Evelina
Uno de los grandes problemas a los cuales se enfrentan los admiradores de los libros de Jane Austen es el escaso número de obras firmadas por la talentosa autora británica. Es bien cierto que existen numerosas imitaciones, revisiones y continuaciones de novelas como “Orgullo y prejuicio” o “Juicio y sentimiento”. No obstante, en la mayoría de los casos el resultado no consigue despertar las mismas emociones que las aventuras de Elizabeth Bennet o Elinor Dashwood.
Afortunadamente, dÉpoca Editorial, empeñada en ofrecernos grandes obras desconocidas en nuestro país, ha publicado recientemente “Evelina”, la primera novela escrita por Frances Burney (1752-1840). En ella podrá encontrar el lector situaciones y personajes que le traerán a la memoria de inmediato las obras de Austen, quien leyó y admiró en su día los libros de una mujer considerada como una de las “madres de la novela”.
Historia de una joven dama
Evelina Anville es una joven huérfana de madre cuyo padre (sir John Belmont, un rico Barón) no la reconoce como hija suya, y cuya abuela (madame Duval, una antigua camarera de costumbres libertinas) no ha querido saber nada de ella desde su nacimiento. Afortunadamente, Evelina fue acogida por el everendo Villars, un hombre recto y de gran corazón que la ha criado en su casa rural como si fuera de su propia sangre.
A punto de cumplir los dieciocho años, Evelina viajará a Londres acompañando a los Mirvan, una rica familia deseosa de que conozca todo cuanto la capital tiene que ofrecerle. En la populosa urbe nuestra joven protagonista se encontrará con su desagradable abuela y con los Branghton, impresentables parientes de esta. Además, conocerá al caballeroso lord Orville, al libertino sir Clement Willoughby y al señor Macartney, un joven y desgraciado inquilino de los Branghton.
Londres será para Evelina un lugar fascinante y aterrador a un tiempo, y allí tendrá ocasión de ser objeto de ciertos comportamientos que le harán desear regresar lo antes posible a la tranquilidad de su hogar en Berry Hill. De su estancia en la capital británica se derivarán importantes acontecimientos cuyo desarrollo, plagado de equívocos y sorprendentes revelaciones, harán que la muchacha acabe madurando y entendiendo un poco mejor la forma en la cual funciona el mundo.
Damas, caballeros y rufianes
“Evelina” es una novela en la cual se pueden diferenciar dos tipos de personajes tremendamente opuestos entre sí. En primer lugar tenemos a quienes se comportan con sensatez y educación, representando para nuestra inocente protagonista un espejo en el cual mirarse. Destacan en este grupo, entre otros, los ya mencionados lord Orville, el reverendo Villars y el señor Macartney, sin olvidar a damas como lady Howard y la señora y la señorita Mirvan, preocupados todos por el bienestar de la joven Evelina.
Por otro lado, describir a la nómina de personajes desagradables que aparecen en la novela es una tarea que excede con mucho el espacio disponible en una reseña. Entre esa colección de seres maleducados y egocéntricos, de cuyos actos es testigo una escandalizada Evelina, cabe destacar al capitán Mirvan y a madame Duval. La intensa animadversión que ambos se profesan da pie a una serie de “bromas” crueles que el rufianesco marinero perpetra sobre la insoportable abuela de Evelina (si bien no será esta la única víctima del peculiar sentido del humor del “caballero”).
La dolce vita
Frances Burney retrata en “Evelina” un mundo poblado por personajes ociosos, acostumbrados al lujo y a toda clase de comodidades. Tan sólo en alguna que otra ocasión (como sucede con los Branghton, por ejemplo), conocemos la forma en la cual se ganan la vida quienes rodean a la joven. Podemos asumir que, en su mayoría, se trata de rentistas, dueños de una cantidad de dinero más o menos importante, la cual les aporta unos intereses anuales con los cuales pueden llevar una vida cómoda y despreocupada. Algo similar a lo que ocurre con los protagonistas de las novelas de Jane Austen, por cierto.
La estancia en Londres de Evelina transcurre entre paseos por parques y jardines, bailes y visitas al teatro o a la ópera. Y el posterior viaje a Bristol ofrece no pocas ocasiones para que la joven tenga ocasión de conocer nuevas diversiones, si bien es cierto que la mayoría de las veces preferiría quedarse en casa y dejarse de frivolidades a las cuales no está acostumbrada. Además, no hay que olvidar que Evelina no dispone de dinero, por lo cual depende de la generosidad y la hospitalidad de quienes se ofrecen a acogerla, algo que la pone en una situación muy difícil en algunas ocasiones.
Una gran novela epistolar
“Evelina” es una obra compuesta por un buen número de cartas, la mayoría de las cuales las dirige la protagonista al reverendo Villars desde las distintas ubicaciones en las que se halla en cada momento. En sus extensas misivas, la muchacha narra con todo lujo de detalles su día a día lejos del hogar, reproduciendo diálogos y ofreciendo una visión pormenorizada del carácter de cada uno de los personajes que se encuentran a su alrededor. De este modo, tanto su protector como los lectores podemos disfrutar con la capacidad descriptiva de la joven, y tenemos la oportunidad de ser testigos de los cambios que se producen en su personalidad y en su visión de la vida.
Como ya hemos dejado claro más arriba, en El Mar de Tinta creemos que “Evelina” es una novela ideal para quien desee revivir las sensaciones experimentadas durante la lectura de las obras clásicas de Jane Austen. No obstante, la calidad de su prosa (magníficamente traducida por Eva María González Pardo), así como la esmerada edición realizada por dÉpoca (la cual incluye un buen número de ilustraciones de Hugh Thomson y un interesante posfacio firmado por Susanna González), convierten a este libro en una lectura muy recomendable que satisfará a todo amante de la buena literatura dieciochesca.