Duerme Pueblo

Unas misteriosas muertes destrozan la armonía de un pequeño pueblo norteño. Brujas, niñas que saben más de lo que dicen, lobos, curas y alcaldes tercos e inflexibles… Tenemos buenos mimbres para tejer una historia sobre y desde la oscuridad de ciertos ambientes rurales. “Duerme pueblo” ha resultado un éxito de crítica y recibido alabanzas por do ha pasado, pero otra vez nos toca a nosotros poner la inarmonía. Este librito en rústica que edita La Cúpula posiblemente tenga su público y existan lectores a los que asombre. La sección cascarrabias de El Mar de Tinta no se engloba en ellos. Sigan leyendo y luego opinen, si a bien lo tienen.

Diferentes son las maneras en las que puede abordarse una historia de brujas, bosques y gañanes con antorchas. Podemos pintarla como una narración de terror clásico. Seremos entonces tétricos y buscaremos causar el desasosiego en el lector al estilo del “Harrow County” de Bunn y Crook. Otra vía es trocarlas en algo parecido a superheroínas como las “Brujas” de Mike Deodato o la “Bruja Escarlata” que en su día creara (¡¡todos de rodillas!!) Jack Kirby, con sus trajecitos ajustados que tan poco dejan a la imaginación. O crear una historia para el público juvenil tan chula como el “Brujeando” de Guarnido y Valero. Y si me aprietan mucho, me lanzo por la bufa y el cachondeo de aquella épica página del  “Ortega y Pacheco” de Pedro Vera, en la que huyendo de la Santa Compaña se encuentran con un concierto de Juan Pardo, prefiriendo entonces volverse con la procesión de las ánimas, que da menos miedo.

Pero entonces malo es el quedarse en la indefinición. Oigan, que a lo mejor es cosa nuestra. Como escribimos esto en período vacacional, no es descartable que suframos licuación de neuronas y no nos hayamos enterado de nada. Y aunque varias han sido las relecturas, seguimos sin saber en qué posición juega este “Duerme Pueblo”.

Deus ex machina

La narración comienza bien. Van sucediendo los acontecimientos y el guion va ofreciendo pistas para que las amontonemos. Los planteamientos iniciales y la presentación de personajes están bien construidos y resultan eficaces. Pero a partir de ahí se nos escapa el cuento por los cantos. Los personajes se diluyen y pierden carisma y empaque. Conforme avanza la trama se va perdiendo el interés y casi llega un momento en el que estás deseando que se acabe.

Con todo, aunque  aplique con saña el Artículo 25, sigue con un tono para aprobado hasta que llega el clímax final. Ese momento, ese justo instante, nos hizo preguntarnos: ¿por qué? ¿Cuál es la razón para ello? Resulta desconcertante. Y molesto. La historia se cierra con una gran decepción y nos desubica por completo. Aún a riesgo de resultar reincidentes, hemos de resaltar que lo dicho antes nos deja abandonados ante el vacío y sin discernir qué clase de narración acabamos de terminar. Muchas veces obviamos pequeñas aristas en los tebeos que leemos, pero ésta se nos hace insalvable.

Inconsistencia en tinta azul

Núria Tamarit y Xulia Vicente se han repartido las tareas de escritura y dibujo, pero sus estilos son tan parecidos que cuesta distinguir diferencias entre las páginas dibujadas por una u otra. El arte de éste comic es otro punto débil. Navega entre la línea clara y el manga sin quedarse en ningún sitio. Las planchas están bien estructuradas y la disposición de viñetas es buena, permitiendo una lectura fluida y ofreciendo una imagen general interesante. Pero al entrar en detalle es donde nos volvemos a tropezar.

El dibujo resulta deslavazado, disperso. Hay sensación de prisa, de tira para adelante y no frenes mucho que no me quiero entretener. Desborda debilidad y no llena las planchas como debe. Se las ha comparado con Jillian Tamaki en “Aquel verano”, lo que a nuestro entender no debe ser motivo de orgullo en absoluto para ellas. Y luego, como puntilla en morrillo, se ha dibujado parte de la obra en blanco y negro y el resto en el odioso y repulsivo bitono. El Monstruo Espagueti Volador maldiga al primero que tuvo la idea de pintar un tebeo en dos colores. Otra cuestión a resolver. No hay necesidad real de semejante división. No existe la suficiente diferenciación en las subtramas que justifique su uso. A pesar de lo dicho, buenos son los cimientos. Creemos con sinceridad que estas dos autoras noveles pueden dar mucho más y  estaremos atentos a su evolución. Se les adivinan capacidades y cualidades que todavía no han desarrollado en su totalidad pero que pueden dar al alumbramiento de interesantes cosas en el futuro.

Esperamos más a la próxima

Núria Tamarit es castellonense y Xulia Vicente coruñesa. De la cosecha de 1993, se conocieron mientras estudiaban juntas en la Faculta de Bellas Artes de Valencia. Fundadoras y colaboras de fanzines su primera obra conocida es una mezcla de novela y tebeo llamada “El misterio de la mansión quemada”, en colaboración con Miguel Giner Bou. Este “Duerme Pueblo” es su debut conjunto, habiendo despertado el interés del mundillo y creado buenas expectativas sobre el futuro.

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