La sustancia del mal

Grandes crímenes en pequeñas comunidades, ¿existe algo mas inquietante que esto? Luca D’Andrea, guionista y escritor de la saga juvenil “Wunderkind”, se adentra en el suspense adulto con “La sustancia del mal”. Una estupenda novela que plantea al lector un inquietante juego entre la naturaleza y el hombre. 

La edición de Alfaguara cuenta con una buena traducción que gustará a los lectores ávidos de novedades literarias en el género. También será del agrado de los fans de talentos como Stephen King o Jo Nesbo, pero con un aire más fresco.

Un suceso y sus consecuencias

En 1985 tres jóvenes espeleólogos fueron asesinados en una remota zona montañosa cercana al pintoresco pueblecito de Siebenhoch, en el Tirol. Las pésimas condiciones climáticas del momento y el escarpado terreno dificultaron el estudio de la escena del crimen y su resolución.

Treinta años más tarde, Salinger, un antiguo vecino, regresa con su familia para hacer un documental sobre rescates en alta montaña. Su suegro, pionero en estos lances, se ofrece para convencer a los miembros del actual Equipo de Rescate Alpino para llevar a cabo la filmación. Tras rescatar a una joven excursionista, el helicóptero sufre un fatal accidente del que Salinger es testigo.

Siguiendo una dura terapia, consigue rehacer su vida, sin embargo una idea se introduce en su cabeza. Poco a poco se convence de que la montaña, con sus riscos nevados y su soledad perpetua, es un ente vivo que busca venganza. Poco a poco su obsesión le lleva al conocimiento de los crímenes del Bletterbach. Con la intención de distraerse y huir de una posible crisis nerviosa, Salinger comienza a estudiar los crímenes de 1985. Lo que encuentre en su investigación le llevará más allá de este suceso, hasta las mismísimas entrañas de la bestia montañosa que amenaza su cordura.

Remover el pasado

En El Mar de Tinta, ávidos como siempre por ofrecer novedades interesantes, hemos descubierto en Luca D’Andrea un gran talento para la narrativa. Se considera admirador de Jefferey Deaver, Jo Nesbo y Stephen King. “La sustancia del mal”, obra debut en el género adulto, no desmerece a ninguno de estos grandes autores.

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Y, por encima de todo: la voz del Ortles. El crujido del hielo. El susurro de la masa del Ortles sibilante que seguía moviéndose como llevaba haciéndo doscientos mil años.

La voz de la Bestia.

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El ritmo es intenso desde el principio. Los capítulos, cortos, ganan emoción y tensión. Están narrados en primera persona por Salinger, el protagonista, quien deja a su vez que los otros personajes se expresen individualmente. De este modo se obtiene una visión de conjunto sin caer en la mera observación personal. El lector puede seguir las pistas que aporta el autor desde diferentes ángulos. Como todo buen escritor de novela negra, D’Andrea no deja nada al azar. Toda la trama se entreteje con sucesos pasados y presentes, en un ente organizado que sigue una línea coherente. La amenaza se cierne sobre los personajes, quienes viven a expensas de un secreto que tiene muchas caras. El lector siempre se pregunta sobre la autoría de los asesinatos y el autor aprovecha este punto para guiarle hacia otros asuntos ocultos. El resultado es una emocionante caja de Pandora de la que nunca se sabe qué saldrá.

Se dan giros en la trama que desvelan secretos inconfesables y motivos ocultos que culminan en un final sorprendente, inesperado. Y, por ello, perfecto. “La esencia del mal” es una novela negra muy bien construida. No deja nada al azar, otorga fuerza y personalidad a los personajes, al entorno natural (son bellísimas las descripciones de los parajes nevados) y capta el interés desde el principio. Por todo ello, lo recomendamos a los lectores inquietos que disfruten con una buena historia llena de sorpresas.

Comunidades pequeñas

Con Luca D’Andrea de nuevo retomamos un motivo literario que nos encanta: los crímenes en pequeñas y remotas comunidades. Este tipo de novelas, explotadas al máximo por Agatha Christie, siempre crean cierto sentimiento de desasosiego en el lector. ¿Cómo puede ser que en un lugar tan hermoso con una población tan amistosa ocurran cosas atroces? Juegan con el miedo a lo conocido.

Los vecinos de estos pueblecitos no siempre son tan cordiales como aparentan. La dualidad inherente en el ser humano, esa afabilidad que oculta al monstruo interior, ha sido una fuente de inspiración constante para muchos autores. Crear un entorno de seres intrigantes en una pequeña comunidad, provocar tensiones, tanto entre los personajes como en su interior y arrastrar un secreto durante generaciones es un buen punto de partida para una historia.

En “La sustancia del mal” las montañas tirolesas, en las que se fusionan poblaciones alemanas, italianas y suizas, el autor presenta una comunidad en la que las malas relaciones debidas a las diferentes nacionalidades todavía perduran. Siebenhoch es un pueblo de alta montaña donde estas rivalidades se heredan. A Salinger, siendo de origen italiano, se le tolera hasta cierto punto porque su mujer nació y se crió en el pueblo. Esa tendencia a cerrarse en banda frente a lo foráneo, los caracteres adustos, casan muy bien con los parajes que describe el autor. Cumbres nevadas durante todo el año, llenas de fósiles prehistóricos que incitan a imaginar monstruos legendarios en sus profundidades. Como toda novela de ficción cuenta con algunos detalles verídicos, pero lugares como Bletterbach o Siebenhoch han surgido de la imaginación de D’Andrea. Una imaginación tan profusa que, esperamos, explote con vigor en futuros trabajos. Hasta entonces, “La sustancia del mal” es una opción estupenda para dejarse llevar.

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