La corona del pastor

El fallecimiento de Terry Pratchett, hace poco más de un año, supuso un duro golpe para los millones de lectores que han seguido durante décadas las aventuras de los variopintos personajes que pueblan el Mundodisco. El único (y pobre) consuelo que nos quedaba en España era saber que todavía había un par de novelas pendientes de ser traducidas al castellano.

Sin embargo, el momento de la despedida tenía que llegar antes o después, y “La corona del pastor” (cuadragésimo primera novela de la serie) pone un soberbio punto y final a una saga tan inolvidable como irrepetible. Publicada por Penguin Random House en su sello Fantascy, la quinta novela protagonizada por Tiffany Dolorido es Pratchett en estado puro, y deja muy claro que el gran autor británico nos dijo adiós cuando todavía le quedaba mucho por contar.

El retorno de los elfos

Determinadas circunstancias han hecho que recaiga sobre Tiffany Dolorido la carga de ocuparse de una encomienda en las montañas de Lancre. Tal responsabilidad se suma a sus tareas como bruja de la Caliza, el lugar que la vio nacer, así que la joven verá como su resistencia es puesta a prueba mientras trata de realizar sus interminables tareas en dos zonas tan alejadas la una de la otra. Afortunadamente, no tardará en contar con la ayuda de Geoffrey Sablazo, un peculiar joven decidido a convertirse en bruja (sic).

No obstante, el principal problema al cual habrá de enfrentarse Tiffany es mucho más peligroso. Los elfos (retratados por Pratchett como seres crueles y sanguinarios en “Lores y damas” y “Los pequeños hombres libres”), aprovechando que las barreras que separan su reino del mundo de los humanos se encuentra debilitadas, están dispuestos a conquistar el Mundodisco para convertirlo en su particular campo de juegos. Para proteger la tierra, la joven Dolorido necesitará el apoyo del resto de las brujas, de sus fieles Nac Mac Feegle y de la propia Caliza.

Las brujas de Pratchett

Las brujas de Lancre (Yaya Ceravieja, Tata Ogg y Magrat Ajostiernos) protagonizan seis de las novelas de la serie, y también aparecen con frecuencia en los libros que narran las aventuras de Tiffany Dolorido. Contrapartidas femeninas de los magos (orondos e indolentes, afincados en su mayoría en la Universidad Invisible situada en Ankh-Morpork), la brujas que pueblan el Mundodisco, a pesar de compartir algún que otro rasgo (como los ropajes negros, el sombrero picudo y la escoba voladora) con las que encontramos en los cuentos tradicionales, son un grupo de mujeres cuya misión en la vida es estar al servicio de los demás.

Las historias en las cuales somos testigos de la formación y evolución como bruja de Tiffany nos permiten hacernos una clara idea de en qué consiste su ajetreado día a día. Entre las numerosas tareas asumidas por las brujas, figuran el ejercer de comadronas y curanderas (para lo cual resulta muy útil la capacidad de absorber el dolor ajeno). También se encargan de ocuparse de los ancianos que viven solos (con trabajosa pedicura incluida), así como de velar a los muertos y preparar adecuadamente sus funerales.

Así, aunque la intervención de las brujas resulte muy necesaria para enfrentarse a las criaturas que, de cuando en cuando, pretenden causar problemas en el mundo, el grueso de su labor se compone de pequeñas tareas cotidianas destinadas a aliviar el sufrimiento ajeno. Las brujas de Pratchett son muy poderosas, y pueden resultar harto temibles si la ocasión lo requiere, pero si gozan del respeto y el aprecio de sus vecinos es porque siempre están dispuestas a realizar, a cualquier hora y en cualquier lugar, aquellas tareas desagradables que nadie salvo ellas desea acometer.

Siempre queda la esperanza

Las novelas más recientes de la serie del Mundodisco comparten, además de escenario y personajes, un claro interés de su autor por ofrecernos mensajes positivos. Pratchett ha centrado sus esfuerzos literarios en la condena de lacras como la guerra, la esclavitud, el racismo y la desigualdad, tejiendo libro tras libro un hermoso tapiz de solidaridad y convivencia cuyo eje central es la populosa Ankh-Morpork. En la gran ciudad, gobernada con sabiduría por Lord Vetinari, conviven miembros de todas las razas, y hasta seres como los trasgos (considerados hasta hace poco como meras alimañas), han encontrado un lugar en el cual encajan y son felices.

En “La corona del pastor” encontramos unos cuantos buenos ejemplos de esa tendencia ejemplarizante, empezando por esa entrega a los demás por parte de Tiffany sobre la cual ya nos hemos extendido anteriormente. Además de poner de manifiesto el sacrificado altruismo de las brujas, Pratchett también aprovecha para reivindicar el valor de los ancianos (fuente de sabiduría y, a pesar de ello, rebajados a la condición de estorbo una vez se han jubilado). Finalmente, la evolución experimentada por uno de los personajes de la novela le sirve a su autor para enseñarnos que todo el mundo puede cambiar, y que la esperanza de que podamos convertirnos en mejores personas jamás debe abandonarse.

Hasta siempre, Terry

Las despedidas suelen resultar dolorosas, pero en El Mar de Tinta estamos seguros de que a Terry Pratchett no le agradaría que nos entristeciéramos al pensar en él. Al fin y al cabo, fue un escritor que dedicó su vida a hacernos reír, algo mucho más difícil de lo que podría parecer en un principio, y su obra conforma un legado de incalculable valor que siempre estará al alcance de quien desee descubrirla.

Por lo tanto, afrontaremos este final de trayecto con una sonrisa en los labios, y con un profundo respeto hacia el hombre que creó a Tiffany Dolorido y a Yaya Ceravieja, a Rincewind y a Sam Vimes, a Tata Ogg y a Húmedo von Mustachen, a la Muerte, el Bibliotecario, Lord Vetinari, Cohen el Bárbaro y tantos otros maravillosos personajes que nos han acompañado durante más de treinta años. Pratchett fue un gran escritor, y también un hombre bueno a quien se le puede aplicar una frase que encontramos en “La corona del pastor”: “Usted ha dejado el mundo mucho mejor que como lo encontró, y en mi opinión, nadie puede pretender más que eso”. Un millón de gracias, Terry. Hasta siempre.

Terry Pratchett

4 respuestas a «La corona del pastor»

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