El candor del padre Brown

En la rica tradición de narrativa detectivesca británica, hay dos nombres que ocupan una posición privilegiada, a considerable distancia del resto de detectives de ficción. Por encima de todos destaca, por supuesto, el gran Sherlock Holmes, seguido a corta distancia por Hercule Poirot.

Menos conocido por el gran público, probablemente, es el padre Brown. Creado por G. K. Chesterton a principios del siglo XX (lo cual le sitúa cronológicamente entre Holmes y Poirot), las aventuras de este perspicaz sacerdote católico poseen un innegable encanto. La reciente reedición por parte de Alianza Editorial de “El candor del padre Brown” nos permite disfrutar con la lectura de los doce primeros relatos protagonizados por este peculiar investigador con sotana.

El padre Brown y Flambeau

El padre Brown es un hombrecillo regordete cuya apariencia inofensiva le permite pasar desapercibido en situaciones complicadas. Al igual que ocurrirá con el Poirot de Agatha Christie, tanto los criminales como los agentes de la ley tienden a menospreciar al sacerdote, circunstancia de la cual éste es perfectamente consciente. No obstante, su anodino aspecto enmascara una mente sumamente aguda, así como un amplio conocimiento de la naturaleza humana gracias al cual es capaz de resolver los más enrevesados crímenes.

La bondad del padre Brown le lleva en varias ocasiones a dejar que los propios remordimientos del criminal sean los que le lleven a entregarse a la Justicia (o, en algún que otro caso, a optar por el suicidio antes de enfrentarse a una condena segura). Pero también intentará el sacerdote conducir a los criminales a la senda del bien, y su mayor éxito en ese sentido será Hercule Flambeau.

Flambeau es un antiguo ladrón de origen francés, físico imponente y fuerza hercúlea, reconvertido en detective privado gracias al tesón redentor del padre Brown. Tras ver cómo el sacerdote desbarataba sus planes en tres ocasiones (en “La cruz azul”, “Las extrañas pisadas” y “Las estrellas errantes”), el delincuente retirado compartirá protagonismo con su “salvador” en la mayoría de los relatos incluidos en “El candor del padre Brown”.

Brown versus Holmes

Sabemos que Chesterton leyó en su día las historias de Arthur Conan Doyle protagonizadas por Sherlock Holmes, así que es lógico suponer que la obra de Doyle influyera de un modo u otro en la creación del padre Brown (inspirado, por cierto, en el padre John O’Connor, sacerdote amigo de Chesterton). Lo cierto es que existen paralelismos rastreables no sólo en las aventuras de Holmes, sino en historias seminales como las escritas por Edgar Allan Poe con el caballero Auguste Dupin como protagonista.

Algunos de esos elementos comunes son la existencia de un método deductivo basado en la observación minuciosa de la escena del crimen, o la presencia de un amigo del detective que le acompaña en sus investigaciones. Además, al igual que ocurre en otros numerosos casos en el género detectivesco, cuando la policía hace acto de presencia en las historias, sus miembros no suelen quedar en muy buen lugar.

No obstante, las similitudes entre Holmes y Brown no van más allá. Mientras que el inquilino del 221B de Baker Street ansía el estímulo mental provocado por un enigma en apariencia irresoluble, hasta el punto de convertir la investigación detectivesca en su profesión, el padre Brown no busca activamente el crimen, sino que suele cruzarse con él por mera casualidad. Su carácter tranquilo está a años luz del hiperactivo Holmes, y el modo en el cual emplea su inteligencia para dar con la verdad se asemeja más al de Poirot y sus “pequeñas células grises”.

Pequeño gran detective

El talento narrativo de G. K. Chesterton se aprecia en todo su esplendor en la docena de historias que componen “El candor del padre Brown”. No hay dos relatos que compartan estructura, y el autor se permite situar a su creación en lugares tan dispares como un hotel sumamente exclusivo (“Las extrañas pisadas”), una vieja mansión escocesa (“El honor de Israel Gow”) o la sede de un nuevo culto religioso (“El ojo de Apolo”). Por su parte, el sacerdote no se limitará a resolver crímenes recientes, sino que llegará a usar su ingenio para desentrañar enigmas del pasado (“La muestra de la espada rota”).

Está claro que el padre Brown no goza de la popularidad de Sherlock Holmes (¿qué otro detective de ficción lo hace, en realidad?), pero la creación de Chesterton sigue gozando de una estupenda salud más de un siglo después de su primera aparición. Buena prueba de ello es la serie televisiva protagonizada por Mark Williams y emitida por la BBC, con cuatro temporadas en su haber (45 episodios) y una excelente recepción crítica. Así, quien no conozca todavía a este sagaz y bondadoso sacerdote, tiene ocasión de hacerlo gracias a esta antología, la cual recomendamos sin reservas desde El Mar de Tinta.

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