La rubia de ojos negros

El detective privado Philip Marlowe vuelve a la vida gracias a la pluma de Benjamin Black en este homenaje a su creador, el escritor Raymond Chadler.  Una maravillosa oportunidad para adentrarse en el enrevesado mundo del Hollywood de los años cincuenta.

La editorial Alfaguara presenta la última novela de Benjamin Black, más conocido por su nombre real, John Banville. Una delicada tela de araña cuyo epicentro es una atractiva mujer con demasiados secretos. ¿Podrá Marlowe desentrañarlos sin enredarse en las tretas de la rubia de los ojos negros?

Rubia y peligrosa

Los Ángeles. Mediados de los años cincuenta. El detective Philip Marlowe se dispone a abandonar su oficina tras una dura jornada fumando cigarrillos y bebiendo alcohol a la espera de algún cliente. Justo antes de ponerse la chaqueta, una joven entra por la puerta, sin llamar. Es una mujer rubia, de ojos negros, hermosa. Su cuidada manicura y su traje de sastre proclaman a gritos su alto estatus social. Una chica rica.

Se trata de la heredera de un gran imperio dedicado a los perfumes. Desea que Marlowe encuentre a su amante, un vividor sin atractivos que creía muerto en un aparatoso accidente de automovil ocurrido unas semanas atrás. Fascinado por la mujer, el detective decide hacerse cargo del caso, sin sospechar que entrará a formar parte de un juego peligroso en el que nada es lo que parece.

Las pistas le llevarán de un lado a otro de la ciudad. Desde los barrios bajos a las exclusivas casas junto al mar de la jet set. Descubrir el paradero del amante se convierte en un caso complicado, especialmente cuando se despierten en él ciertos sentimientos hacia su cliente.

Origen de un personaje y un género

La novela negra actual le debe mucho a Raymond Chadler. Escritor y guionista de éxito (suyos son los guiones de “Extraños en un tren” y “Perdición” dirigidas por Alfred Hitchcock y Billy Wilder, respectivamente), fue el primero en imprimir carácter a los detectives que todos conocemos gracias a las películas de “cine negro”. Philip Marlowe se convirtió, a través de sus novelas, en un modelo a seguir e imitar. El personaje fue llevado al cine en seis ocasiones de la mano de grandes cineastas como Robert Montgomery (“La dama del lago”, 1947) o Robert Altman (“Un largo adiós”, 1973), con gran fortuna. Hoy en día se consideran grandes joyas del cine.

En “La rubia de ojos negros” Benjamin Black se transforma por completo en Chadler. La novela, escrita a petición de los herederos del celebérrimo escritor como homenaje tanto a su persona como al detective por él creado, consigue recrear la atmósfera y el entorno presente en los originales. El resultado es impecable. A través de sus ojos puede contemplarse en variopinto escenario hollywodiense de los años cincuenta. El esplendor de una época en la que la imagen lo era todo, en una ciudad donde el pecado y la penitencia persiguen a los personajes de forma inexorable.

El cinismo e ironía empleados por Chadler reviven gracias a Black y devuelven su esplendor a Marlowe. Su figura, tan atractiva como rica en matices, hará las delicias de los seguidores tanto del género como del detective en cuestión. Benjamin Black ofrece la oportunidad al lector de conocer a Chadler y el mundo por él creado a través de esta interesante novela. Sin olvidar, por supuesto, otro ingrediente fundamental del género: la “femme fatale”.

Continuación y perpetuación

El género negro está muy vivo actualmente, sin embargo, encontrar novelas clásicas de detectives es hoy por hoy una tarea titánica. Benjamin Black ha apostado fuerte a un caballo ganador. Marlowe es tan conocido que parecía casi imposible ofrecer al público una nueva aventura fresca, atractiva y, a la vez, continuadora de la obra original. El resultado es maravilloso. “La rubia de ojos negros” es una mezcla entre ambos. La frescura y modernidad de Black al servicio del espíritu de Chadler.

Podría pensarse que el mundo de los detectives privados, con sus sombreros de ala ancha, sus insanas costumbres (bebedores y fumadores empedernidos) y sus enormes coches americanos corresponde a otra época. Pero “La rubia de ojos negros” demuestra lo contrario. Todavía queda espacio en el mundo editorial para caballeros como Marlowe, hidalgos que salvan a bellas mujeres y se sirven del intelecto para enfrentarse a sus enemigos. Sin pistola, sin puños. El detective Philipe Marlowe, tan íntegro y tan débil frente al sexo opuesto, pervive como un ser atemporal. Esta característica es la que le aporta un carácter tan único que es impensable dejar pasar la oportunidad de conectar de nuevo con su mundo.

La editorial Alfaguara ofrece una edición en rústica bastante buena. La portada deja entrever lo más llamativo de su contenido, una imagen que se queda en la retina y devuelve al lector a un tiempo pasado lleno de glamour y muertes despiadadas. Francamente, recomendable y agradable de leer. El género negro está muy vivo.

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