La dulzura de la vida

Paulus Hochgatterer, escritor y psiquiatra austriaco, ganó el prestigioso premio Deutscher Krimipreis (mejor novela alemana) con “La dulzura de la vida”, una inquietante historia ambientada en una pequeña comunidad. Su primera edición en castellano se debe a la editorial Random House, bajo el sello Debolsillo. Una magnífica elección para los seguidores de tramas policiales con un toque a lo David Lynch.

Una ciudad pequeña en un marco idílico, un cruel asesinato y un grupo de personajes desquiciados. “La dulzura de la vida” es un thriller psicológico armónico, bien orquestado y, en ocasiones, turbulento. Un rifirrafe entre tensión dramática y trabajo policial en el que destaca la escritura pulcra de Paulus Hochgatterer. Impresionante.

Furth am See

La pequeña Katharina y su abuelo juegan al parchís una tranquila noche cuando alguien llama a la puerta. El abuelo sale y desaparece. A la mañana siguiente, los padres de la niña llaman a la policía y el detective Ludwing Kovacs se presenta en su hogar. Katharina está extraña desde la noche anterior. No habla, apenas se mueve y en su rostro asoma el terror. Su abuelo ha desaparecido sin dejar rastro.

Kovacs y su equipo rastrean la zona y hallan el cuerpo sin vida del anciano, con la cabeza destrozada. El único testigo, su nieta, es incapaz de comunicarse. Horn, psiquiatra infantil del hospital de Furth am See, estudia su caso. Él y Kovacs, cada uno por su lado, tratarán de esclarecer los hechos.

En la apacible vida de Furth am See se ha inmiscuido un asesino despiadado, ¿o ha estado siempre entre ellos?

Sabor agridulce

Como si de un teatro macabro de marionetas se tratase, “La dulzura de la vida” se presenta al lector como una novela perturbadora. Su carga psicológica, en la que abundan los caracteres más tétricos, es abrumadora. Las voces de sus personajes principales (el detective Kovacs, el psiquiatra Horn y un adolescente) se suceden capítulo tras capítulo para construir una historia compleja y extraña. No hay saltos en la trama, pues cada personaje se apoya en la historia del anterior. Pero resulta inquietante. Es un estilo que puede resultar confuso al principio, pero conseguirá atrapar al lector.

Los personajes, protagonistas o secundarios, que merodean por Furth am See (un pueblecito de montaña ubicado en Austria) guardan oscuros secretos. La mente perturbada es el hilo conductor. Esquizofrenia, paranoia, psicosis…dolencias que trastocan la visión de la realidad y hacen que personas aparentemente normales se comporten de manera errática y peligrosa.

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-¿Quién haría algo así?- preguntó Sabine Wieck-. ¿Quién mataría a las abejas? (…)

-Alguien que tiene un problema con la dulzura de la vida haría algo así-.

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El propio pueblo parece cobrar vida propia. Un escenario pequeño en el que todos parecen vivir ahogados. Claustrofóbico y hermoso a la vez. Paulus Hochgatterer demuestra sus conocimientos médicos evitando tecnicismos de manual y narraciones enciclopédicas. Consigue inquietar y agradar. El libro puede marear, pero estamos seguros de que su perturbación acabará rindiéndose ante el genio literario de su autor.

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La encontró sentada en el establo, en el sillón de él, escuchando el concierto de Schumann, la grabación de Jaqueline du Pré.

-¿Estás triste?- preguntó él.

Ella no respondió. Horn acercó la silla de madera alabeada de ella y se sentó a su lado.

-¿Es bueno enfrentarse a lo inalcanzable si de todas formas te hace sentir mal?

Irene volvió la cabeza y lo miró brevemente.

-Es que toca tan bonito…

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Terror a pequeña escala

Asesinos sin escrúpulos, vecinos extravagantes. El miedo puede aparecer repentinamente en el sitio más insospechado. Y uno de esos lugares idóneos son, sin lugar a dudas, las pequeñas comunidades. La literatura y el cine están plagados de pintorescos parajes en los que un marco idílico esconde terribles secretos. Lugares apartados del mundanal ruido, gente amable. Una maravillosa fachada de amor vecinal tras la que se ocultan violadores, sadomasoquistas, asesinos perturbados.

En “La dulzura de la vida” se tiene casi de todo. Furth am See es la típica población que se puede encontrar en todos los rincones del mundo (literario o no). Agatha Christie ya demostró que se pueden hacer grandes cosas en un lugar pequeño y alejado. “Y no quedó ninguno” (“Diez negritos”) es un ejemplo perfecto. Los lugares más hospitalarios en ocasiones esconden cosas muy oscuras. En “Wayward Pines. El paraíso” de Blake Crouch , nada era lo que parecía ser.

Para similitudes y parecidos razonables, el existente entre “La dulzura de la vida” de Paulus Hochgatterer y el cine de David Lynch. Ambos comparten una especial visión de la narración poética, son amantes de la música y describen como nadie los aspectos más oscuros de la psique humana. En la novela se aprecian características propias del cine de Lynch: ambientación, caracteres, un hilo argumental confuso. Hijos del surrealismo más visceral, tanto uno como otro saben moverse en su ambiente. “La dulzura de la vida” no llega a la confusión rocambolesca de, por ejemplo, “Cabeza borradora”, pero sí goza del lirismo presente en “Terciopelo azul”(1986) o “Corazón salvaje”(1990). Original y perturbadora, “La dulzura de la vida” supone un brillante debut para Paulus Hochgatterer que, esperamos, continué con nuevos trabajos igual de interesantes.

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