Extraños eones

La colección Insomnia de Valdemar, con tan sólo cuatro títulos publicados, parece destinada a convertirse en un referente de la mejor narrativa contemporánea de Terror en nuestro país. Tras apostar por autores foráneos con “La guardia de Jonás”, “El hijo de la bestia” y “La joven ahogada”, por fin ha llegado el momento de que un escritor español deje su impronta en la misma.

Y no es un escritor cualquiera. Emilio Bueso es uno de los autores más interesantes del panorama literario nacional, como atestiguan sus numerosos relatos y las cuatro novelas que ha publicado hasta la fecha: “Noche cerrada”, “Diástole” (ganadora del Premio Celsius en 2012), “Cenital” (ganadora del Premio Celsius en 2013) y “Esta noche arderá el cielo”. Ahora, con “Extraños eones”, nos ofrece una historia que homenajea (de modo muy personal) a los Mitos de Cthulhu de H. P. Lovecraft.

El Cairo extraño

En El’Arafa, la ciudad de los muertos cairota, más de 250.000 almas intentan sobrevivir compartiendo espacio con los difuntos, obligados en ocasiones a vivir como okupas en sus deteriorados mausoleos. Ese es el caso de Benipé, el líder de una pequeña pandilla de niños sin hogar, una extraña familia unida por lazos mucho más fuertes que los de la sangre.

La vida del grupo de homies se verá alterada por la llegada de un misterioso de piel oscura y negros ropajes quien, acompañado por unos extraños adláteres, se instala en el panteón que queda enfrente del “hogar” de los muchachos. Poco después comenzarán a desaparecer niños de las calles de El Cairo y, cuando quienes desaparezcan sean la novia embarazada de Benipé y el más pequeño de los miembros del grupo, el resto se verá envuelto en una terrorífica odisea que les conducirá a una ciudad olvidada sepultada por las arenas del desierto.

Homies

Si hay algo que destaca por encima del resto de elementos presentes en “Extraños eones”, es la extraordinaria manera en la cual Emilio Bueso ha dado vida a sus seis protagonistas. Un grupo de niños y adolescentes sumidos en la miseria, condenados a una muerte temprana casi con total seguridad, pero felices a su particular manera.

Benipé y Tata ejercen de padre y madre del resto de muchachos. Él tiene un trabajo “de verdad”, ya que ejerce como limpiabotas, mientras que ella gana algo de dinero a fuerza de amontonar carros del Carrefour bajo un sol de justicia. Cuando llega la noche y todos regresan al hogar, es Tata quien se encarga de prepararles la cena, y también cuida con especial mimo del pequeño Ideodaniach, un niño extraviado (cuya familia todavía le anda buscando) que consigue unas monedas por medio de la mendicidad.

Por su parte, Islam se juega la vida trepando a enormes montones de basura en un vertedero, mientras busca algo que valga la pena reciclar. Ibrahim es un ratero de manual, experto en robo por tirón y en huir a la carrera ejecutando proezas acrobáticas dignas del mejor practicante de parkour. Por último, Khaldun ejerce la prostitución en un burdel disfrazado de casa de baños, padece una seria enfermedad pulmonar que le provoca agónicos ataques de tos, y se aferra a su maltrecho monopatín como un náufrago a la tabla que le promete la salvación.

Entre porros y pegamento que esnifar, la pequeña familia de homies sobrevive en circunstancias difíciles de imaginar para quienes vivimos en el “primer mundo”. Y lo logran haciendo gala de una fuerza y de una lealtad admirables, de modo que consiguen ganarse las simpatías del lector desde su presentación en el primer capítulo de la novela.

Azathoth, Nyarlathotep

Uno de los aspectos más característicos de determinada parte de la producción literaria lovecraftiana es su panteón de deidades alienígenas, dotadas de nombres tan atractivos como impronunciables. Indudablemente, el gran Cthulhu es el más popular de los dioses imaginados por H. P. Lovecraft. Sin embargo, a cualquier aficionado a la obra del genio de Providence le resultarán familiares entidades tan temibles como Shub-Niggurath, Yog-Sothoth o las dos escogidas por Emilio Bueso para incluirlas en “Extraños eones”: Azathoth y Nyarlathotep.

Azathoth es un dios idiota e informe (magistralmente plasmado por Santiago Caruso en la ilustración de cubierta de la novela), asociado a extrañas músicas tocadas por flautas impías. En cuanto a Nyarlathotep, también conocido como El Caos Reptante, se trata de un ser que acostumbra a enmascarar su horrenda y poliposa apariencia tomando diversas formas, entre las cuales destaca la de un hombre “oscuro”.

Nyarlathotep es el sirviente de Azathoth y, por lo tanto, vive para cumplir los designios de su señor. En “Extraños eones”, todo cuanto ocurre en El Cairo en relación con las desapariciones de niños se debe a los actos de Nyarlathotep y de las “polillas” que le acompañan. Su objetivo final es franquear a su amo la entrada a nuestro mundo, por medio de ciertos sacrificios, cuando las estrellas se hallen alineadas de determinada manera.

Una novela singular

“Extraños eones” es una novela cautivadora, que entreteje con fascinante habilidad las miserias de los niños desamparados de El Cairo con los Mitos de Cthulhu. A la urdimbre se añade una inesperada conexión barcelonesa, aderezada con una pizca del clásico cuento “El flautista de Hamelín”, y un epílogo en “merovítico” que rinde homenaje a relatos como “El escarabajo de oro” de Edgar Allan Poe o “Los bailarines” de Arthur Conan Doyle.

El resultado es una obra maestra inclasificable, una prueba indiscutible de que Emilio Bueso es uno de los mejores narradores con los que contamos en la actualidad. Desde El Mar de Tinta recomendamos este libro sin reserva alguna, y quedamos a la espera de la próxima novela de su autor, deseosos de conocer con qué nos sorprenderá en esa ocasión.

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