Antología Z, volumen 6

Ha pasado casi un lustro desde que, con «Apocalipsis Z» de Manel Loureiro, la Línea Z de Dolmen Editorial iniciara su andadura. Dicha línea cuenta a día de hoy con casi cuarenta libro publicados, la mayoría de ellos escritos por autores patrios. La colección dirigida por Jorge Iván Argiz se ha vuelto indispensable con el paso del tiempo, y entre su variada oferta de títulos destaca su serie de «Antologías Z», que ya ha alcanzado su sexta entrega en poco más de dos años.

En esta ocasión, la «Antología Z, vol. 6» recopila una cuidada selección de los mejores relatos presentados al certamen Todos los Santos 2011, organizado por Elena Motagud López (firmante de la introducción del volumen) para  el portal Cultura Hache. Darío Vilas coordina la antología y nos ofrece diecinueve historias de una calidad media sobresaliente, amén de un par de gratas sorpresas de las que ya hablaremos más adelante.

Zombies para todos los gustos

Queda claro, tras leer el libro, que una temática a priori tan manida como la de una epidemia zombi puede ser el germen de una narración excelente siempre y cuando haya detrás de la misma un escritor con talento. Esta «Antología Z» rebosa de ejemplos de pericia literaria, y hay muestras de una originalidad tan impactante como la apreciable en «Desembarco en Norman.dia Z», de Carlos Martí, relato en el cual asistimos por primera vez al proceso de zombificación de un ser humano desde el punto de vista de los virus que atacan su organismo.

Resulta interesante saber qué harían los vampiros ante el alzamiento de unos muertos vivientes capaces de exterminar a la humanidad de la cual obtienen su sustento, cuestión que aborda Pedro Escudero Zumel en «Cielo nocturno». Sorprende descubrir en «Intocable», de Óscar Muñoz Caneiro, a un asesino en serie con el don de moverse entre los zombis sin que estos se sientan impelidos a atacarle. Y, por citar una muestra más de la variedad de visiones de las que hace gala la antología, en «Látigo dormido, carne lacerada», de Juan Antonio Alcudia Pérez, asistimos a un caso de masoquismo extremo en el cual un revivido adquiere el papel de amo definitivo.

Un mañana infectado

Son varios los relatos incluídos en este volumen que sitúan la acción en un momento más o menos alejado de nuestro presente. Así, en «Ciudad Fantasma», Pedro Pujante describe la existencia de una serie de ciudades paralelas, habitadas por zombis, convertidas en siniestras cárceles en un futuro indeterminado.

La teoría del multiverso es utilizada por Andrés Abel en «Yo soy la ciudad» para plantearnos un escenario en el cual infinidad de Tierras paralelas han sucumbido a la amenaza de los no muertos. Y en «Fronteras del silencio», Luisa Fernández aporta una visión desoladora de un mundo poblado por seres mutantes, humanos convertidos en meras bestias, zombis y demás criaturas de pesadilla.

La fuerza de los clásicos

Son varios los ejemplos de obras clásicas remozadas en «versión Z» localizables en nuestras librerías, tanto dentro de la colección de Dolmen como publicadas por otras editoriales. En el libro que nos ocupa tenemos el relato de Óscar Pérez Valera «Cuando regrese quien ahora reposa en el ataúd forrado de terciopelo», ganador del certamen Todos los Santos,  en el cual cierto autor romántico español muy conocido por sus artículos periodísticos se enfrenta a un brote de resucitados en el castizo cementerio de la Almudena.

Además, en «La Zelestina» Ignacio Cid Hermoso reescribe una de las obras capitales de nuestra literatura, con una gran fidelidad al estilo del original. Por último, en «Dulces sueños, ¡preciosa!» José María Pérez pasa por el filtro zombi a uno de los cuentos infantiles más populares de todos los tiempos.

Dos colaboraciones especiales

Además de coordinar este sexto volumen de la «Antología Z», Darío Vilas aporta su propio y peculiar granito de arena al mismo. En «Blanca Zeta», el autor de «Instinto de superviviente» describe como la influencia de la terrible Blanca hace que un joven lleve a cabo un acto espeluznante que desencadenará una masacre.

Y, como broche de oro, Javier Cosnava firma un relato extraordinario como homenaje a la Línea Z, a sus fundadores y a sus autores. «Un sacrificio antológico» es un cuento plagado de jocosas referencias y guiños al lector. Desde el Mar de Tinta, esperamos que no oculte entre sus párrafos ni un ápice de verdad. La alternativa sería tan terrible que ni nos atrevemos a imaginarla…

Una colección con mucho futuro

«Antología Z, vol. 6» podría interpretarse como un escaparate en el cual algún avispado vendedor ha reunido con esmero sus mejores productos para atraer a un comprador que, ante tal despliegue de calidad, no podría resistirse a entrar a curiosear en su establecimiento. En esta recopilación encontramos tanto a autores con novelas publicadas en la Línea Z o fuera de la misma (Vilas, Cid Hermoso o Ángel Luis Sucasas, por ejemplo) como a escritores que verán su obra publicada en breve (Cosnava) o que, casi con total seguridad, lo harán antes o después.

Así, resulta evidente que Dolmen cuenta con un amplio abanico de autores con quienes poder contar para dar prestigio a una de las colecciones de narrativa de terror más importantes de nuestro país. No olvidemos que nombres como Manel Loureiro, Carlos Sisí, David Mateo o Juan de Dios Garduño (entre muchos otros) figuran entre la nómina de novelistas cuya labor ha hecho de la Línea Z el referente que es a día de hoy.

Un volumen casi perfecto

Como suele ser habitual, la cubierta de la antología cuenta con una magnífica ilustración del maestro Alejandro Colucci, algo que en más de una ocasión justificaría por sí solo la adquisición de cualquier libro. La aportación del ilustrador uruguayo supone la guinda a un pastel al cual sólo cabe poner una pequeña pega.

Y es que echamos en falta esos pequeños textos introductorios que, en la mayoría de las colecciones de relatos, presentan brevemente a los escritores y, lo que es más importante si cabe, ofrecen un listado de sus obras previas. No se trata de un requisito obligatorio, por supuesto, pero siempre resulta muy de agradecer. No obstante, se trata de una carencia menor y los lectores, de tener interés en conocer más sobre los autores, siempre pueden acudir a la red de redes para saciar su curiosidad.

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