Juliette. Los fantasmas regresan en primavera

Tiempo hubo en el que en el mundo de los tebeos poca cosa había que no estuviera dentro de lo extraordinario y maravilloso. Durante décadas no vimos otra cosa distinta a mazas de hercúlea musculatura y extraños tipejos vestidos con mallas viviendo aventuras y dándose mamporros con la más nimia excusa. Por suerte, siempre hubo excepciones y de unos años para acá podemos leer cómics costumbristas los cuales también pueden ser divertidos e interesantes.

Las historias que viven el común de los mortales también pueden ser dignas de contarse entre viñetas. El homo sapiens del siglo XXI, en su cotidianeidad, puede ser tan seductor como una aventura entre naves espaciales o criaturas del averno. Sobre todo en el bochorno que provoca con la pusilanimidad o enajenación con la que visten sus vidas. Es un sentimiento parecido a la catarsis colectiva de los culebrones televisivos. Vidas corrientes, gente corriente e historias corrientes con las que podemos identificarnos y hallar los lugares comunes. Y, claro, emocionarnos con hechos que podrían ocurrirnos a nosotros o sentirnos reafirmados pensando que nunca nos iban a pasar las cosas que a los protagonistas de la narración.

Volver. Para nada

Juliette está huyendo. No sabemos exactamente de qué, pero seguramente de sí misma. Quiere encontrar una solución a su desastrosa vida regresando a su pueblo natal. Busca, si no respuestas, si reconfortarse entre los brazos cálidos de la familia y los recuerdos de su infancia en los callejones donde la vivió. Su angustia, con todo, no tendrá el analgésico que solicitaba. Su propio entorno familiar se encuentra tan desmontado como ella y no hace sino añadir más vinagre a su tristeza.

Hay talento narrador en Camille Jourdy. Hace gotear la historia presentando los personajes tan sólo con la pincelada exacta para que conozcamos ya desde el principio con quién estamos tratando. Son éstos entes vivos. Poseen aristas y rincones que la autora detalla con elegancia. Juliette, Marylou y el resto de componentes de esta tragicomedia coral tienen presencia, peso, existencia. Sus miserias y pequeñeces están relatadas con aséptica equidistancia. No interviene, solo enseña. Muestra las pequeñas pistas, las estampas necesarias para que construyamos el corpus general de las muchas historias entrelazadas que conviven en este volumen.

No hay nada de extraordinario en ellos, insistimos. Ni en lo bueno ni en lo malo. No son seres abyectos o personas que merezcan renombre por sus actos. Son criaturas vulgares. Enredadas en vidas baladís por su propia inacción. Insustancialidad e intrascendencia convertidas en una historia absorbente por el talento narrativo de su autora.

Coralidad Naif

La edición en rústica de La Cúpula resulta fácil de leer y manejar por su tamaño y encuadernación. No tanto el contenido gráfico del libro, que pensamos es su punto más débil. La historia en su fondo y forma son sobresalientes, ya lo hemos comentado, pero las habilidades de dibujo de Camille Jourdy no terminan de emocionarnos.

Es puro naif, pero tan llevado al extremo que no hacía más que recordarnos un viejo libro de texto para la asignatura de Francés que tuvimos que sufrir los puretas que estudiamos la E.G.B. Jourdy compone correctamente, y las pocas libertades en la organización de las planchas que se permite están justificadas y se acomodan a la narración. Sin embargo tiene evidentes dificultades con la figura humana y dibuja con un infantilismo que produce rechazo. Porque no es una simplificación o caricaturización buscada o inducida por la narración. Es su propio estilo gráfico, y no tiene correspondiencia alguna con la historia que nos cuenta. La paleta de colores que escoge abunda aún más en ello. Esta división tan acusada entre texto e imagen le hace perder muchos puntos y la saca del lugar más alto en el escalafón que debiera corresponderle.

Ternura en viñetas

Camille Jourdy es natural de Chenôve, en la Borgoña francesa. Estudió Bellas Artes y Artes Decorativas. Por la trilogía “Rosalie Blum”, que en España también se encuentra en el catálogo de La Cúpula, recibió el premio RTL en 2009 y el de autor revelación en la edición 2010 de Angulème. Esta obra fue llevada al cine en 2015 por su éxito internacional de crítica y público.

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