El día más largo del futuro.

Mira que son bonitas las distopías. Tienen un vayaustedasaberqué magnético. Nos hipnotizan esas historias de futuros tenebrosos sembrados de mutantes. O esos tiempos venideros asépticos, fríos y vacuos. Y quizá sea por mostrarnos un rostro de la Humanidad que nos negamos a aceptar. El rostro del primate primitivo, salvaje y falto de normas y moralidad que forramos de civilización para disfrazar su oscura y sucia realidad. Y si le metemos extraterrestres y robots asesinos es el acabóse, oigan.

Se consideran “1984”, “Un mundo feliz” y “Fahrenheit 451” como las fundadoras del género distópico. Todas nos pintan sociedades que tienen como partida situaciones reales que han degradado hasta el punto fantástico e imaginario en el que malviven y padecen los protagonistas. Debe existir un término indiciario básico del que inicia la figuración. La política, la economía o la religión las tenemos siempre a mano para cimentar estas historias que siempre son angustiosas o terroríficas. Y no solo por su propia esencia sino gracias al fondo verosímil y más o menos actual sobre el que apoya, aunque son válidas aquellas que surgen de la introducción de un agente exógeno que viene a fastidiarnos la tarde.

Chunga línea clara

En nuestro universo entre viñetas son muy numerosas las distopías, pero no deben dejarse de mencionar las archiconocidas “The Walking Dead” (Robert Kirkman y Tony Moore), “V de Vendetta” (Alan Moore y David Lloyd) y “El Eternauta” (Héctor G. Oesterheld y Solano López); las muy duras “Crossed” (Garth Ennis y Jacen Burrows) y “Mundo Mutante” (Jan Strnad y Richard Corben”) o la divertidísima por bufa “Después de la Bomba” de Bonvi.

“El día más largo del futuro” nos da una pizquita de todo eso. Malvadas corporaciones que dirigen la vida de la gente con el objeto único del poder y de su propio beneficio, máquinas asesinas, hombres alienados que sufren la arbitrariedad de una sociedad cruel y aliens que aparecen para remover un poquito más la sopa.

Es un guión muy bien estructurado y desarrollado que juega con dos elementos sobre los que pivotar, meternos en sus entretelas y dejarnos pegados a las páginas. El primero de ellos es crear una historia dual. Dos protagonistas viviendo en el mismo universo. Cada uno de ellos con su particular historia desarrollándose sobre un mismo escenario. En un momento dado se entrecruzarán, se harán un nudo y se soltarán para finalizar cada uno por su cuenta. Lucas Varela pinta un tríptico con leyenda propia en cada uno de sus laterales para fusionarlos en el centro y resolver la trama fundiéndolos.

El segundo es más arriesgado y requiere de una habilidad que sea consistente y efectiva para narrar sin diálogos. Efectivamente, es una historieta muda (prácticamente), pero autosuficiente en lo visual para contar con solvencia. No hay explicaciones, no hay verbalidad y maldita la falta que hace. La expresividad y el lenguaje corporal de los personajes y las situaciones se bastan y sobran para construir una narrativa excelente.

Línea clara chunga

Vemos en Lucas Varela a Max, a Mattioli, a Joost Swarte y a los grandes de la línea clara. Tiene un trazo limpio y firme. Detalla cuando es necesario y obvia fondos cuando cree que sobran. Su dibujo es tan eficaz narrando como lo es el guión y vive del uso puro de la imagen para desligar la historia.

El aseo en el trazo, el diseño inteligente de las planchas o el coloreado suave no endulzan el tono del libro. Se utiliza para el retrato de una sociedad aséptica y uniformada en lo exterior y de podridas entrañas. La paleta utilizada se aprecia bien en la edición de La Cúpula, cuyo tamaño considerable deja disfrutar en su plenitud el brillante trabajo de Varela.

Diseño enviñetado

Lucas Varela (Argentina, 1971) es un diseñador gráfico al que picó el bicho de la historieta. Reside actualmente en Francia y además de sus trabajos como ilustrador para el Financial Times ha publicado un buen número de tebeos entre los que destaca “La Herencia del Coronel” con guión de Carlos Trillo y que en España publicó Dibbuks, o su otra publicación en La Cúpula titulada “Diagnósticos”.

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