Joyland

Stephen King publicó “Carrie”, su primera novela, en 1974. Por lo tanto, en 2014 se cumplirán cuatro décadas de éxito ininterrumpido para uno de los escritores de Terror (entre otras temáticas)  más populares de la historia. Autor prolífico donde los haya, King cuenta en su haber con más de setenta volúmenes editados, un número de obras que no deja de crecer a un ritmo constante año tras año.

Cuando un autor cuenta con una producción tan amplia, es lógico encontrar altibajos en la calidad de su trabajo. No todos los libros de King son grandes obras, qué duda cabe, pero no puede negarse que el gran oficio del autor nativo de Maine es siempre garantía de historias bien escritas. Y, cuando King está inspirado y consigue el equilibrio perfecto entre un argumento interesante y una extensión adecuada del mismo, el resultado es una pequeña joya como “Joyland”, cuya edición en castellano debemos a Random.

La tierra de la diversión

Devin Jones tiene veintiún años, y su novia acaba de dejarle, lo cual le sume en una profunda depresión. Un estado de ánimo poco adecuado para trabajar en Joyland, el viejo parque de atracciones donde ha encontrado empleo durante el verano con el fin de conseguir un dinero que necesita para costearse los gastos universitarios. No obstante, los acontecimientos que vivirá en Joyland no tardarán en relegar al olvido su desengaño amoroso.

En el añejo parque Devin hará grandes amigos y descubrirá que posee una habilidad innata e insospechada para realizar ciertas tareas (entre las que destaca enfundarse en un asfixiante traje de perro y bailar para deleite de los niños). Pero también conocerá la siniestra historia de un crimen cometido en una de las atracciones, cuya víctima se aparece cada cierto tiempo en el lugar.

En cuanto al mundo más allá de los límites de Joyland, Devin conocerá a una joven madre y a su hijo, un muchacho muy enfermo dotado de un don inexplicable. La relación que establecerá con ellos, unida a las extraordinarias experiencias que vivirá mientras trabaja, cambiará la vida de nuestro protagonista  para siempre.

Sobre ferias…

En “Joyland” nos encontramos con un par de elementos que forman parte fundamental de la “cultura” norteamericana. El primero de ellos es el parque de atracciones como lugar de peregrinaje al cual acuden en masa cientos de personas para pasarlo bien, hartarse de comida basura y gastar un montón de dinero en casetas como la del tiro al pato para ganar, con mucha suerte, un peluche barato fabricado en China.

El parque que da título a la novela, lugar intermedio entre la típica feria de pueblo y un monstruo al estilo Disney, es una localización bien conocida por cualquier aficionado a la literatura o al cine procedente de los Estados Unidos. King describe con maestría a los feriantes que trabajan en Joyland, un grupo de personajes pintorescos con mucha experiencia a la hora de entretener a sus visitantes, mientras tratan de vaciarles los bolsillos sin que estos emitan queja alguna.

La narración está salpicada de peculiares términos pertenecientes al Habla, un lenguaje específico del mundo de las ferias que se compone tanto de elementos reales como de vocablos acuñados por el propio King. Así, expresiones como “coniles” o “puntazos” contribuyen a dotar a las escenas  desarrolladas en el parque de una atmósfera muy particular, y dotan al texto de un halo de verosimilitud.

…y asesinos en serie

El segundo elemento definitorio de la “cultura popular” en los Estados Unidos presente en el libro que nos ocupa es, mal que les pese a los norteamericanos, la figura del asesino en serie. Si bien algunos de los más famosos serial killers de la historia (como Jack el Destripador) no cometieron sus crímenes en tierras americanas, es allí donde parecen darse con mayor frecuencia casos de este peligroso tipo de criminales. Nombres como John Wayne Gacy, Ed GeinJeffrey Dahmer o Ted Bundy forman parte de los anales criminales estadounidenses, y han servido de inspiración para numerosos personajes cinematográficos y literarios.

En “Joyland”, Devin descubrirá la existencia de un asesino en serie el cual, años atrás, mató a unas cuantas mujeres jóvenes. De hecho, una de sus víctimas fue precisamente la chica que murió en el parque de atracciones. Así, a pesar de la presencia de un componente sobrenatural en la historia, King hace que quien genere la parte terrorífica de la misma sea una persona de carne y hueso. Algo nada descabellado si consideramos que, al fin y al cabo, pocos monstruos literarios pueden competir en crueldad con los seres humanos.

Larga vida al Rey

Stephen King tiene 65 años, pero está muy lejos de jubilarse. Su indiscutible talento, su envidiable capacidad para crear personajes fascinantes, la sencillez con la cual parecer tomar de la mano al lector para conducirle a dónde le apetezca: todo sigue intacto. Por eso en El Mar de Tinta estamos convencidos de que, quien fuera coronado como “rey del Terror” en su día mantendrá, en su sitio la corona y seguirá ofreciéndonos magníficas historias durante mucho tiempo.

Charles Ardai comenta sobre “Joyland” que es “una historia sobre madurar y hacerse mayor, y sobre aquellos que no pueden hacer ninguna de las dos cosas porque la muerte viene a por ellos antes de hora”. Lúcidas palabras que definen a la perfección un libro con leves ecos de “El cuerpo”, “IT” o “El resplandor”. Una novela emotiva, magníficamente escrita, que entusiasmará a los fieles lectores de la obra de King, y que sorprenderá gratamente a quienes todavía no la conozcan.

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