El Dios Rata

¡Richard Corben! ¡Olé! Siempre se ha de agradecer que vayan publicándose por estas tierras obras de una de las más sagradas vacas del tebeo mundial. De obra inabarcable por fecunda, en escaso porcentaje nos ha defraudado alguna vez. Lo sentimos si a lo largo del texto que viene más abajo en alguna ocasión nos mostramos más como fanboys que como críticos o analistas. Perderemos la equidistancia y la ecuanimidad. Como lo sabemos, avisando vamos. Y si encima caen en una edición de tapa dura con un gran tamaño que permite el goce indisimulado del arte de Mr. Corben, no se puede hacer otra cosa que ir a por ella.

El clásico terror literario de castillo encantado con fantasma cargando cadenas como si fuera un vigilante de seguridad se viene abajo cuando, poco después de alumbrado el siglo XX, entra en la escena el conocido como “terror cósmico”. La magia queda apartada y es permutada por horrores que se arrastran por los más antiguos recodos de la memoria de los hombres. H.P. Lovecraft y sus compinches de fechorías poéticas engendran terrores de más allá del tiempo y del espacio. Los avances científicos, en especial en astronomía, sacan al homo sapiens de su cómodo nido y lo empujan a un abismo insondable de tiempo y distancia. Allí, contemplan cómo anidan cosas cuyo origen se escapa de su comprensión, llenando de pavor sus pobres almas de simples mortales.

Aprovechando mitos

Sobre estos pilares construye Corben la estructura básica de “El Dios Rata”. Es éste un confeso admirador de Lovecraft y Poe, y ha adaptado al cómic varias narraciones de ambos. Tenemos los lugares comunes a los mitos del nunca suficientemente adorado Cthulhu: Arkham, la Universidad de Miskatonic, un semidiós primigenio sediento de sangre, un puñado de criaturas subhumanas destinadas a provocar el asco con su sola presencia y un hombre que por mor de las circunstancias se encuentra en medio del fregado.

Aquellos que sean seguidores del culto a Cthulhu van a sentirse pronto como McGyver en una ferretería. Van a disfrutar (y mucho) de esta recopilación de la miniserie de 5 números que editó originalmente Dark Horse en Estados Unidos. Como ya hemos indicado, los ingredientes del guiso están todos. Es el aderezo lo que sufre pequeñas variaciones para darle otro sabor.

Por razones sentimentales, un arrogante y afectado miembro de la buena sociedad de Arkham inicia un viaje por rincones olvidados. Estos lugares viven saturados de gente extraña y antiguas leyendas, construyendo un ambiente lóbrego y peligroso que lleva a nuestro protagonista a sufrir varios contratiempos poco agradables, por decirlo de alguna manera. Corben edifica la trama con habilidad. Da una pincelada aquí y otra allá para irnos dando pistas. Al final todo casa sin necesidad de sacar el Deus ex machina del cajón y la fábula remata con la misma solvencia que el resto del relato.

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Corben siempre tuvo talento para narrar, y el trabajar con otros grandes guionistas durante su carrera le ha ido enseñando las costuras del oficio. Aprovecha las entretelas clásicas de los «Mitos de Chtulhu» y los modifica con detalles de fondo que le otorgan una personalidad diferente. En la mitología Lovecraftiana canónica, el protagonista suele ser la víctima de situaciones que le llegan sin buscarlas y suelen tener finales desagradables, es más un agente pasivo de la acción que un engranaje que haga funcionar la trama. Aquí, el protagonista orienta su propia labor y el desenlace final está moldeado sobre las decisiones del mismo. Bienvenidas sean las alteraciones cuando como estas son.

Virtudes omnipresentes

Richard Corben es uno de los maestros indiscutibles del medio. No se admiten discusiones. Que no, que no insistan. Tiene un trazo enérgico y una facilidad compositiva pasmosa. Un estilo inimitable con sus propios esquemas que hacen reconocibles sus dibujos a simple vista. Expresa el movimiento como pocos y alcanza la totalidad de los registros posibles, desde la caricaturización de rostros al realismo más vivo y salvaje. Posee una capacidad asombrosa para el sombreado y un tratamiento del color que fue tan innovador en su momento que necesitaríamos un tratado completo para describirlo.

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Encontramos, claro, detractores. Se le acusa de dificultades en el tratamiento de las figuras de pequeño tamaño, exageraciones anatómicas en la figura femenina justo donde se están imaginando y de abusar de la representación de atributos masculinos de proporciones épicas. Ya me entienden. Si bien el propio Corben reconocía el primer aspecto en su momento, cierto es también que el paso de los años han ido limando asperezas y los aprietos con ciertos planos ya casi han desaparecido. Sobre el resto, bien, no hallaremos en “El Dios Rata” penes ciclópeos pero si desnudos femeninos voluptuosos. Si son ustedes de los que se molestan por ello, ya van sobre aviso. A nosotros, para ser sinceros, tanto nos da.

Autor universal

Nacido el primer día de octubre de 1940 en Misuri (Estados Unidos), la obra de Richard Corben es tan amplia y vasta que no nos cabe en estas breves líneas ni empujando. Criado en el underground cafre de los años sesenta, obtuvo el reconocimiento internacional con sus historias para la Warren Publishing en la revista “Creepy” y la salida de la saga “Den”. Se ha movido siempre con absoluta libertad creativa, alternando las historias de terror y ciencia ficción con trabajos para Marvel, DC o Darkhorse. A modo de escaso resumen podemos mencionar como más destacadas de entre sus obras, tanto con guión propio como en colaboración con otros, algunas como “Den”, “Mundo Mutante”, “Las Mil y Una Noches”, “Bloodstar” y sus trabajos para colecciones como “Hellboy”, “Hellblazer” o “Hulk”.

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