Cenizas

El armageddon está de moda. De un tiempo a esta parte, autores de todo el planeta se afanan por ofrecernos su visión del fin del mundo tal y como lo conocemos. Como es bien sabido, los escenarios apocalípticos protagonizados por los muertos vivientes encabezan la lista de desastres que podrían conducir al ser humano a la extinción.
Pero hay otras amenazas que pueden dar al traste con nuestra civilización: virus letales, brutales colapsos económicos, invasiones alienígenas, plagas de origen animal o vegetal y, por supuesto, catástrofes naturales.

¿Qué pasaría si uno de los volcanes más grandes de la Tierra, un auténtico supervolcán, entrara en erupción? Las consecuencias de tal suceso entran el ámbito de la mera especulación, si bien los científicos son capaces de describir con cierta autoridad determinadas repercusiones derivadas del mismo. Una de ellas sería, por ejemplo, la emisión a la atmósfera de una enorme cantidad de cenizas, las cuales afectarían seriamente al clima sumiéndonos en un invierno que podría durar años.

La odisea de Alex

Cuando el enorme volcán situado en el subsuelo del Parque Nacional de Yellowstone decide despertar de un letargo de seiscientos cuarenta mil años, el joven Alex Halprin se encuentra solo en casa. Sus padres están en otro estado, no muy lejos en circunstancias normales, pero a una distancia que se antoja casi infinita cuando hay que recorrerla sobre una tierra cubierta por un manto de cenizas. Sin embargo, ni las dificultades que presenta el terreno ni la atmósfera irrespirable impedirán que Alex abandone su ciudad natal en busca de su familia.

A lo largo del camino, el adolescente quinceañero se topará con lo mejor y lo peor que puede ofrecer un mundo desmoronado en el cual la supervivencia a todo coste se convierte en la única ley. Afortunadamente, el protagonista de Cenizas cuenta, además de con valor y decisión, con sus conocimientos de taekwondo, un arte marcial que le permitirá salir con vida de situaciones harto peligrosas.

La fragilidad de la civilización

Cuando la sociedad se enfrenta a una situación límite, esa criatura tan frágil a la cual denominamos “civilización” se desmorona como un castillo de naipes. Así, frente a quienes tratan desesperadamente de mantener un cierto orden que les permita albergar la esperanza de un posible retorno al status quo anterior, abundan aquellos que se despojan de toda restricción moral y abrazan la anarquía con una sonrisa en los labios.

En su periplo por unos Estados Unidos devastados por las consecuencias de la erupción volcánica, Alex gozará de la hospitalidad de unas cuantas personas dispuestas a aferrarse a unos fuertes valores condenados, quizá, a una pronta desaparición. Asimismo, encontrará a personajes despreciables, que no dudan en matar para despojar a los demás de lo poco que tengan o en violar a cualquiera que se cruce en su camino, con la certeza de que sus actos quedarán impunes.

Cenizas y hambre

La tierra por la que se mueve Alex está dominada por el enfermizo gris de la ceniza volcánica. Caminar se ha convertido en una labor difícil y extenuante, el intenso frío se ha enseñoreado del mundo y respirar puede, paradójicamente, matar a hombres y bestias. La silicosis, una terrible enfermedad que se deriva de inhalar partículas de sílice, acaba por destruir los indefensos pulmones de los animales de granja, privando a los seres humanos de una de sus fuentes principales de alimento.

Si a ello sumamos la pérdida de cosechas sepultadas bajo metros de cenizas, resulta evidente que el fantasma del hambre no tarda en cobrar corporeidad. Conseguir comida se convierte en una tarea compleja y peligrosa que transforma a personas habitualmente pacíficas en fieros protectores de sus despensas. Y, lo que es incluso más preocupante, una vez se consuman las reservas alimenticias actuales, se plantea la duda de cómo se podrá alimentar a una población cada vez más desnutrida.

¿Una amenaza real?

Resulta desasosegante comprobar que el punto de partida de “Cenizas”, si bien resulta improbable, podría convertirse en realidad en cualquier momento. Al fin y al cabo, el supervolcán de Yellowstone existe, y si hay algo que se puede afirmar a ciencia cierta con respecto a las fuerzas de la naturaleza, es que estas son tan impredecibles como devastadoras.

En lo poco que llevamos de siglo, varias han sido las manifestaciones del poder con el cual puede azotarnos nuestro planeta: terremotos, tsunamis, inundaciones, sequías y, por supuesto, erupciones volcánicas. Mike Mullin plantea un escenario plausible, y ello dota a su novela de un halo de verosimilitud que intensifica el modo en el cual reaccionamos ante lo narrado en la misma.

Un debut notable

“Cenizas” es la primera novela de Mike Mullin, una incursión literaria que se saldó con un rotundo éxito en tierras norteamericanas. Entrega inicial de una trilogía (¿alguien recuerda cuando, en un único volumen, los lectores podíamos encontrar la presentación, el nudo y el desenlace de una historia?), la misma continúa en la ya publicada “Ashen Winter”, y concluirá en la todavía inédita “Sunrise”.

Hay que agradecer a Timun Mas la edición en castellano de esta estupenda novela, y confiar en que hará lo propio con las secuelas. Y es que la lectura de “Cenizas”, con su visión de un mundo post-apocalíptico similar (salvado las distancias, por supuesto) al que plasmó Cormac McCarthy en la magistral La carretera, se hace corta y deja con ganas de más.

Nos encontramos, en suma, ante una obra que satisfará a quienes disfruten con historias de supervivencia en situaciones extremas, protagonizada por un personaje que se granjea enseguida las simpatías de los lectores, y que a buen seguro acabará teniendo su versión cinematográfica o televisiva. Un debut literario más que correcto que recomendamos sin reservas.

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