Detectives victorianas. Las pioneras de la novela policíaca

En El Mar de Tinta adoramos las antologías. Y si éstas recogen un abanico de autores tan selecto como el caso que nos ocupa, no podemos más que rendirnos a sus pies. “Detectives victorianas. Las pioneras de la novela policíaca” es una perita en dulce indispensable para todo buen lector. Siruela ha hecho un estupendo trabajo en esta edición de lujo.

Antes de que Holmes y su intelecto irrumpiera en la esfera literaria, los magacines londinenses estaban llenos de pequeñas historias policíacas que hacían las delicias del público. Entre éstas despuntaba un nuevo género protagonizado por mujeres detectives. Jóvenes cultas sin pelos en la lengua que demostraron que no sólo los hombres eran aptos para resolver misterios.

Con faldas y a lo loco

La era victoriana, prolongada en el tiempo más allá del reinado de la reina que le da nombre, ha sido y será un período inspirador para muchos escritores. Época de cambios sociales y políticos notables, en la sociedad persistían las ataduras clásicas. Las mujeres sólo podían ser madres y esposas, pero poco a poco se elevaban voces discordantes que traerían nuevos aires. En esta línea podemos incluir a los autores presentes en “Detectives victorianas”. Son un claro ejemplo de las novedades que se estaban cociendo. La mujer emprendía el camino hacia su independencia, a buscar su lugar en el mundo desempeñando trabajos “masculinos”. La labor detectivesca, considerada ajena a la naturaleza femenina,  es un claro ejemplo.

Michael Sims ofrece una introducción interesantísima que pone en antecedentes al lector sobre la época y las corrientes literarias del momento. Añade una bibliografía útil y, si esto fuera poco, cada relato cuenta con unas pinceladas sobre el autor y su obra. En nuestra opinión, resulta un trabajo magnífico que disfrutarán los lectores de toda clase. Se compone de once relatos organizados cronológicamente desde 1864 (W. S. Hayward abre la antología  con “La condesa misteriosa”) a 1915 (cierra Anna Katharine Green con “La segunda bala”) en los que se pueden apreciar cambios sutiles. Las primeras detectives aún tienen una vida dependiente de maridos o familiares, no son autónomas. Hay que esperar unos años para ver mujeres sin atadura social, en ocasiones con agencia propia. Todas ellas inteligentes, unas más vivaces que otras, que convierten la observación de los detalles en parte sustancial de su triunfo. Son investigadoras hechas a sí mismas, con esfuerzo y tesón. El triunfo de la mujer en un mundo de hombres.

La edición

Las protagonistas de los relatos desbordan carisma y feminidad. Incluso la perspicaz adolescente de “El hombre que me cortó el pelo”, de Richard Marsh, es una adelantada a su tiempo. Las historias, algunas más cerca del ámbito doméstico que del detectivesco, gozan de candidez y dulzura. El ejemplo más representativo es el relato de Grant Allen, “La aventura de la anciana quisquillosa”. En el caso de los dos relatos incluidos de Anna Katharinne Green, se observa una madurez notable del género. Violet Strange es absolutamente arrebatadora, una “Sherlock Holmes” femenina que, como otras protagonistas de la antología, cuenta con su propia “Watson”. La presencia de un ayudante no desmerece la labor de estas mujeres, muy al contrario. En ocasiones son colaboradores, lo que les deja en una mejor posición que la del sufrido personaje de Conan Doyle.

En cuanto a los relatos, el lector puede estar contento, pues la selección es variada. Asesinatos, robos, juegos de despiste, persecuciones, donde la belleza de la campiña o el corazón de la city se sugieren,  para centrarse en la acción. En ésta, la lógica y la deducción son las herramientas básicas.

En todos los relatos incluidos en “Detectives victorianas” se respira un optimismo latente del que carecen las novelas policíacas de hoy en día. Esa ingenuidad feliz tan propia de la época es un soplo de aire fresco entre las narraciones truculentas de hoy. Estamos seguros de que entre esa bruma, el lector sabrá leer entre líneas las luces y las sombras de un período tan prolijo como cambiante.

Lo que vino después

Todos los autores incluidos en “Detectives victorianas” hicieron algo impensable. Convirtieron a jóvenes inglesas sin recursos en mujeres fuertes que optaron por hacer fortuna en una profesión vedada para ellas. Dos décadas después de la publicación de “Los asesinatos de la calle Morgue” de Edgar Allan Poe, W.S. Hayward presentó a la primera detective  profesional de la literatura. A partir de ahí, el camino se allanó para otras tantas hasta llegar a nuestros días. Pero fue ese primer impulso de Hayward lo que trajo el cambio. Poco podían imaginarse estos escritores que lo que empezó como un experimento literario traería consigo un cambio en la mentalidad.

Los relatos hablan de mujeres independientes, pero también de hombres que empiezan a considerarlas algo más que meros adornos para el hogar. Su voz se oye, sus opiniones se escuchan. A día de hoy nos parece (afortunadamente) lo más normal. Pero en su momento algunos de estos autores escribieron incluso bajo pseudónimo femenino (echen un vistazo a las introducciones de cada relato, no tienen desperdicio) para remarcar el papel de la mujer.

Muchas de las novelas que se escriben en nuestros días beben de estas fuentes primigenias. En El Mar de Tinta no nos cansaremos de reivindicar el papel de los pioneros literarios. En este caso, gracias a Michael Sims y la editorial Siruela se puede disfrutar de una antología completa y de calidad. Siempre es bueno volver a los orígenes para disfrutar del talento más puro.

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