El pozo del cielo

Ediciones Destino vuelve a apostar por Cristina Cerezales Laforet. Sus éxitos “Música blanca” y “Amarás a tu hermano” han empujado a la escritora al escenario de las emociones encubiertas, la utopía del querer sin condición y la eterna búsqueda de la felicidad. Más allá de un relato amoroso, lo que en “El pozo del cielo” encontramos es una reflexión sobre cómo afronta la vida el ser humano.

“El pozo del cielo” se descuelga de los parámetros tradicionales de la novela romántica. Los amantes han depuesto la “fase absorbente” y han pasado a una lucha entre la nostalgia de los buenos tiempos y la tímida indiferencia. A pesar de su convicción, Florinda no consigue escapar de su casa. El vínculo con Andrés es demasiado fuerte como para romperlo sin consecuencias indoloras.

Reencontrarse o morir

Ha llegado el fin de una etapa. Aunque ha pretendido alargarlo todo lo posible su cuento de hadas clandestino está a punto de concluir. Es hora de reinventarse, la cuestión es hacia dónde. Florinda se ha perdido en una soledad continua de la que no sabe salir.

Andrés es un joven empresario casado. El matrimonio no marcha bien, pero ninguno de los dos ha tomado la determinación de finiquitarlo. En medio de ese sinsentido Andrés conoce a Florinda en un museo madrileño e inician una larga relación secreta que apenas sale de la intimidad de las cuatro paredes de ella.

Ambos disfrutan de su mutua compañía y de la pasión desbordante adornada de irrealidad mitológica. A veces dejan paso al mundo real y revisten parte del tiempo de un trabajo que comparten. Ella termina aislada, llevándole las cuentas del negocio desde su propio hogar. Después de varios años desconectada del entorno y coincidiendo con un viaje de él, alguien llamará a la puerta trastocando definitivamente su futuro. Se cambiarán las tornas al regreso de Andrés, abandonado en un territorio antes testigo del cariño.

Juegos de literatura y mitología

Cuenta la leyenda que el padre de Ariadna, el Rey Minos de Creta, tenía encerrado en un laberinto a un minotauro. Este monstruo mitad toro mitad hombre se alimentaba cada nueve años de más de una decena de atenienses. Uno de los años en que había que pagar el tributo, Teseo (hijo del Rey de Atenas) se ofreció para matarlo. Al ver a Teseo, Ariadna se enamora de él y le regala un ovillo con el fin de encontrar la salida al laberinto. La condición que ella le impone por salvarle es casarse.

El mito, que por cierto no acaba ahí, sirve de juego para Florinda y Andrés, a partir de ahora Ariadna y Teseo. Los capítulos se dividen precisamente en varias fases del laberinto de Teseo alternadas con el hilo de Ariadna, del que su amante va tirando para descubrirse a sí mismo mientras ella elabora un complejísimo ejercicio de introspección. Dicho ejercicio se produce en la distancia a través de cartas que deposita en casa cuando Andrés no está. A pesar de su ausencia, Andrés se instala allí esperanzado con la idea de un pronto retorno.

Ésta no será la única referencia bibliográfica. De hecho, el libro arranca con una cita proveniente del libro “Doña Flor y sus dos maridos” de Jorge Amado: “Usted, que escribe en los diarios, ¿puede decirme por qué se necesitan siempre dos amores? ¿Por qué a nuestro corazón no le basta con uno solo?”. Florinda echará mano de ese relato en algunos puntos de la historia debido a los paralelismos con su peculiar forma de asumir el amor.

Protagonismo femenino

La narración es obra de Florinda. El objetivo que persigue no es tenerle atado, sino ayudarle a vislumbrar sus verdaderas necesidades. En los apartados de Andrés el texto aparece en tercera persona del singular, con un narrador capaz de inmiscuirse en las sensaciones del hombre. Las figuras femeninas tienen un gran poder frente a la debilidad masculina, a menudo presa del alcoholismo, la violencia, la desidia, la poca sensibilidad para tratar con el sexo opuesto…

“El pozo del cielo” cobra interés dependiendo del estado anímico del lector. La crisis emocional por la que transita Florinda resulta inaccesible de tan profunda. Después, las paranoias de la protagonista se convierten en herramientas de análisis aplicables a uno mismo. A su vez, Cristina Cerezales mantiene el misterio sobre el paradero de Florinda. ¿Son reales los lugares y los personajes de los que habla en las cartas a Andrés? ¿Volverán a encontrarse? ¿Es factible curar tantas heridas abiertas, rehacer su amor, partir de cero?

Genética de escritora

Cristina Cerezales lleva sangre de escritora en las venas. Su padre Manuel Cerezales era periodista, crítico literario, editor… y su madre, la catalana Carmen Laforet, encarna un magnífico referente. Aunque se la recuerda por “Nada”, galardonada con el Premio Nadal en 1944, Laforet nos ha dejado trabajos de diversa índole tales como “La isla de los demonios” (1952), “La insolación” (1963) o “La niña y otros relatos” (1970).

Lejos de pasar desapercibida su vida se convirtió en una biografía novelada bajo el título “Música Blanca” en 2009. Ese fue el modo en que Cristina quiso homenajearla coincidiendo con el quinto aniversario de su fallecimiento. Entre las críticas vertidas cabe destacar la publicada en El Mundo: “La hondura en la contemplación, la necesidad de comprender a la persona objeto del relato y la delicadeza de los gestos, los detalles, las miradas y los silencios acaban por inundar su escritura de una vivísima sensibilidad”.

Cristina Cerezales (Madrid, 1948) comenzó a dedicarse plenamente a la literatura dieciocho años atrás. El toque artístico que le aporta a la novela a través de la escultura y de la pintura proviene de su gusto por ambas disciplinas materializado en años de docencia. A nosotros nos encanta que se haya aposentado en el mundo literario para hacernos partícipes de su destreza con las palabras, al igual que un día lo hicieron sus respetados progenitores.

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