Cómo sobrevivir a una película de terror

Una pareja dando rienda suelta a su pasión amorosa en un coche aparcado en mitad de un bosque tenebroso. Una joven que, tras escuchar un ruido sospechoso, se dispone a abrir la puerta del armario. Un muchacho ligeramente (o bastante) borracho se separa del grupo y se interna entre los matorrales para atender a la llamada de la naturaleza mientras pronuncia un «enseguida vuelvo». ¿Qué tienen en común todas estas personas?

Si la respuesta que le ha venido a la cabeza es «una muerte horrible inminente», es más que probable que sea un aficionado al cine de terror. Y, de ser así, casi con toda seguridad se habrá preguntado en más de una ocasión por qué diantres son tan estúpidos los protagonistas de las películas «de miedo». Lo cierto es que tal duda también se la debió plantear en su día Seth Grahame-Smith y, con la sana intención de aumentar la expectativa de vida de tantas y tantas víctimas potenciales, tuvo la gran idea de redactar un manual de supervivencia que todos deberíamos llevar encima en todo momento. Porque podríamos hallarnos inmersos en una película del género sin ser conscientes de ello, ya saben.

Amenazas de todo tipo

Niños endemoniados, alienígenas con tendencias homicidas, psicópatas que compensan sus nulas capacidades comunicativas con un imaginativo empleo de las armas blancas, juguetes diabólicos, fantasmas, vampiros, zombis… El número de seres potencialmente peligrosos que pueden aguardarnos en una película de terror es ciertamente extenso. Pero tal prolijidad de amenazas no supone problema alguno para Grahame-Smith.

Los sabios consejos de este joven autor nos permitirán conservar intacto nuestro pellejo frente a las situaciones más peliagudas, haciendo que reconozcamos unos peligros que probablemente nos habrían pasado inadvertidos. Con sus recomendaciones, basadas principalmente en el sentido común (ya saben: el menos común de los sentidos) tendremos muchas probabilidades de sobrevivir para aparecer en una o varias secuelas, burlando así las aviesas intenciones de los malvados guionistas.

Hay que hacer los deberes

La información que aporta «Cómo sobrevivir a una película de terror» es fundamental para mantenernos con vida, pero nunca está de más analizar concienzudamente el modo en el que algunas personas han sobrevivido (o no) enfrentadas a lo peor que puede surgir de la mente de los anteriormente citados guionistas. Por eso Grahame-Smith propone una lista de películas de visionado imprescindible que, a buen seguro, todo aficionado de pro conocerá de sobra.

Clásicos como «Psicosis», «La profecía», «El exorcista» o «La noche de los muertos vivientes», por citar tan sólo unos pocos de los filmes que se mencionan en el apéndice con el que se cierra el libro, conforman los deberes que nos pone el autor. Estamos seguros de que en muy pocas ocasiones habrá tenido el lector la oportunidad de llevar a cabo una tarea «obligada» con tan buena disposición.

El horror y el humor: esa extraña pareja

Hay muchas (y muy buenas) películas de terror caracterizadas por una seriedad tremenda. En ellas se mata y se muere con dignidad, y no hay nada que sirva para reducir siquiera un poco la agobiante tensión que se va generando minuto a minuto. Pero también hay numerosos filmes en los cuales se intercala entre escabechina y escabechina alguna broma o chascarrillo, llegando a ser las propias muertes fuente de hilaridad (ahora bien: que dicha hilaridad sea buscada o no es harina de otro costal).

Indudablemente, desde que existe el cine de horror, los espectadores hemos tenido la oportunidad de ver cómo el humor se ha ido introduciendo lentamente en las historias proyectadas en la gran pantalla, y así hemos acabado por asimilar de modo natural la presencia de una vena humorística incluso en la más brutal de las matanzas perpetradas por el psicópata de turno. Consciente de ello, sin duda alguna, Seth Grahame-Smith ha salpicado su guía de supervivencia con multitud de apuntes jocosos que convierten la lectura de su obra en una verdadera delicia, sin alejarse demasiado en momento alguno de su objetivo fundamental: garantizar nuestra supervivencia.

Los autores

Seth Grahame-Smith es ya un viejo conocido de los lectores españoles. Su «Orgullo y prejuicio y zombis» es responsable de la proliferación de novelas que insertan zombis (o lo que se tercie) en el corazón de clásicos de la literatura universal. Y en su momento ya reseñamos en El Mar de Tinta otro de sus éxitos literarios, la más que interesante «Abraham Lincoln: cazador de vampiros«.

Sin embargo, antes de convertirse en novelista y superventas, Grahame-Smith tocó diversos palos, desde un libro dedicado a la historia del porno hasta un otro centrado en el popular Spider-Man. Con «Cómo sobrevivir a una película de terror», magníficamente editado por Alba Editorial en un formato muy manejable, el joven autor neoyorkino demuestra que ningún género se le resiste (además de dejar clara su categoría de experto en un cine que, a pesar de ser vilipendiado por propios y extraños, sigue fascinando a generación tras generación de espectadores ávidos de emociones fuertes).

Nathan Fox es un dibujante con un estilo de corte underground bastante feísta , el cual viene como anillo al dedo al libro que nos ocupa. Sus expresivas ilustraciones en «rojo y negro» son el complemento perfecto para el texto de Grahame-Smith, combinando con acierto una comicidad más o menos sutil con una sempiterna sensación de amenaza.

Un libro imprescindible

«Cómo sobrevivir a una película de terror» es una de esas obras que debería ocupar un lugar privilegiado en la estantería de cualquier lector, sea aficionado o no al género. Al fin y al cabo, en un mundo tan desquiciado como lo es nuestra vieja Tierra, uno nunca puede estar completamente seguro de que no acabará viéndose inmerso en una situación en la cual la sabiduría contenida en este libro podría suponer la diferencia entre la vida y la muerte.

Desde El Mar de Tinta, preocupados por el bienestar de nuestros seguidores, recomendamos encarecidamente la lectura de esta obra tan amena como didáctica. Ya saben: más vale prevenir…

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