Al otro lado del cristal

Publicar una novela es, a día de hoy, cada vez más sencillo. Las diversas plataformas de autoedición, gratuitas o de pago, permiten que un gran número de escritores se decidan a ofrecernos su opera prima, sin necesidad de pasar por el temido proceso de enviar manuscritos a las grandes editoriales. Por desgracia, esa facilidad para verter sus escritos en formato físico o digital conlleva una desventaja evidente: la calidad de muchas de las obras que nos llegan es, en muchos casos, bastante mejorable.

Sin embargo, de vez en cuando uno se encuentra ante un volumen como “Al otro lado del cristal”, tan atípico en sus contenidos (cuatro relatos y tres novelas cortas, nada menos) como sorprendente en lo que a la calidad literaria se refiere. Y es en esas ocasiones, al aparecer la esquiva aguja en el revuelto pajar de la autoedición, cuando encontramos compensación tras tantas lecturas decepcionantes.

Los relatos

Juan Manuel Peñate Rodríguez abre “Al otro lado del cristal” con un par de cuentos de temática ciertamente dispar. Así, en “La pala” asistimos a un extraño ritual, de origen y objetivo inciertos, realizado por los habitantes de una misteriosa localidad. Un relato inquietante que encuentra un contrapunto tragicómico en el que le sigue, el original “Dios Roco”.

Las otras dos narraciones breves presentes en el volumen hacen asimismo gala de argumentos completamente distintos. “Tercera planta, por favor” es, sin duda, el relato más “extraño” del lote, una suerte de alucinación ambientada en un escenario onírico en la cual el autor plasma su admiración por la obra de Clive Barker. Por último, “Touchdown” cierra el libro con una historia que atesora un giro final digno de los mejores capítulos de series como la mítica “En los límites de la realidad”.

Las novelas cortas

El grueso de “Al otro lado del cristal” lo componen tres novelas cortas, de alrededor de 100 páginas cada una, en las cuales queda bien patente que a Juan Manuel Peñate no le faltan ni imaginación ni capacidad narrativa. La primera de ellas es la que da nombre al volumen, y narra la historia de dos hermanas de caracteres muy distintos, obligadas a convivir en un encierro domiciliario motivado por un letal desastre medioambiental (originado, por supuesto, por la soberbia de determinados científicos).

En “El jugador pesimista”, un joven desencantado con su existencia se verá inmerso en un juego mortal que le conducirá a diversos conflictos bélicos de la historia de la humanidad. Atrapado junto a tres compañeros más en una macabra espiral de violencia y muerte, su única esperanza de salvación reside en ganar una partida antes de convertirse en una víctima más de la locura de la guerra.

Finalmente, “En la celda de colores” es la historia que más nos ha gustado en El Mar de Tinta. En ella encontrará el lector, entre otras cosas, entidades sobrenaturales, asesinatos de una naturaleza extremadamente sangrienta y alguna escena de muy tórrido sexo. Todo ello combinado con una destreza envidiable para dar forma a una historia que se lee como si de una estupenda película de terror y suspense se tratara.

Un debut prometedor

“Al otro lado del cristal” no es un volumen perfecto. Hay algunos elementos argumentales un tanto forzados, escenas innecesarias y algún que otro detalle estilístico mejorable. Sin embargo, a pesar de estos “fallos”, en el primer libro de Juan Manuel Peñate pesan mucho más los aciertos, y en él se nos permite vislumbrar el talento de un autor joven con una imaginación desbordante y una habilidad narrativa sobresaliente.

Como ya hemos comentado, son demasiados los escritores que saturan librerías físicas y virtuales con sus obras primerizas sin ser conscientes de la escasa entidad literaria de sus escritos. Por eso, cuando en El Mar de Tinta nos encontramos frente a trabajos como el de Juan Manuel Peñate (editado, con su buen hacer habitual, por Editorial Círculo Rojo), nos satisface poder recomendarlo con la seguridad de que sus páginas encierran un buen número de historias interesantes y bien escritas. Esperamos poder tener, en un futuro no muy lejano, la oportunidad de reseñar alguna de las numerosas historias que, a buen seguro, todavía le quedan por contar.

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