Blancanieves

De entre el sinfín de revisiones realizadas del cuento clásico de los hermanos Grimm, la de Benjamin Lacombe destaca por su fascinante belleza. El aclamado dibujante imprime en cada una de las ilustraciones que conforman este álbum su visión personalista, íntima y  algo melancólica de este cuento que nunca pasa de moda. Publicado en España por la editorial Edelvives es, definitivamente, un título indispensable.

[dropcap]E[/dropcap]l éxito obtenido por Benjamin Lacombe va en aumento. Prolífico profesional de la ilustración y el dibujo, Lacombe nos deleita desde hace ya algunos años con su increíble trabajo, de estilo personalista y extremadamente brillante. El autor francés ingresó en la Escuela Superior de Artes Decorativas de París (École Nationale Supérieure des Arts Décoratifs) y, desde entonces, no ha dejado de trabajar, sobre todo enfocado al mundo del álbum ilustrado.

Su “Blancanieves” es un claro ejemplo del tipo de ilustración que define al autor. Las creaciones de Lacombe tienen una pizca de s. XIX, transmiten una melancolía y sutileza que encaja con los perfiles suaves de sus personajes, de grandes ojos y rostros aniñados y serios. Su imaginario, oscuro y mágico (pero con un matiz caricaturesco cargado de simbolismo), se acerca al de otros autores contemporáneos como Tim Burton o Mark Ryden.

Clásico entre los clásicos

La versión íntegra del cuento escrito por los alemanes Jacob y Wilhem Grimm (siglo XVIII) ha sido modificada sin piedad durante años y años. Adaptándola a los nuevos tiempos, suavizándola, revisionándola hasta convertirla en una sombra del original, la historia de Blancanieves ha llegado, de un modo u otro, a ser una de los cuentos clásicos infantiles más conocido del mundo.

El trabajo de Lacombe vuelve a los orígenes adaptando el texto en alemán. En él, el lector encuentra la historia completa de “Blancanieves” sin cortes ni modificaciones. La adaptación, llevada a cabo por Suzanne Kaboc sí que tiene en cuenta el lenguaje actual, pero el cuento sigue fielmente la narración de los hermanos Grimm.

Blancanieves, hija única de un rey viudo, es odiada por su malvada madrastra, que envidia la hermosura de la niña. Odio acrecentado por un espejo mágico al que pregunta siempre quién es la mujer más bella de su reino y cuya respuesta siempre es Blancanieves. La maléfica reina manda a un cazador que se ocupe de matarla.

Éste, conmovido por su belleza y candidez le perdona la vida y la princesita huye, internándose en el bosque. Será en sus profundidades donde encuentre una diminuta cabaña donde habitan siete hombrecillos, enanos mineros que, hechizados también por la pequeña, la invitarán a quedarse a vivir con ellos.

Pese a las precauciones de los siete enanos por ocultar a la princesa, la reina acaba enterándose por su espejo mágico de que Blancanieves sigue viva. Procurándose un disfraz y utilizando la brujería, la pérfida madrastra utilizará todo tipo de triquiñuelas mortales para acabar con su competidora en belleza. Así, Blancanieves, acabará comiendo incautamente la manzana roja envenenada que da a la reina bruja la tan ansiada victoria.

Virtuosismo en gouache y lápiz

El texto original de “Blancanieves” da la oportunidad a Lacombe para deleitarnos con sus magníficas ilustraciones. El álbum combina los dibujos a color, realizados en gouache y óleo, con otros en blanco y negro a lápiz.

En ellos el autor expresa su visión del cuento, mostrándonos a una madrastra rubia, de facciones nobles y mirada perversa. Sus rasgos nórdicos contrastan con la inocente Blancanieves, de la que el autor resalta su pelo negro, su piel blanquísima y sus labios rojos, tal y como se la describe en la narración. Lacombe utiliza el color rubí inteligentemente para iluminar sus dibujos, algo apagados en  tonos fríos y tierras. También se sirve del rojo como hilo argumental hasta el engaño final, cuando la bruja (interpretada por el ilustrador como un cuervo negro) ofrece a la princesa la mortal manzana, de un encarnado tan sugerente como apetitoso.

Destaca la imagen que da forma a la escena en la que la madrastra ata el corsé de Blancanieves hasta provocarle el desmayo.  Benjamin crea una intimista escena en la que el torso de Blancanieves, convertido en una jaula, alberga un cuervo mientras las ladinas manos de la reina atan la puertecilla con cordel a modo de corsé. La jaula como motivo recurrente aparece también en otra sorprendente ilustración donde Lacombe representa a la vanidosa reina con cuerpo de pavo real, sosteniendo entre sus labios la llave de la pajarera que mantiene encerrada a Blancanieves.

Edición insuperable

Todas y cada una de las ilustraciones que componen la presente edición de “Blancanieves” son magníficas, llenas de magia y suavidad. La maestría de Lacombe se funde con el clásico cuento, regalándonos un álbum espléndido en todos sus aspectos.

Pese a las pinceladas melancólicas que el ilustrador aporta a sus dibujos, este no es un trabajo deprimente, sino que destiñe romanticismo, nostalgia y dulzura adaptándose a los lectores de edades tempranas, pese a la rudeza del texto original (la reina se come las entrañas de un jabalí pensando que son las de la princesa y muere carbonizada durante la boda de Blancanieves y el príncipe).

“Blancanieves” se convierte así en un álbum ilustrado imprescindible en cualquier biblioteca infantil y, también, en cualquier biblioteca de adultos amantes del género.

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