Dónde puedo alquilar una primavera

Editorial Planeta nos trae la primera obra de Carmen Laforet: “Dónde puedo alquilar una primavera”. Una novela que rebosa optimismo, buenas vibraciones y cuyos protagonistas, vecinos de una comunidad muy especial, verán como la primavera florece en escaleras y rellanos. Y es que a veces, para ser feliz, basta con intentarlo.

Allá por los años 60 el inefable Franciso Ibáñez publicó uno de sus cómics más emblemáticos, del que se conserva grato recuerdo. Se llamaba 13 Rue del Percebe, y mostraba una macroviñeta con un edificio de viviendas cuya fachada principal había sido seccionada, lo cual nos permitía husmear las intimidades de sus descacharrantes vecinos.

¿Quien no recuerda a Manolo, el pintor que malvivía en la buhardilla, y a la portera cotilla que limpiaba la escalera? ¿O a la viejecita de la protectora de animales, con sus jirafas y elefantes asomando por la ventana? El ladrón inútil y su desesperada mujer, el de la tienda de ultramarinos y la señora que tenía una pensión, todos ellos formaban parte de una gran familia que, gracias a la transparencia de las paredes, también se convirtió en familia nuestra.

La gente del barrio

Algo parecido ocurre con los personajes de “¿Dónde puedo alquilar una primavera?” Alicia, recién divorciada y con dos niños en su haber, aterriza como una marciana en esta Rue del Percebe que no sabemos dónde está, ni falta que hace: es un edificio algo antiguo de un barrio suburbial, un barrio de los de antes, con sus tiendas humildes y sus casas de comidas y sus parques llenos de niños. Un barrio en el que todo el mundo se conoce y se saluda por su nombre, y en los que penas y alegrías se comparten y nunca faltan manos para ayudar.

Laforet nos presenta a Alicia la Triste. Está triste porque acaba de divorciarse de un hombre con el que no tendría que haberse casado, para empezar. Tiene un trabajo que no le gusta, y una madre que no la apoya. Pero es lista, fuerte, hermosa, con dos hijos que le dan la vida y mucho potencial para florecer. Vive en el 2ºB.

Encima suyo están el matrimonio de Ángeles y Antonio. Tantos años casados y todavía se quieren, se admiran, también se pelean y se equivocan. Él está desempleado y se está volviendo loco, ella es la roca fuerte sobre la que se apoya la familia. Una mujer que está en todo y para todos, con un puntito cotilla y una chispa de pimienta que a veces aparece en sus ojos de señora cincuentona. Qué peligro, Angelita. También tienen una hija adolescente que es para aguantarla.

Debajo suyo está Rodrigo. Como Alicia, es una criatura perdida e insegura y, al igual que ella, florecerá y echará fuertes raíces. Hay quien dice que Rodrigo es el más bueno de todos, mucho más bueno que Fernando, el del 3ºA. Ése tiene mala fama pero en realidad es un trozo de pan. Lo que pasa es que tiene veintipocos años y mucha guasa en el cuerpo, y quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Es un torbellino, un motor, un impulso vital. También es como un sobrino para Arturo el Anciano,que vive en el 1ºA, y es la sabiduría personificada.

Solidarios por naturaleza

Una vez hechas las presentaciones, llega el momento de la reflexión. Pensad en todos los desconocidos con los que nos cruzamos en nuestro día a día. Nos chocamos con ellos en los pasos de cebra, nos intuimos por la calle, nos miramos aburridos mecidos por el trán-trán del vagón de metro. O ya ni nos miramos, sólo inclinamos el cuello, como flor marchita, sobre la luminosa pantalla de nuestros smartphones.

Silvia Laforet, con una vitalidad y un optimismo envidiables, lucha contra esa dinámica, contra esa apatía. Ella cree en una sociedad solidaria, buena por naturaleza, que hace piña frente a la crisis como Fuenteovejuna, todos a una. Cada desconocido encierra un héroe y un villano, y como dice Arturo, el del 1ºA:

[quote]“Todos tenemos un misterio dentro, siempre lo digo. No subestimes nunca una vida, ni su sencillez ni su complejidad. Una vida, cualquier vida, siempre te podría sorprender”[/quote]

Y Laforet se pasea con soltura por todas esas vidas, subiendo y bajando escaleras y asomándose a todas las mirillas: cada capítulo está narrado desde el punto de vista de un personaje, y todos esperan por turnos su oportunidad de hablar, de explicarse, de confesar. Desde largos monólogos interiores hasta conversaciones entre pitillos, las vidas de todos ellos se abren como flores y ya no son desconocidos nunca más. Es más, son amigos, y podemos ver en su narración atisbos de nuestra propia experiencia.

De tal tía, tal sobrina

No sabemos si el talento puede ser algo hereditario, pero en este caso desde luego lo parece. Silvia Laforet, nacida en Madrid en 1969, es sobrina de Carmen Laforet, y como ella parece que nació con el impulso. Como su tía, Silvia ha encontrado un lenguaje propio, singularísimo, y no le tiemblo el pulso al utilizarlo.

Ha publicado tres ensayos y una novela corta, artículos y relatos, con los que ganó varios premios; ha participado en programas de radio y televisión y en publicaciones periódicas. Ahora Editorial Planeta nos trae su primera novela en una edición tan fresca y ligera como la obra misma.

Y no podemos cerrar esta reseña sin cederle la palabra a Alicia, protagonista de nuestra historia, quien afirma que:

[quote]“Yo lo que quiero es alquilar una buena primavera. Una primavera sin frío ni calor, ni corta ni perezosa; los días, ni oscuros sin pesados, la vida ligera, en equilibrio, las flores de mayo, las ventanas abiertas…”[/quote]

Pero Alicia aprenderá que la vida son fríos y calores. Y como dice la sabiduría popular, no se trata de esperar a que pare de llover, sino a aprender a bailar bajo la lluvia.

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