Fluyan mis lágrimas, dijo el policía

Clásicos Minotauro nos brinda la oportunidad de adentrarnos en la obra del maestro de la ciencia ficción Phillip K. Dick con “Fluyan mis lágrimas, dijo el policía”. Esta obra ambientada en una sociedad distópica, fue premiada con el John W. Campbell Memorial a la mejor novela en el año 1975. Profunda y reveladora, la novela abraza todos los tópicos que caracterizan la obra del autor.

Aunque el estadounidense Phillip K. Dick (1928-1982) es uno de los autores más reconocidos del género de ciencia ficción en la actualidad, no tuvo tanta suerte durante su vida. Pese a ser aclamado en el mundillo, siempre le publicaron pequeñas editoriales especializadas en el género que pagaban poco y no fue conocido por el gran público hasta la adaptación de algunas de sus novelas a la gran pantalla, como Blade Runner, basada en “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?”.

Si el lector todavía no conoce la obra de Phillip K. Dick, pero se siente atraído por la ciencia ficción, la novela que ahora nos ocupa es una buena elección para iniciarse en el género. En ella aparecen muchos de los tópicos que obsesionaron a Dick durante toda su trayectoria literaria y además su ritmo es rápido, con giros argumentales imprevisibles que descolocan y provocan que el lector quiera entender, saber más.

El despertar fatídico

Siguiendo la tónica de otras novelas suyas, el autor nos pone en la piel de Jason Taverner, un crooner protagonista de un show televisivo de tremendo éxito. Rico, famoso y además genéticamente mejorado y convertido en un sujeto “6”, tiene una vida casi perfecta dentro de una sociedad policial y controladora, donde sólo unos cuantos privilegiados pueden vivir tranquilos y en relativa libertad.

Por un inesperado accidente, Jason amanece un día en una habitación cochambrosa de hotel, con un buen fajo de billetes en el bolsillo y su traje de seda arrugado. No hay rastro de sus tarjetas de identificación, y tampoco de su existencia en ningún archivo. Su vida, como estrella de la televisión y  del mundo de la canción se ha esfumado. Y tampoco nadie parece recordarle. Confundido, abrumado e inmerso en un mundo donde una persona no identificada es sinónimo de problemas, Jason emprenderá  una búsqueda desquiciada, tratando de sobrevivir y comprender qué le ha ocurrido.

La búsqueda de la realidad

En esta trama argumental tan detallada, de complejo desarrollo, Phillip K. Dick juega con conceptos e ideas que indudablemente le interesaron, pues aparecen también reflejados en otros escritos. Después de haber sufrido en su propia piel algunos episodios de psicosis, es común en su bibliografía encontrar referencias a los estados alterados de conciencia, la percepción del tiempo, la paranoia, la esquizofrenia, o el consumo de drogas y sus repercusiones. Además, sus planteamientos suelen estar enfocados desde un plano teológico y metafísico. Más allá de la propia pérdida de la identidad, Phillip K. Dick nos habla de universos paralelos, de acciones que pueden repercutir en nuestra concepción de la realidad y también en la de los demás, así como de la importancia del amor, los recuerdos, la amistad, como partes importantes que configuran el verdadero ser.

Modernidad y decadencia

Las ideas que plasma K. Dick  en esta novela son tan diversas (aunque íntimamente relacionadas) que recomendamos una segunda lectura para poder esclarecerlas con detenimiento. La información acerca de la sociedad donde se ambienta y que se adelanta en décadas al movimiento conocido como cyberpunk nos la va dando en pequeñas dosis durante todo el libro, haciendo muy amena la lectura. No obstante, estas pinceladas son muy detallistas, y Dick crea una sociedad con tintes autoritarios, monopolizada por un ente al que llama “El Director”, después de la II Guerra Mundial. La policía controla los campus universitarios además de los campos de trabajos forzados, y la sociedad sucumbe a los avances tecnológicos, enganchándose a la red electrónica de orgías por teléfono y experimentando con todo tipo de drogas sintetizadas en laboratorios. Los coches (o “sutiles”) vuelan y las casas móviles son el último grito en domótica. Pese a todos los avances, el mundo recreado por el autor es decadente, dominado por el temor a llamar la atención de la policía,  de acabar en un campo de trabajos forzados, de no ser libres nunca más. Asimismo, el autor destaca el componente xenófobo del nuevo orden, y pone en boca de los personajes discusiones acerca de la esterilización de los miembros de la raza negra, y la prohibición de tener más de un hijo por matrimonio.

Siguiendo los pasos de otras grandes novelas, obras maestras de la ciencia-ficción, como 1984 y Un mundo feliz Phillip K. Dick dibuja en este libro las dos caras de la moneda de este tipo de sociedades futuristas: muy avanzada en cuanto a tecnología, química y medicina, haciendo la vida más cómoda y brillante a unos cuantos; pero gris, monótona y llena de peligros para muchos otros.

Un libro para reflexionar

Pese a su intensidad, “Fluyan mis lágrimas, dijo el policía” es un libro de ritmo rápido. Las historias se entrelazan y el hilo argumental salta de un personaje a otro, sin que la historia decaiga. Siempre avanzando hacia adelante, el lector tendrá que ir desentrañando el misterio de la situación de Jason Taverner hasta el desenlace. Puede que, una vez terminado, la resolución de Phillip K. Dick no esté a la altura de las expectativas de los lectores más exigentes pero desde luego, no dejará indiferente a nadie. Con una edición práctica y atractiva, de pequeño formato y contracubierta impactante, la obra publicada por Minotauro es sin duda reveladora y entretenida.

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