Los papeles póstumos del Club Pickwick

Cuando uno se para a pensar en que Charles Dickens tenía tan sólo 24 años cuando escribió un libro del calibre de “Los papeles póstumos del Club Pickwick”, resulta fácil comprender cómo es posible que prácticamente toda la producción literaria del escritor británico se componga de obras maestras. La primera novela del autor de clásicos como “Oliver Twist” o “David Copperfield” es un volumen brillante, cuya lectura se hace corta a pesar de sobrepasar el millar de páginas.

Si a la gran calidad intrínseca del texto se le suma una excelente labor editorial, el resultado es el libro que reseñamos hoy. Publicado por Penguin Random House en su colección Grandes Clásicos, cuenta con una excelente traducción de José María Valverde, un prólogo sumamente interesante y ameno firmado por Jordi Llovet y una selección de ilustraciones de Robert Seymour y de Phiz. Todo ello servido en tapa dura y con un tamaño muy manejable. ¿Qué más se puede pedir?

Un club muy peculiar

Fundado y presidido (a perpetuidad) por el filántropo Samuel Pickwick, el Club Pickwick tiene como objetivo observar y estudiar la siempre sorprendente naturaleza humana, y sus miembros se reúnen periódicamente para exponer sus hallazgos ante sus compañeros. Las excursiones a diversos lugares próximos a Londres proveerán a los pickwickianos de abundante material de estudio, al tiempo que les permitirán hacer buenas amistades (las cuales, en ocasiones, derivarán en relaciones de corte amoroso) y vivir toda suerte de anécdotas, tanto simpáticas como desagradables.

Acompañado por sus buenos amigos Tupman, Snodgrass y Winkle, Samuel Pickwick recorrerá en coche de caballos la campiña inglesa, alojándose  en casas de buenos amigos y en posadas de todo tipo, disfrutando la mayoría de las veces de los placeres de la buena mesa (algo que, sin duda, explica la rotundez de su anatomía). A partir del capítulo XII, contará con la asistencia de Sam Weller, un joven avispado y lleno de recursos que se convertirá en su sirviente personal.

Pickwick y Weller

Samuel Pickwick y Sam Weller conforman una de las parejas más memorables de la Literatura universal inspirada, para muchos (aunque salvando numerosas diferencias), en los inmortales Don Quijote de la Mancha y Sancho Panza. El fundador del Club que lleva su nombre es una persona generosa, amable y sin un ápice de maldad en su orondo cuerpo. Honrado y honorable, siempre intentará ayudar a sus amigos (lo cual le traerá más de un quebradero de cabeza) y, como se ve en toda la parte de la novela que tiene que ver con el caso Bardell contra Pickwick, afrontará las injusticias con la fuerza moral de quien cuenta con una conciencia tan tranquila como noble.

Por su parte, Sam Weller representa al pueblo llano, frente a la clase acomodada a la cual pertenece su señor. No es un hombre instruido, y se expresa con el lenguaje de la calle (haciendo uso de curiosas expresiones que se hicieron muy populares en su día), pero compensa su escasa erudición con una gran inteligencia, la capacidad de captar al instante qué se cuece, la útil habilidad de juzgar con sólo una mirada a aquellos que se cruzan en su camino y una lealtad absoluta hacia su amo. Consciente de que la naturaleza bondadosa de Pickwick va de la mano de una cierta ingenuidad, Sam siempre estará pendiente de su bienestar (anteponiéndolo al suyo propio) y tratará por todos los medios de evitar que se aprovechen de él.

Relatos en la novela

Otro de los aspectos que relacionan de alguna manera “Los papeles póstumos del Club Pickwick” con la obra maestra de Miguel de Cervantes es la inclusión de narraciones las cuales, sin tener en principio nada que ver con la trama de la novela, permiten a su autor demostrar su soltura a la hora de enfrentarse a diferentes géneros literarios. No obstante, entre los relatos que encontramos en el libro, aunque su temática es diversa, abundan aquellos que cuentan con algún elemento de corte sobrenatural.

Así, en cuentos como “La historia del viajante” o “Historia del tío del viajante” veremos como la presencia de fantasmas está en la base de la trama. Ahora bien, quizá el más interesante de todos los relatos sea “Historia de los duendes que se llevaron a un enterrador”. Su protagonista, Gabriel Grub, tiene un traumático y aleccionador encuentro con unos duendes en Nochebuena, en el cual encontrará el lector numerosos paralelismos con cuanto acontece a Ebenezer Scrooge en “Cuento de Navidad”, una de las historias más populares de Dickens.

Un clásico imprescindible

A veces el término “clásico” se asocia a obras de naturaleza plúmbea cuya lectura nos sume en un estado de sopor/desesperación. “Los papeles póstumos del Club Pickwick”, sin embargo, es una de esas novelas clásicas que se leen con deleite y que desearíamos que no acabasen nunca.

Llena de personajes inolvidables (además de los ya mencionados, habría que mencionar al padre de Sam, así como a la pareja formada por Alfred Jingle y Job Trotter, especie de “reverso tenebroso” de Pickwick y el joven Weller), humor,  ironía y lecciones morales sin moralina, “Los papeles póstumos del Club Pickwick” es toda una joya literaria. Un libro que desde El Mar de Tinta recomendamos sin reservas, con la certeza de que todo aquel que disfrute con la buena literatura decimonónica encontrará su lectura altamente gratificante.

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