Mandrágora

La raíz de mandrágora es uno de los elementos indispensables en el “laboratorio” de cualquier mago, bruja o alquimista que se precie. O, al menos, esa es la idea que tenemos gracias a innumerables obras literarias y cinematográficas. Al fin y al cabo, tan peculiar solanácea juega un papel de gran importancia en sagas tan populares como la protagonizada por Harry Potter (en concreto, en el segundo volumen de la serie creada por J. K. Rowling).

Lo cierto es que la leyenda asociada a la mandrágora es fascinante. La planta crecería justo en el lugar sobre el cual un ahorcado, a consecuencia de los espasmos previos a la muerte, habría eyaculado por última vez. En cuanto a sus diversas propiedades, se utilizaba sobre todo como ingrediente fundamental de filtros y pociones amorosas, aunque también puede usarse como veneno. Otra vertiente del folklore asociado a tan peculiar vegetal afirma que podían convertirse en una suerte de homúnculos que traían suerte a quienes los poseyeran. Con tales mimbres, y una gran dosis de talento, Hanns Heinz Ewers dio forma a “Mandrágora”, una deliciosa obra maestra recientemente reeditada por Valdemar en su imprescindible colección Gótica.

Un extraño experimento

Animado por su sobrino Frank Braun (un joven vividor aficionado a la bebida, el juego y las mujeres), el profesor Jakob ten Brinken utiliza sus conocimientos médicos (principalmente los asociados a la inseminación artificial) para crear una criatura única. Haciendo gala de una total falta de escrúpulos, el científico conseguirá que una prostituta extremadamente viciosa quede embarazada tras impregnarla con el semen de un asesino ajusticiado en la horca.

El fruto del experimento es una niña a quien bautizarán como Alraune (“mandrágora”, en alemán). La criatura será legalmente adoptada por ten Brinken, quien sentirá una malsana atracción por su hija adoptiva, un ser efébico que resultará irresistible para hombres y mujeres por igual. Consciente de su poder de seducción a muy temprana edad, Alraune dedicará su vida a satisfacer sus deseos y obtendrá placer en la manipulación de quienes la rodean, obligándoles a realizar todo tipo de actos despreciables cuyas consecuencias nunca le afectarán. Entre sus aficiones favoritas, no obstante, destacará una muy por encima del resto: la obtención del control absoluto sobre todo hombre que se le antoje, normalmente con un final terrible para estos.

Femme fatale

Alraune se aproxima mucho al arquetipo de la mujer fatal canónica. Se trata de una joven de una gran belleza, capaz de ejercer una irresistible fascinación sobre prácticamente todos los hombres que se cruzan en su camino, incapaz de amar en apariencia, y dedicada por completo a satisfacer sus apetitos personales. Además, queda claro que experimenta un inmenso placer manejando a su antojo a los miembros del sexo opuesto, cuyas vidas no duda en arruinar por pura maldad.

La peculiar naturaleza de Alraune, fruto de su rocambolesco origen y salpicada de toques “mágicos” que hacen de ella una mandrágora humana (a lo largo de la novela vemos como, por ejemplo, su presencia en casa de ten Brinken favorece económicamente a éste), hace que lleguemos a plantearnos si realmente es un ser humano. Pensar que se trata de una criatura de naturaleza feerica, algo sugerido en varias ocasiones por el propio Ewers, quizá permitiría redimirla en cierto modo. Al fin y al cabo, si la joven no fuera más que una mujer como cualquier otra, la maldad que rige su comportamiento haría imposible no considerarla un monstruo.

Una obra excepcional

Antes de que Hanns Heinz Ewers cayera en desgracia con el Partido Nazi alemán (del cual era miembro, si bien no compartía su acentuado antisemitismo), gozó de una gran popularidad en su país natal. “Mandrágora” es una de sus obras más populares, y es el segundo volumen de una trilogía que tiene como hilo conductor a Frank Braun (las novelas que la completan son “El aprendiz de brujo” y “Vampyr”). Buena prueba del éxito del libro que nos ocupa es la existencia de hasta cinco versiones cinematográficas del mismo, siendo las estrenadas en 1928 y 1930 (muda la primera, sonora la segunda, ambas protagonizadas por Brigitte Helm como una excelente Alraune) las mejor valoradas.

Gracias a Valdemar, los lectores españoles tenemos la oportunidad de descubrir el porqué de la fama de Ewers como autor de historias inquietantes, en una edición magnífica (como siempre) que cuenta con una excelente traducción de José Rodríguez Ponce. En esta ocasión, el volumen viene repleto de interesantes extras: un prólogo de José Rafael Hernández Arias, una introducción de Jesús Palacios, un álbum gráfico con abundantes fotografías y, como guinda del pastel, las ilustraciones realizadas por Mahlon Blaine para la edición de 1929 de la novela.

Con elementos que la emparentan con clásicos como “Frankenstein”, “El extraño caso del Doctor Jekyll y el señor Hyde” y “Drácula”, “Mandrágora es una novela inclasificable, turbadora y de una belleza poco común. En El Mar de Tinta nos confesamos fascinados por una Alraune cuya perversidad y encantos la convierten en un personaje inolvidable e irrepetible, y no nos cabe duda de que quien se decida a conocer su historia caerá igualmente fascinado por su irresistible personalidad.

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