Los caballeros las prefieren rubias/Pero se casan con las morenas

Una de las muchas escenas icónicas que nos legó la gran Marilyn Monroe fue el número musical Diamonds Are a Girl’s Best Friend que aparecía en la película “Los caballeros las prefieren rubias”(Howard Hawks, 1953). En dicho filme, la actriz interpretaba el papel de Lorelei Lee, una joven inculta y materialista que resultaba ser más inteligente de lo que parecía a simple vista, la cual compartía aventuras con su buena amiga Dorothy Shaw, papel que recayó en la bella Jane Russell.

Como suele ser habitual con los clásicos cinematográficos, el origen de “Los caballeros las prefieren rubias” hay que buscarlo en la obra homónima de Anita Loos, posteriormente reconvertida por la misma autora en musical de Broadway. Ahora, de la mano de Alba Editorial, tenemos la oportunidad de disfrutar con la novela de Loos, así como con su secuela “Pero se casan con las morenas”, en un único volumen que cuenta con una estupenda traducción de Carlos Casas.

El diario de Lorelei

Lorelei Lee recibe del señor Eisman, su “protector”, un diario para que vierta en el sus pensamientos más íntimos. Y eso es lo que se apresura a hacer, con sorprendente diligencia, la bella y despreocupada joven. Así, no tardaremos en descubrir que Lorelei tiene una asombrosa facilidad para despertar la admiración de caballeros adinerados, encantados de colmarla de atenciones y caros regalos mientras tratan de cultivar su mente.

En las páginas del diario de Lorelei la acompañaremos mientras viaja por Europa con su amiga Dorothy (una muchacha sin pelos en la lengua que acostumbra a avergonzar a su sufrida compañera), conoce a hombres interesantes que se desviven por ella y vive unas cuantas aventuras ciertamente provechosas. De la mano de la rubia beldad veremos con nuevos ojos monumentos como la “Torre Infiel”, y compartiremos en Viena el asombro de un doctor “Froid” que constatará que Lorelei carece de inhibiciones.

Vida y milagros de Dorothy

En “Pero se casan con las morenas”, una Lorelei con ínfulas literarias (llega incluso a ser aceptada por los miembros de la legendaria Mesa Redonda del hotel Algonquin) opta en esta ocasión por poner su pluma al servicio de su amiga Dorothy, cuya biografía se apresta a redactar sin ocultar detalle escabroso alguno. Conoceremos de este modo los humildes orígenes de la joven, hija de un alcohólico trabajador en una Compañía de Carnavales, su trayectoria como empleada del famoso Florenz Ziegfield y sus tempestuosas (y en ocasiones violentas) relaciones con varios hombres.

Lejos de pretender dedicar un panegírico a su amiga y compañera de fatigas, Lorelei desea presentar la vida de Dorothy como ejemplo de malas decisiones, y no ahorra en críticas hacia determinados comportamientos de la joven (como su manía de enamorarse de hombres sin recursos económicos, algo que le resulta imposible comprender). Y, a diferencia de lo que hizo en su diario, aquí la escritora se muestra mucho más explícita en lo que a cuestiones sexuales (ajenas, por supuesto) se refiere.

¿Una rubia tonta?

La escasez de inteligencia asociada a la posesión de una melena rubia es, con toda probabilidad, uno de esos estereotipos que todo el mundo conoce. Por supuesto, como suele ser habitual, semejante idea carece de base lógica. No obstante, Lorelei Lee figura como uno de los personajes literarios (y cinematográficos) en los cuales se podría alguien apoyar para ejemplificar la validez del axioma “las rubias son tontas”. Ahora bien: ¿hasta que punto es “tonta” Lorelei?

No se puede negar que la protagonista de “Los caballeros las prefieren rubias” no destaca por su cultura. Pero, dejando a un lado esa carencia, lo cierto es que la joven vive a cuerpo de rey, se aloja en lujosos hoteles, cena en los mejores restaurantes, acumula valiosos regalos y se codea con la flor y nata de la sociedad. Y todo ello sin gastar un centavo ni tener que trabajar para lograrlo, puesto que quienes pagan son los caballeros que se desviven por ella. Hombres a quienes se les supone una gran inteligencia y que, al fin y a la postre, demuestran ser los verdaderos “tontos” de la novela (algo que queda bien patente en el capítulo en el cual Lorelei se las arregla para sonsacar secretos de estado a cierto empleado del Gobierno norteamericano).

La cara y la cruz

El díptico formado por “Los caballeros las prefieren rubias” y “Pero se casan con las morenas”, si bien es lógico que vea la luz de manera unitaria, resulta decepcionante una vez se leen ambas novelas. Ello se debe a la enorme diferencia que existe entre la primera (una maravilla plagada de ironía y momentos memorables) y la segunda (monótona y soporífera en ocasiones). Mientras que Lorelei es un personaje muy interesante, Dorothy funciona bien como su contrapunto, pero su trayectoria vital no consigue atrapar la atención del lector del modo en el cual lo hace la historia protagonizada por aquella.

En El Mar de Tinta consideramos que la primera parte del volumen en una pequeña joya cuyo brillo hace palidecer a la segunda. Quizá lo más adecuado sea dejar pasar un cierto tiempo antes de leer “Pero se casan con las morenas”. Es posible que, de ese modo, la continuación de “Los caballeros las prefieren rubias” se disfrute más que si se inicia inmediatamente después de acabar la lectura del diario de Lorelei Lee.

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