancia comparten experiencias que marcarán las inquietudes que habrán de acompañarles el resto de sus vidas. Sus días transcurrían en una suerte de paraíso idílico, al que contribuía el aislamiento de su vivienda, la potente imaginación de los chicos y las extravagantes ocupaciones de los progenitores de Ismael. Su padre se pasaba el día construyendo raros ingenios, mientras su madre diseñaba razas alienígenas para productos televisivos.

Entusiasmados con todo lo relacionado con el espacio exterior, fantaseaban con intrincadas conspiraciones e invasiones extraterrestres. Aquellos primeros juegos se vieron potenciados por el casual encuentro con Pancho Monaghan, un astronauta cínico y retirado que había decidido aislarse del mundo en un búnker que no quedaba lejos de la casa en que vivían los chicos.

Desde muy temprano se adivinaban diferencias entre los dos hermanos. Ismael era mucho más despierto y con ganas de beberse la vida, mientras que Sam lamentaba su introspección y descubría que era más inteligente de la media. La aparición de Nadine supuso una pequeña conmoción en aquel microscosmos de equilibrio delicado, aunque no tardó en hacerse hueco entre los dos hermanos y unirse a las visitas furtivas a Pacho.

En esta primera parte, la novela cobra un tinte inocente y bucólico, combinado con una chocante elección de metáforas cósmicas, que aporta al relato una dosis de originalidad. Sus protagonistas van descubriendo el mundo poco a poco, esbozando caminos que luego habrían de seguir.

La edad adulta

La segunda parte, siempre desde el punto de vista de Ismael, se centra en el devenir de los tres chicos. De cómo la vida se complica y se retuerce maliciosamente sobre sí misma. Cesa la época de crecimiento personal, para abrir otra en la que se acumulan méritos y errores que se van cargando a la espalda.

Sam se ha convertido en un empresario y programador de renombre mundial, una suerte de gurú al más puro estilo de Steve Jobs. Se cuela en la cotidianeidad de la gente a través de una red social de su invención y diseña cerebros electrónicos de inimaginable potencial. Jacob, su obra maestra, viaja a Marte con la intención de averiguar definitivamente si el planeta rojo alberga, o albergó en algún momento, formas de vida.

La carrera por poner un ser humano en Marte desata una serie de acontecimientos que llevarán a Ismael a la precaria situación en la que se encuentra cuando escribe el relato.

La emoción del recuerdo

Como novela de ciencia ficción -aunque tampoco nos parece que busque serlo expresamente-, “Tulipanes de Marte” pide una clasificación atípica. Aunque su argumento contenga abundantes elementos característicos del género, el relato se vuelca largamente en la dimensión humana de los personajes, en su desarrollo y trayectorias personales, dejando de lado el componente fantástico durante largos pasajes de vivencias.

Es sobre todo, como ya hemos dicho, una historia de madurez, que habla del cambio, de la renuncia y de la pérdida. Y también de los errores y su expiación. Con la narración en primera persona se busca transmitir la emotividad del recuerdo, junto con esa aura de subjetivismo y reedificación que conlleva toda remembranza.

Sin embargo, uno de los aspectos presentes a lo largo de todo el relato es una especie de patetismo, en el sentido de esta emotividad remarcada, que nace de la voz narrativa. El tono encaja muy bien en los primeros capítulos. Pero, aunque la novela se recrudece durante la segunda parte, la prosa no es capaz de desprenderse de la pátina melindrosa que le imprime el narrador. Este exceso de dramatismo se puede achacar a la personalidad del protagonista, pero a veces no beneficia al ritmo de la trama y en determinados pasajes uno teme encontrarse con una moraleja.

Además, en combinación con el aspecto anterior, algunas divagaciones del narrador que se sumergen en una autocomplacencia negativa -especialmente al comienzo de varios capítulos- pueden añadir un sentimiento de contrariedad a la intriga que generan. Sin embargo, queremos advertir al lector que no se deje amedrentar por estos fragmentos, que acaban cobrando sentido. Algunos detalles se revelan sorprendentemente cerca de un realismo mágico al que el escritor no sucumbe.

Sobre el autor

Según se presenta en su solapa, Javier Yanes, natural de Madrid, es escritor y periodista de viajes y ciencia. En su blog también explica que se doctoró en biología, que le encanta viajar y que redactó y dirigió algunas revistas de viajes. Al final terminó dedicándose al periodismo y también saca tiempo para la escritura.

“Tulipanes de Marte” es su tercera novela. Cuenta con otros dos títulos también publicados en Plaza & Janés: su debut novelístico “El señor de las llanuras”, publicada en 2009; y “Si nunca llego a despertar”, que vio la luz en 2011. En sus relatos se aprecia una profunda admiración por los lugares de los que habla. Especialmente Kenia, con sus colores africanos, y tal vez su exotismo. Pero también Torrelodones, la localidad madrileña donde vive, tiene un lugar especial en sus líneas. Sevilla sale tan bien parada en la novela que nos ocupa, que apetece visitarla unos días.

Resumiendo, “Tulipanes de Marte” ofrece un tierno relato en que sus personajes descubren un mundo donde crecer, en el que a menudo se pierde y en el que, a veces, la oportunidad de cumplir los sueños más descabellados aparece a la vuelta de la esquina.

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