Peña Amaya

Existen dos tipos muy distintos de novelas históricas. Por un lado tenemos las escritas por autores que, tras pasar mucho tiempo dedicados a realizar una investigación exhaustiva, están deseando verter en su manuscrito su inmensa erudición. De ese modo, crean unos libros plagados de detalles sobre cualquier aspecto de la vida en el periodo en el cual transcurra la acción, descuidando cuestiones estilísticas y consiguiendo, en ocasiones, aburrir al lector.

Por otro lado, tenemos a autores como Pedro Santamaría quien, sin renunciar al rigor histórico, se caracteriza por dar vida en sus novelas a unos personajes fascinantes a cuyo alrededor da forma a sus absorbentes tramas. “Peña Amaya” es el más reciente ejemplo del talento del escritor santanderino, una obra de gran intensidad narrativa construida en base a unos hechos que tuvieron lugar en la Cantabria del siglo VI d. C.

Bastión cántabro

Peña Amaya es una fortaleza situada en lo que sería la entrada del pequeño territorio habitado por los cántabros. Allí se reúne una suerte de Senado compuesto por los hombres más poderosos de la región, encargados de dirimir asuntos de gran importancia que afectan a todos sus pobladores.

Uno de esos senadores es Necón, un gran guerrero que habrá de enfrentarse a dos grandes amenazas para su tierra. Por un lado, el ataque comandado por el rey visigodo Leovigildo, decidido a conquistar Cantabria a cualquier precio. Por otro lado, la introducción del cristianismo entre los cántabros, liderada por su hermano pequeño Urbico (conocido tras su conversión como Tomás). Dos frentes abiertos que pondrán a prueba el temple y las creencias de un pueblo orgulloso y valiente.

Asedio y nueva fe

El eje alrededor del cual gira la trama de “Peña Amaya” es el enfrentamiento entre cántabros y visigodos, centrado en el prolongado asedio al que es sometida la fortaleza del mismo nombre. Pedro Santamaría consigue situarnos en el centro mismo de la acción, logrando que asistamos a los brutales combates como un guerrero más, al tiempo que sufrimos con los asediados ante la amenaza del hambre y el temor constante de ser atacados por un ejército muy superior en número.

Ahora bien, como ya hemos comentado anteriormente, la invasión visigoda no es el único peligro que amenaza a los cántabros. Sus creencias ancestrales, sus ritos y sus dioses “paganos” han de enfrentarse a la lenta pero persistente introducción del cristianismo. Y, como siempre ha ocurrido cuando se produce un choque entre antigua y nueva fe, entre los habitantes de Peña Amaya se producirá un cisma que enfrentará a los partidarios de ambas. Tal enfrentamiento tendrá lugar en el peor de los momentos posibles, y afectará dramáticamente a los defensores de Peña Amaya.

Arrianismo versus cristianismo

En “Peña Amaya” hace una breve e importante aparición el anciano Emiliano, más conocido como San Millán. Este ermitaño, quien llegó a sobrepasar el siglo de vida, se nos presenta como el principal responsable de la introducción del cristianismo en tierras cántabras. Tomás es discípulo suyo, y un senador y su esposa (supuestamente curados de una posesión demoníaca por Emiliano), residentes en Amaya, actuarán junto con el hermano de Necón como cabeza de puente de la nueva religión en la ciudad fortificada.

En cuanto a los visigodos, estos son considerados como herejes por Emiliano y los suyos. La razón es que el pueblo de Leovigildo era seguidor de la doctrina de Arrio, quien admitía que Jesús era hijo de Dios, pero negaba la divinidad de aquél. Tal idea fue declarada como herejía en varias ocasiones, aunque la definitiva tuvo lugar durante el primer Concilio de Constantinopla (381 d. C.). No obstante, pervivió durante al menos dos siglos más, al ser la religión oficial de godos y visigodos.

Así, en “Peña Amaya” coexisten tres creencias enfrentadas: la católica, el arrianismo y el paganismo cántabro. Un claro ejemplo de que en la antigüedad, al igual que ocurre hoy en día, las diferencias religiosas acababan generando odios tan intensos que sólo podían dirimirse por medio del derramamiento de sangre. Es descorazonador ver lo poco que se ha evolucionado en ese sentido en algunas partes del mundo.

Una gran novela

“Peña Amaya” es una obra de lectura ágil cuya brevedad juega a su favor. En casi cada capítulo de la novela contaremos con una perspectiva doble (la de un narrador en tercera persona que ofrece el punto de vista cántabro, y la de un narrador visigodo que ofrece su visión del conflicto a modo de diario), algo que enriquece la narración al otorgarnos dos puntos de vista, a menudo opuestos, de cuanto sucede.

Pedro Santamaría ya demostró su enorme talento en sus obras anteriores, “Okela” y “El águila y la lambda”, así que “Peña Amaya” (editada, al igual que las anteriores, por Pàmies) no es más que la confirmación su buen hacer literario. Desde El Mar de Tinta la recomendamos a todo lector aficionado a la narrativa histórica que, lejos de buscar una suerte de manual historiográfico, prefiera asistir a las emocionantes vivencias de un puñado de personajes durante un momento trascendental de su existencia.

 

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