El veterano

Con medio siglo largo de retraso, uno de los libros más duros y necesarios que jamás hayan sido escritos por fin ha visto la luz. La publicación de “El veterano” de Carl Schrade, que narra los once años que el autor vivió en cinco campos de concentración nazis, es uno de los testimonios más reales sobre cómo la raza humana puede llegar a ser tan horripilantemente despiadada. Descrito con cuidadoso detalle, el libro pone al lector los sentimientos a flor de piel, llegando a empatizar de forma cercana con quienes sufrieron una de las mayores atrocidades de la historia.

En mayo de 1934, el joven comerciante suizo Carl Schrade visita Berlín en un viaje de negocios. En una cafetería, realiza unos comentarios críticos hacia el gobierno de Hitler por lo que fue detenido al salir del establecimiento. Desde ese momento, Schrade perdió todo esbozo de humanidad, convirtiéndose en un objeto en posesión de los sádicos representantes del estado más violento de la historia: los miembros de las Schutzstaffel, las SS de la Alemania nazi.

Una publicación tardía

En abril de 1945, los soldados estadounidenses llegaron al campo de concentración de Flossenbürg, terminando con el sufrimiento de Schrade y sus compañeros. Después de su liberación, el autor prestó declaración en el proceso de Dachau contra el médico del campo: Heinrich Schmitz. Sus torturas y operaciones, que normalmente eran innecesarias y terminaban con la muerte del operado, están perfectamente descritas en la obra.

Después de la declaración, Schrade se estableció en Niza y vivió en casa de su amigo Jehann Knall-Demars, héroe de la resistencia francesa, con quien compartió cautiverio. En la década de 1960, decidió dejar testimonio escrito sobre la mayor de las barbaries del nazismo. Poco después de terminar la escritura del libro, le sobrevino la muerte, tras una larga enfermedad, mientras buscaba un editor para su obra. Knall-Demars decidió no publicarlo, ya que no quería recordar sus tristes años bajo el tutela del nazismo. No fue hasta 2011 cuando el nieto de Knall-Demars, Nicolas Quillici, encontró el manuscrito en casa de su abuelo y se encargó de buscar una editorial que estuviera dispuesta a publicar la obra.

Once años en un infierno

Narrado en primera persona, Carl Schrade realiza una autobiografía de su periodo viviendo en condiciones de esclavitud. Es de destacar la habilidad como escritor que muestra el autor y la destreza que tiene para describir los sentimientos que sentía en cada uno de los momentos descritos, teniendo en cuenta que el relato se escribió dos décadas después de los sucesos.

Aparte de los asesinatos, de los que Schrade también es testigo, el autor destaca el tratamiento inhumano que los miembros de las SS tienen hacia los prisioneros. Las horas interminables de trabajo, el hacinamiento en los barracones, las torturas, los ahorcamientos y las continuas palizas son perfectamente narradas y contextualizadas en un tiempo que supera los diez años. En este periodo, se advierte un aumento de la dureza y la crueldad del trato hacia los prisioneros.

Mucho más que una historia de buenos y malos

Con todo ello, el autor es muy hábil al no realizar una simplificación de la historia en antagonistas y resistentes. El trato personal que recibió de cada persona queda perfectamente reflejado. Por un lado, es especialmente crítico con la ideología nazionalsocialista, que conlleva una obediencia ciega a la cadena de mando, la excusa que utilizan continuamente los torturadores para llevar a cabo sus tropelías. El autor deja claro que su obra se sitúa en un contexto de tiranía, que impide a cada persona la realización de lo más básico de su existencia: la toma de decisiones.

Por otro lado, Schrade remarca que en este sombrío mundo de perversidad e inmundicia existe un pequeño espacio para la humanidad. La camaradería de los prisioneros está muy bien descrita, así como las escasas excepciones de alemanes que muestran pequeñas muestras de misericordia hacia los presos. Por otro lado, denuncia con especial repulsión a los reclusos que, con tal de recibir un trato algo más favorable, no dudan en colaborar con los opresores, llegando incluso a actuar como delatores o torturadores.

Un relato esencial para todos los públicos

A pesar de que sea un libro cuyo tema pueda resultar desagradable, el autor tiene la suficiente habilidad como para hacer que su lectura no sea tan indigesta como pueda parecer. Por ello, es una historia muy recomendable para todo tipo de lectores, incluso para aquellos con escasa afición por la historia. Es una obra que muestra hasta dónde puede llegar la crueldad humana y los medios que pueden emplear los sufridores para llevar de la mejor manera su agonía.

La edición del libro es buena, con una adecuada traducción y un formato apropiado para una atrayente lectura. Incluye un prólogo del historiador francés Fabrice d’Almeida, un epílogo de Jehan Knall-Demars, un nota acerca de la historia del manuscrito de Nicolas Quillici y un eje cronológico que completan, desde un punto de vista científico, la imprescindible narración de Schrade.

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