La noche del ilusionista

La noche del ilusionista”, lejos de lo que cabría imaginar, no tiene lunas ni estrellas fugaces. Es una noche oscura y llena de dudas. Olvídense de los hábiles juegos de cartas, de los trucos de salón, del viejo timo del sombrero y la paloma. Lo que Daniel Kehlmann hace en esta novela es magia verdadera, de la que asusta y provoca escalofríos. Este espectáculo,  no está concebido para el entretenimiento, sino para abrir los ojos a un mundo mucho más complejo de lo que parece a primera vista. Déjense seducir por la realidad amplificada del ilusionista.

Nocturna Ediciones ha ejecutado una interesante jugada editorial al recuperar «La noche del ilusionista» (Beerholms Vorstellung), la ópera prima del célebre escritor alemán Daniel Kehlmann, hasta ahora inédita en España. Este título se publicó en Alemania en 1997, cuando Kehlmann tenía tan sólo 22 años, con modesto éxito editorial. Hoy en día es una lectura de referencia. El protagonista, Arthur Beerholm, se nos presenta como un hombre en la cúspide: ilusionista de renombre internacional, su hermético rostro ocupa portadas de periódicos y llena anfiteatros durante temporadas enteras. Beerholm se encuentra en la terraza panorámica de una ciudad sin nombre, mirando al mundo desde arriba y se dispone a narrarnos su extraña historia. La de un niño raro, ensimismado y carente de empatía, que descubre que la realidad puede ser tan voluble como la arcilla entre sus manos.

¿Dónde está la bolita, caballero?”

La Naturaleza es una gran ilusionista y su truco preferido, el más perfecto y singular, es el de las matemáticas. A través de ellas comienza nuestro mago su singladura en busca de los límites de la realidad: en la belleza de los números, entre las curvas y contracurvas de sus representaciones geométricas, se esconde el embrión de la magia. Esa fue la primera señal.

[quote]Lo que me fascinaba de aquella época era que en las entrañas de las cifras, de las ecuaciones y de las barras de fracción reside un cuerpo extraño, tornasolado y duro como una perla en la carne de una ostra adormecida. Algo que puede inducir a quien lo contempla la creencia de que está entre dos espejos, Créeme, hay pocas razones más válidas para tener pesadillas que el descubrimiento de que en el corazón de la matemática reside el germen de la locura[/quote]

La segunda señal fue Dios, o mejor dicho, su clamorosa ausencia. Para un alma científica y pragmática como la de Beerholm, la búsqueda de un Gran Arquitecto supone una ordalía que no puede acabar sino en fracaso. Beerhorm se convierte pues en su propio dios, y procede a transformarse en lo que siempre fue: un mago, un ilusionista, un transmutador de la realidad.

[quote]¿Por qué la mayoría de los ilusionistas, incluso los que son tan buenos en lo suyo, resultan personajes tan patéticos? Por eso. Porque se sienten imbéciles. Porque algo en ellos no puede olvidar que no son capaces de hacer magia, que no tienen ningún poder sobre la realidad, ni siquiera sobre la pequeña baraja que sostienen entre sus manos.[/quote]

Sin embargo, Arthur Beerholm acaba aprendiendo. Trabajo duro, metódico y una férrea convicción le llevan a convertirse en un verdadero mago. Ahí es cuando los lectores nos llevamos la mano a la boca. ¿Dónde está la bolita, nos preguntamos? ¿Dónde está el truco?  No hay truco: la esfera ha desaparecido según las leyes naturales. El prestidigitador nos ha enredado en su relato onírico y también nosotros hemos caído víctimas de su arte. Magia en el mundo real, y delante de nuestras narices.

Ilusionismo y tormenta

Es ésta una novela alemana, de cabo a rabo: intimista, psicológica, oscura a veces, magnífica en su expresividad. Tan profundamente germana que podemos percibir en ella notas de aquella vieja escuela romántica del “Sturm und Drang”. Tormenta e ímpetu, por su exaltación al recrearse en lo dramático y lo sublime. Que los viejos maestros aparezcan asimilados en las obras de los nuevos escritores es sin duda síntoma de una literatura nacional sana y en pleno crecimiento.

[quote]La noche se abovedaba sobre mi cabeza, los glaciares a lo lejos dibujaban grises manchas informes en el cielo. El viento susurraba sin fuerza, algunos árboles con aun unas cuantas hojas arrugadas gimieron ofendidos. Arriba, en lo alto, flotaba una luna redonda y cobriza, destinataria oficial de serenatas románticas y de tristes plegarias desde la noche de los tiempos. [/quote]

Como buena obra intimista, la prosa de “La noche del ilusionista” no puede desarrollarse sino mediante un exquisito monólogo, y ahí nuestro mago se revela como un auténtico hipnotizador: su voz mana incesante como un hechizo a lo largo de casi doscientas páginas. No podemos evitar escucharle, resultando una experiencia fascinante. Para asegurarse nuestra atención, el narrador nos pregunta, nos espera, nos interpela continuamente. Es imposible perderse en una novela donde el protagonista lleva al lector de la mano, obligándonos a asomarnos a sus abismos.

La estructura sigue la perfecta curvatura de un círculo. Comienza con la presentación en la terraza, arranca lentamente con las escenas de una extraña infancia, para coger fuerza y remontar el vuelo hasta el inevitable desenlace final, otra vez de pie sobre la terraza panorámica. La perfección de la geometría, ésta vez aplicada a su propia existencia.

Gran exponente de las letras alemanas

Daniel Kehlmann nació en Munich en 1975.  En la universidad enseñó filosofía y literatura antes de entrar a terminar su doctorado, con la tesis sobre el concepto Erhabene (Lo sublime) en las obras de Immanuel Kant. Publicó su primera novela con tan sólo 22 años, y desde entonces ha publicado seis, ganando el reconocimiento de la crítica y la conquista de un público internacional cada vez mayor. Su novela «Yo y Kaminski» (Ich und Kaminski, 2003), ha sido publicada en muchos países europeos.  

«La medición del mundo» (Die Vermessung der Welt, 2005) supuso su catapulta hacia el éxito, y fue publicada en España por la editorial Maeva. Kehlmann ha ganado el premio literario de la Fundación Konrad Adenauer y ha sido finalista del Premio Deutscher Buchpreis 2005.

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