Federico García Lorca en Nueva York y La Habana (Cartas y recuerdos)

Entender la conjunción de palabras de “Poeta en Nueva York” pasa ahora por leer “Federico García Loca en Nueva York y La Habana. Cartas y recuerdos”. Allí encontraremos escritos y documentos gráficos, algunos hasta el momento inéditos, que nos ayudarán a comprender las emociones del poeta en el viaje más determinante de su vida. Todo gracias a la minuciosa labor de Christopher Maurer junto con Andreu A. Anderson editada bajo el sello Galaxia Gutemberg.

Tenían que ser dos estudiosos de Federico García Lorca los que agrandasen su fondo biográfico para que otros disfrutásemos leyéndolo. Tanto Anderson como Maurer son profesores de literatura en Estados Unidos y la investigación acerca del poeta español no es novedad para ellos. Entre esas páginas profundizamos en la naturaleza de Lorca con sus luces y sus sombras, a menudo alegre, optimista y sociable, otras veces melancólico e incluso excéntrico. Fotografías, cartas y experiencias ofrecen al lector pistas para reconstruir el carácter de alguien que 78 años después de morir sigue generando preguntas.

Conflictos internos

Antes de marchar a América había sentido el placer del éxito con la publicación de “Romancero Gitano”. Tal y como cuenta su amigo Rafael Martínez Nadal, Lorca pasó de poseer su pequeño círculo de influencia a convertirse en uno de los grandes poetas de la nueva generación. Posiblemente ese fue el detonante de su necesidad de escapar (sin obviar la ruptura con el escultor Emilio Aladrén): la resaca del triunfo y el pronóstico de que un libro tan brillante marcara el final de su carrera o el encasillamiento de la misma dentro de la corriente folclórica andaluza.

Fernando de Los Ríos, profesor y mentor de Federico García Lorca a quien conoció en el Centro Artístico de Granada, detectó esa inquietud y les propuso a los padres del poeta viajar con él. Para el profesor también era el momento adecuado, dado que en señal de protesta por sus diferencias con el régimen de Primo de Rivera había renunciado a su cátedra en la Universidad de Granada. Los ánimos de ambos estaban a la altura del betún, de modo que el cambio de aires llegaba en la época ideal.

La mayoría de las cartas son las que intercambia el poeta con sus padres, impregnadas de entusiasmo y de una vida social repleta de reuniones, fiestas, conferencias y visitas al teatro. La carencia del inglés era sustituida a menudo por sus virtudes en el campo de la música, ya fuese cantando o tocando el piano. Entre tanto disponía de tiempo para sentarse a escribir poesía. “Estoy seguro de que los sonetos que ahora escribo son de una novedad y una factura bastante considerable”, comunica ya a finales de diciembre de 1929.

Respecto a las impresiones obtenidas del viaje se abre una brecha insalvable entre lo que supuso una y otra ciudad. Nueva York queda retratada como la modernidad y el atrevimiento por excelencia pero también cruel e indiferente, plagada de consumidores sin alma. Se salvan los negros, lo más delicado y espiritual de la ciudad. Al contrario que en Nueva York, La Habana se presenta cercana, parecida a Andalucía, un paraíso (“Si me pierdo, que me busquen en Andalucía o en Cuba”). Esa algarabía de emociones se palpa indudablemente en “Poeta en Nueva York”.

Etapa convulsa

Cuando el poeta granadino decide cruzar la frontera el contexto histórico no daba pie a las aventuras. En España el Gobierno dictatorial de Primo de Rivera estaba tomando tintes cada vez más arbitrarios y sus apoyos iban mermando. Presentar su dimisión al Rey era cuestión de tiempo, pues a las dificultades existentes se sumó el crack del 29, originario en Estados Unidos pero con repercusiones a nivel mundial: elevadas tasas de paro, endeudamiento de las familias, cierre de empresas, aumento considerable del déficit del Estado, devaluación de la peseta…

Que Lorca lo viese con sus propios ojos (él estaba en Nueva York desde junio y el desplome de Wall Street se produjo en octubre) le aporta una perspectiva inesperada acerca del poder del dinero y las consecuencias de perderlo de la noche a la mañana. “Este espectáculo me dio una visión nueva de esta civilización, y lo encontré muy natural. No quiero decir que me gustara, pero sí que lo observé con gran sangre fría y que me alegro mucho de haberlo presenciado”, le cuenta a su familia en una de sus misivas.

Para estudiosos de la materia

Adquirir este libro es un acto de amor hacia el poeta. De otra manera puede resultar complicado deleitarse leyendo un complejo de cartas y notas a pie de página en un tomo que supera las trescientas cincuenta hojas. Bien es cierto que las fotografías de Lorca con las amistades de la Universidad de Columbia, tarjetas postales, caricaturas, invitaciones y un largo etcétera de documentos gráficos adornan la densidad del texto mientras incrementan exponencialmente el valor de dicho trabajo.

La segunda parte del libro bajo el título “Recuerdos” no tiene nada que envidiar al apartado anterior. A través de ellos nos empapamos del grado de repercusión que tuvo Federico García Lorca en personajes de la talla de Federico de Onís (profesor y crítico español), Julio Camba (periodista), John Crow (compañero de residencia en la Universidad), Concha Espina, Mildred Adams (periodista, traductora e hispanófila), Antonia Mercé “La Argentina”… en unas ocasiones narrado en primera persona, en otras en tercera.

La fusión Anderson-Maurer

¿Es posible seguir bañando de luz la vida de un poeta del que se ha hablado hasta la saciedad? Parece ser que sí, y seguro que aún queda un largo camino por recorrer. Hasta la fecha podemos presumir de este ejemplar cuidadosamente editado por Galaxia Gutemberg donde se alojan las motivaciones del viaje.

Andrew A. Anderson es profesor de literatura española en la Universidad de Virginia. Indaga en la personalidad y en la obra de García Lorca publicando libros sobre la poesía tardía, preparando ediciones de diversos títulos lorquianos y encontrándole hueco a numerosos artículos en revistas y libros colectivos. Christopher Maurer es docente de literatura española en la Universidad de Boston y se ha volcado en el estudio de la poesía de los siglos XVI, XVII y XX.

Ambos tienen en común el “Epistolario completo” publicado en 1997. Unirse para ampliar conocimientos del poeta granadino no sólo es un lujo para los estudiosos sino también una manera de mantener en continua efervescencia la figura de Lorca.

2 respuestas a «Federico García Lorca en Nueva York y La Habana (Cartas y recuerdos)»

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *