El despertar

La moda de la literatura zombi, con unos cuantos años a sus espaldas ya, parece gozar todavía de una excelente salud en nuestro país. Así, el número de autores patrios que se aventura en el género no para de crecer, debido probablemente a una incesante demanda que suele garantizar unas ventas mínimas más que aceptables.

Timun Mas, editorial con un buen número de novelas protagonizadas por muertos vivientes disponibles en su amplio catálogo, nos ofrece en esta ocasión «El despertar», de Elio Quiroga-Rodríguez. Y si bien resulta harto complicado aportar originalidad en una temática tan reiteradamente explotada, el escritor canario ha logrado dar una nueva y sorprendente vuelta de tuerca a la clásica historia de pandemia zombi.

La plaga que cayó del cielo

Todo comienza en una granja norteamericana, en la cual cae un meteorito que es encontrado por el dueño del lugar. Sin ser consciente de ello, James Wolski se convierte en el primer infectado por lo que acabará conociéndose como el «zombivirus». Dicha infección transformará a un buen número de seres humanos en unos muertos vivientes que, a pesar de compartir con los zombis clásicos ciertas características, resultarán mucho más tratables.

Tras unos primeros momentos de confusión y de alarma, la presencia de zombis será aceptada por una sociedad que no tardará en encontrar la manera de beneficiarse de la peculiar afección padecida por gran parte de la población mundial. Al fin y al cabo, los no muertos siguen manteniendo intacto su intelecto en la mayoría de los casos, y el hambre que sienten por la carne de sus antiguos congéneres es fácilmente controlable con sucedáneos y determinados alimentos que incorporen una mínima cantidad de materia humana entre sus ingredientes.

Morir para cambiar de vida

En una situación ya normalizada, con los zombis perfectamente integrados en la cotidianeidad a lo largo y ancho del planeta, le toca a Amelia despertar un día transformada en una muerta viviente. Su condición de madre y esposa complaciente dará un giro de ciento ochenta grados, y se verá inmersa en una serie de situaciones que ni en sus más locos sueños habría llegado a imaginar.

De la noche a la mañana, Amelia pasará de ser una gris ama de casa a trabajar a la fuerza en un local de striptease donde también se organizan brutales peleas entre revividos. Y, por si no fuera suficiente, acabará envuelta en una inesperada invasión de origen alienígena que podría acarrear nuestra completa extinción.

Zombi: el nuevo superhéroe

Una de las cosas que más llaman la atención en lo que a Amelia respecta es que su nueva condición, a pesar de conllevar ciertas desventajas, la convierte en una suerte de superhumana. Posee una gran fuerza física, es inmune al dolor (o no, aunque ya hablaremos de ello más adelante), su intelecto se ha incrementado y, por extraño que resulte, es capaz de ralentizar o acelerar a voluntad en su cerebro todo aquello que ve, pudiendo acceder a dichas imágenes cuando lo desea.

Como vemos, en el caso particular de nuestra protagonista, ser una muerta viviente tiene evidentes atractivos. Si a todo lo anteriormente mencionado sumamos sentidos aumentados, y le añadimos que Amelia es una mujer de muy buen ver (y con una libido ciertamente activa), podría decirse que nos encontramos ante una genuina heroína zombi, probablemente la primera de su especie.

Elio Quiroga: guionista y novelista

«El despertar» es la primera novela de Elio Quiroga-Rodríguez, autor de varios libros como  «Mar de Hombres», «Ática», «El Ángel del Yermo», «La Música en el Cine» o «La Materia de los Sueños». No obstante, probablemente será más fácil para el lector reconocerle como el guionista de películas de terror tan logradas como «La hora fría» o «No-Do».

Elio Quiroga no es el primer guionista en aventurarse por el turbulento mar de la escritura de novelas, una jugada arriesgada que no siempre se salda con la creación de un buen libro. Ciertamente, no es lo mismo escribir un guión cinematográfico que dar forma a una narración novelada y, en el caso que nos ocupa, en El Mar de Tinta consideramos el resultado final como francamente mejorable.

Un debut insatisfactorio

«El despertar» es una novela pletórica de ideas, y algunas de ellas han sido desarrolladas con acierto por el autor. No obstante, hay elementos de la trama que parecen narrados de forma apresurada, sin que les dedique el tiempo necesario para redondear conceptos que quedan desdibujados.

Sorprende el modo en el cual varía el tempo de la historia, pasando de un ritmo medido y más que adecuado, a un último tercio en el que se comprime gran cantidad de información y todo se cuenta deprisa, casi como si Quiroga estuviera deseando terminar la escritura lo antes posible. La evolución de Amelia resulta, llegados a ese punto, muy poco creíble, y el «enfrentamiento final» llega de forma inesperada y anti climática.

También es destacable la abundancia de incoherencias narrativas, con zombis que se supone que no sienten dolor y que sí que lo padecen en determinados momentos, o perros viejos que se convierten en cachorros en un evidente despiste del autor. Y no podemos olvidar alguna frase como «que no regresara de regreso» que, además de herir nuestras retinas, pone de manifiesto la ausencia de una revisión adecuada del manuscrito (algo que, lamentablemente, ocurre con demasiada frecuencia en el panorama literario español).

Una novela más

Todo lo expuesto en los párrafos anteriores nos lleva a considerar «El despertar» como una novela más entre la abundante cantidad de obras de temática similar editadas cada año en nuestro país. Nos encontramos ante un libro que probablemente podrá gustar a los aficionados al género más completistas, aunque los más selectivos quizá se llevarían una decepción tras leerlo.

En resumidas cuentas, tenemos la impresión de que se trata de un título menor. Al contrario que otros libros protagonizados por zombis y escritos por autores españoles, no tardará en caer en el olvido. Esperamos que, en próximas novelas, Elio Quiroga demuestre el talento del cual ha dado buena muestra en sus trabajos cinematográficos.

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