La muerte de Dexter

Jeff Lindsay tuvo en 2004 una de esa ideas geniales por las cuales muchos escritores suspiran. El concepto acuñado por el autor norteamericano fue tan sencillo como efectivo: creó a un asesino en serie cuyas víctimas eran otros asesinos en serie. De este modo, partiendo de tan interesante premisa inicial, Lindsay dio vida a Dexter Morgan en “El oscuro pasajero”, una excelente novela que cosechó un inmediato éxito crítico y comercial.

Ahora, más de una década después de su nacimiento, parece ser que al bueno de Dexter le ha llegado la hora de decir adiós y abandonar su particular valle de lágrimas literario. En “La muerte de Dexter”, publicada por Umbriel Editores, asistiremos a la que parece ser la última aventura de nuestro psicópata favorito, quien deja como legado ocho libros y una serie televisiva con igual número de temporadas, entre otros variados productos multimedia.

This is the end

Tras los hechos descritos en “Dexter, cámara, ¡acción!”, Dexter Morgan ha sido arrestado acusado de crímenes que, en esta ocasión, no ha cometido. Cuando su hermana adoptiva Deborah, dando crédito a las acusaciones, no sólo se niega a ayudarle sino que incluso exige que renuncie a la custodia de sus hijos, Dexter comprende que se encuentra en una situación desesperada de la cual no parece que pueda librarse.

Afortunadamente, la intervención de su hermano Brian resultará providencial, sobre todo cuando contrate los servicios de Frank Kraunauer, un carísimo abogado especializado en sacar las castañas del fuego a todo tipo de peligrosos criminales. Una vez en libertad, Dex tendrá que vérselas con el inspector Anderson (empeñado en verle entre rejas y dispuesto a usar métodos poco ortodoxos para conseguirlo) y, al mismo tiempo, con el líder de un cártel de narcotraficantes que busca acabar con Brian (y con quien quiera que se interponga en su camino).

Dexter versus Dexter

Apenas dos años después de la publicación del primer libro de la serie, las andanzas de Dexter Morgan fueron trasladadas a la pequeña pantalla gracias a la cadena Showtime. Michael C. Hall, a quien muchos recordábamos por su papel de funerario homosexual en aquella rareza de culto que fue “A dos metros bajo tierra”, hizo suyo al personaje protagonista, ofreciendo a los telespectadores un magnífico recital interpretativo que se prolongó durante ocho temporadas.

Como suele ser habitual, las correrías televisivas del amigo Dex difieren mucho de las que vive en los libros. Los televidentes hemos tenido la oportunidad de disfrutar con tramas muy distintas a las narradas en las novelas, y hemos conocido a antagonistas tan fascinantes como el Despellejador, Trinity o el Asesino del Juicio Final. Además, en la serie de televisión han aparecido secundarios tan interesantes como el mafioso ruso Isaak Sirko, la hermosa asesina Hannah o la Doctora Vogel, ausentes en las tramas literarias.

Crónica de una muerte anunciada

Con el paso de los años, llegó un punto en el cual lo que ocurría en “Dexter” (versión Showtime) resultaba muchísimo más interesante que lo que podíamos leer en las novelas. De hecho, en El Mar de Tinta creemos que, tras dar lo mejor de sí mismo tanto en “Dexter: El oscuro pasajero” como en “Querido Dexter”, Jeff Lindsay comenzó un paulatino declive debido al cual cada nuevo libro que firmaba resultaba un poco más decepcionante que el anterior.

Así, si bien la serie televisiva mantuvo el tipo durante la mayor parte del tiempo que estuvo en antena (comenzó a flojear en la séptima temporada), no puede decirse lo mismo del Dexter literario. Ignoramos qué habrá motivado la decisión de acabar con su creación más popular (malas críticas, falta de ideas, hartazgo similar al que en su día sintió Arthur Conan Doyle por Sherlock Holmes), pero lo cierto es que “La muerte de Dexter” no llega, en nuestra opinión, demasiado pronto. De hecho, visto lo visto, quizá hubiera sido mejor para todos que Dex hubiera pasado a mejor vida mucho antes.

Adiós, Dex

“La muerte de Dexter” no es, evidentemente, una novela que pueda interesar a quien no haya leído los siete libros que la preceden. Y, debido a las ya comentadas diferencias con su versión televisiva, tampoco es recomendable para quien sólo conozca al Dexter Morgan de la pequeña pantalla. Por lo tanto, nos encontramos ante una obra con un público muy concreto: los pacientes seguidores que, novela a novela, han seguido leyendo a Lindsay con la esperanza de que, en algún momento, volviera a ser el autor fresco y original que fue en su día.

Por desgracia, la última aventura de Dexter es, probablemente, la peor de las ocho que ha vivido en papel. Se trata de un volumen aburrido, en el cual los monólogos interiores del protagonista oscilan entre temas tan interesantes como el hambre y el sueño (hasta el punto de generar una molesta somnolencia durante la lectura). La cuestión es que, cuando un autor aburre a su público, es hora de que haga un último saludo en el escenario y se dedique a otra cosa.

Dexter Morgan descansa en paz. ¿O no? Al fin y al cabo, Sherlock Holmes volvió de la tumba, ¿no es cierto? Quizá el futuro nos depare alguna sorpresa.

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