He oído a los mares gritar mi nombre

Hay buenas ideas que, cuando se sobreexplotan, acaban por agotarse. Y, probablemente, ese sea el caso de las novelas y/o relatos de temática zombi. El mercado se ha visto saturado de obras de tal género en los últimos años, de modo que los lectores (salvo, quizá, los más acérrimos seguidores del subgénero), parecen haberse cansado de leer la misma historia (con mínimas variaciones) narrada una y otra vez.

Ante tal situación, resulta muy de agradecer que la editorial abanderada de los muertos vivientes en nuestro país haya decidido aventurarse en la edición de obras capaces de ofrecer nuevas perspectivas terroríficas. Así, como contrapartida a la exitosa y longeva Línea Z, Dolmen nos ofrece la Colección Stoker, inaugurada con “El arte sombrío” de Juan de Dios Garduño y continuada con “He oído a los mares gritar mi nombre”, una magnífica novela firmada por Víctor Conde.

Los misterios de Wissenkerke

Para Valeska y Rhonda, trasladarse a la ciudad holandesa de Wissenkerke iba a suponer una mejora en sus vidas. Valeska, ingeniera de profesión, confía en encontrar con facilidad un trabajo en alguno de los astilleros de la zona. Por su parte, Rhonda está a la espera de ser inseminada artificialmente para poder cumplir el sueño de la pareja de tener un hijo.

No obstante, las cosas no salen cómo ambas mujeres esperaban. Rechazada por todas las empresas en las cuales solicita empleo, Valeska acabará aceptando la oferta de un investigador cuya búsqueda en los fondos marinos acaba ocultando un terrible secreto. Mientras tanto, Rhonda comienza a tener unas visiones que la pondrán en contacto con una vieja familia cuya casa cobija un horror inimaginable.

La odisea submarina de Valeska y las vivencias de Rhonda en tierra firme guardan una insospechada relación. Cuando ambas descubran que se encuentran en el punto de mira de una secta con un terrible objetivo, habrán de enfrentarse a unos poderes ancestrales cuya existencia, ignorada por la mayor parte de la humanidad, es la base de incontables mitos y leyendas.

Las damas del mar

En “He oído a los mares gritar mi nombre” juegan un papel relevante las nards, unas muy particulares sirenas surgidas de la imaginación de Víctor Conde. Cuando cualquier persona piensa en tales criaturas mitológicas, con toda probabilidad la imagen que le viene a la mente es la de una hermosa joven con aspecto humano hasta la cintura, pero con cola de pez en lugar de piernas.

Lo que quizá no todo el mundo sepa es que las sirenas primigenias, originadas en el rico caldo de cultivo de la mitología griega, eran en realidad grandes aves con torso o cabeza de mujer. Dotadas de una voz con un atractivo irresistible, son estas sirenas las que se cruzan en el camino de Ulises en “La odisea” de Homero. La evolución del mito hacia las hermosas doncellas acuáticas por todos conocidos es tan compleja como curiosa, pero carecemos del espacio necesario para exponerla adecuadamente.

Volviendo a las criaturas surgidas de la imaginación de Víctor Conde,  el escritor tinerfeño combina elementos de ambas encarnaciones sirénidas y añade un toque personal para dar forma a unos seres tan fascinantes como temibles. Las nards imaginadas por Conde nacen como fruto de la agonía sufrida por una mujer al ahogarse, y cuentan con la compañía de los monstruosos tasyrs, enormes bestias prehistóricas cuya función es protegerlas.

Un autor consagrado

Víctor Conde es el seudónimo literario de Alfredo Moreno Santana, autor que ha recorrido un largo camino desde que Artifex editase “Piscis de Zhintra”, su primera novela. Cómodo tanto en el campo de la Fantasía como en los del Terror y la Ciencia-Ficción, Conde cuenta en su haber con dos de los premios más prestigiosos otorgados a la literatura de género en nuestro país: el Premio Minotauro y el Premio Ignotus. Ambos galardones recayeron sobre “Crónicas del multiverso”, una excelente space opera publicada en 2010.

Conde es un escritor polivalente, capaz de enfrentarse con el mismo buen hacer a historias destinadas a un público infantil, juvenil o adulto. Se trata, asimismo, de un narrador prolífico que lleva publicando tres o cuatro obras al año desde hace ya casi un lustro. Todo un lujo que pocos escritores patrios se pueden permitir, y que en El Mar de Tinta esperamos que continúe durante mucho tiempo.

Un cóctel tan inusual como atractivo

Víctor Conde ha conseguido aglutinar, en poco más de 300 páginas, tal cantidad de ideas interesantes y personajes atractivos que sorprende gratamente comprobar cómo cada pieza encaja a la perfección en su lugar correspondiente. Por los capítulos de la novela desfilan, entre otros: ocultistas nazis, monstruos marinos, fantasmas, sociedades secretas y un grimorio emparentado con el “Necronomicón”. Y todo ello a la sombra de la ominosa amenaza que supone vivir en una tierra robada a un mar deseoso de recuperar lo que le pertenece.

Con un estilo directo, exento de florituras estilísticas y salpicado de referencias que harán las delicias de cualquier buen aficionado a la “cultura popular”, “He oído a los mares gritar mi nombre” atrapa desde la primera página y ofrece una experiencia inolvidable. Si esta novela de Víctor Conde ejemplifica la línea que Dolmen pretende seguir en Stoker, puede que acabemos encontrándonos ante una colección ciertamente imprescindible. El tiempo lo dirá.

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