Como volé sobre el nido del cuco

Sydney Bristow era una espía de la CIA que encandiló a medio mundo en la serie Alias. También es el pseudónimo que ha escogido Ana para escribir su historia, la que tiene lugar durante 37 días en un psiquiátrico tras un intento de suicidio. Gracias a Plaza & Janés, podemos leer «Cómo volé sobre el nido del cuco», el fenómeno que arrasó inicialmente en ForoCoches, una de las comunidades hispanohablantes más grandes de internet,  donde recibió recibió 200.000 visitas y más de 8.000 comentarios.

Las páginas que escribió en aquel entonces Ana desde su móvil, donde mostraba al mundo lo que había vivido en sus entrañas todos esos días, llegan a las estanterías con la pretensión de no dejar indiferente a ningún lector. En El Mar de Tinta, después de comprobar lo que las grandes dosis de humor negro y la crudeza de la situación consiguen, debemos corroborar esas expectativas, puesto que lo consigue y con creces.

Caer para volver a levantarse

La historia de Sydney comienza en un puente, después de coger el móvil y avisar de que la vida no tenía una pizca de sentido en ese momento. Tenía una vida que, en un principio, podría considerarse maravillosa. Una familia bien posicionada económicamente que la quería, un novio espectacular y una carrera profesional dentro de la abogacía con bastante potencial. No obstante, las apariencias ocultaban varios problemas relacionados con trastornos alimenticios y psicológicos, así como estados depresivos y un continuado consumo de drogas. Cada uno de estos elementos condujo, al final, a una situación insostenible que acabó con Syd saltando e, inesperadamente por su parte, sobreviviendo.

Tras muchas operaciones e idas y venidas en el hospital, trasladaron a Syd a la cuarta planta, en Psiquiatría, donde pasaría ingresada 37 días. En aquel lugar, sin saberlo, se gestaron las palabras con las que ha inundado un diario muy crudo, muy real, que eriza la piel con cada nueva página. Cada uno de los días que se narran, que coinciden con la numeración de los capítulos, es una sucesión de situaciones superficialmente sencillas. Sin embargo, todas ellas ilustran una complejidad sublime, considerando el lugar y la persona desde las cuales se expone. Los tonos sarcásticos y las grandes dosis de humor negro relajan el ambiente tirante, dejando que el lector decida con qué nivel de emoción captura las imágenes y las acciones.

La realidad supera la ficción

Una de las características más reseñables de la novela es que, definitivamente, atrapa a quien la lee. Ya sea porque se empatiza con la situación y se le da la credibilidad que la historia real merece, o se aprehende como una narración ficticia, lo cierto es que indudablemente se conecta con todos los personajes que describe Sydney. Cada una de los personajes que se encuentran en la cuarta planta aporta un ápice de sustantividad importante, de manera que, ya sean parte del personal o de los usuarios del servicio, se convierten en personas de carne y hueso. Por esta razón, es fácil creerse las experiencias, puesto que nos son familiares. Desde la tristeza al amor, pasando por las situaciones de odio y desesperación, el abanico de emociones que se muestra es conmovedor desde el primer momento.

Si las circunstancias descritas son auténticas o, por el contrario, son magnificadas y deformadas, no se convierte en una cuestión relevante para la historia que Bristow quiere contarnos. Su autobiografía, puesto que de eso se trata la crónica de Cómo volé sobre el nido del cuco, va incluso más allá de esta percepción. Con sus palabras, se abre una ventana que asoma a las vidas de personas marginadas y estigmatizadas por padecer enfermedades mentales, acercándonos a sus realidades sin otras pretensiones que reseñar su existencia.

La vida como epicentro

El título de este diario tan singular, realmente, no es ningún tipo de casualidad. Al igual que Randle McMurphy en Alguien voló sobre el nido del cuco (1975), Sydney Bristow consiguió sobrevivir al ingreso. Pudo salir de la planta porque el personal médico entendió que se encontraba recompuesta, más que cuando entró, y que había entendido la gravedad de la situación que había creado ese día en el puente. No obstante, todo lo que había aprendido en estos 37 días es parte de la lección que se convierte la vida, tan voluble e impredecible para todos y que es, en realidad, la protagonista indiscutible de la novela.

No podemos dejar de mencionar en El Mar de Tinta que este no es un libro fácil, y tampoco es para para todos los públicos. Pese a que el lenguaje no tiene mayor complicación, los temas que se tratan tienen especial dificultad por su importancia y repercusión para muchas personas. No obstante, animamos a los lectores adultos darle una oportunidad a esta semblanza diferente, fresca y original, que renueva las expectativas vitales que cada persona tiene y demuestra la relevancia de las pequeñas cosas que nos ocurren cada día.

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