Los chicos del ferrocarril

La editorial Siruela rescata del pasado un clásico infantil indispensable. «Los chicos del ferrocarril», obra maestra de la británica Edith Nesbit (1855-1924), adentra al lector en el fantástico mundo de los niños y la dura transición a la vida adulta. Un maravilloso cuento de hadas a la antigua usanza.

Los hermanos Bobby, Phyllis y Peter se ven obligados a abandonar su cómoda vida cuando una noche su padre desaparece en extrañas circunstancias. Junto a su madre se mudan temporalmente a Las Tres Chimeneas, una casa de campo que linda con un ferrocarril. Aislados del resto del mundo, su imaginación se convertirá en el medio para lidiar con la dura realidad.

Las Tres Chimeneas

Acostumbrados a la plácida existencia en Londres, los primeros días pasan lenta y tristemente en las Tres Chimeneas. El recuerdo del padre y la melancolía de la madre mueve a los muchachos a volcarse en ella, e intentar seguir con sus juegos infantiles. Tal actitud les lleva a buscar entretenimiento allí donde nadie pueda importunarles. Así, una mañana, descubren el ferrocarril. El estruendo de las locomotoras y los secretos que aguardan en la boca de los túneles disparan su imaginación y ansia de aventuras.

El tren se convierte en lugar de encuentro, maravilla y reconocimiento de las propias virtudes y defectos. El Señor Mayor, el Jefe de estación y otros personajes que desfilan a lo largo de la obra enseñan a los niños el sentido de la responsabilidad y el valor del esfuerzo. Lecciones vitales que no hacen olvidar el principal misterio que rodea sus vidas: ¿dónde está papá?

Personajes de cuento

Que los cuentos infantiles no son sólo para niños es una importante lección que todo buen lector debe aprender.«Los chicos del ferrocarril»es un título fantástico de la literatura inglesa. A medio camino entre el cuento de hadas y el relato de tránsito a la madurez, resulta una fuente inagotable de optimismo y buenos sentimientos. Su autora, Edith Nesbit, no goza de tanta popularidad en nuestro país como su compatriota Enyd Blyton(1897-1968). Ambas fueron escritoras muy prolíficas. Blyton consiguió una enorme popularidad gracias a las aventuras de “Los cinco”. Pero Nesbit siempre prefirió volcar su genio en diferentes campos. Poetisa, dramaturga y escritora a partes iguales, su obra es extensísima pero no fue hasta la publicación de «Los chicos del ferrocarril» cuando su nombre se hizo famoso en todo el Reino Unido. Desde ese momento, no ha cesado de reeditarse año tras año.

La historia es amable y defiende a capa y espada el lado positivo de la vida pese tener también un lado oscuro. La desaparición del padre sirve de pretexto para centrarse en otros temas. Todo se resuelve al final de forma maravillosa, sin importar demasiado los porqués. Un adulto puede quedar desalentado ante semejante desenlace, pero este cuento es para niños. Ellos, sin duda, valorarán la sencillez como algo positivo.

Los personajes que conocen a lo largo de sus aventuras en el ferrocarril ni siquiera tienen nombre. Mamá es una madre concreta, el Señor Mayor es un amable anciano cuyo papel es indispensable en la solución del misterio de la desaparición del padre. No es necesario saber más. Sólo hace falta hacerse pequeño y dejarse llevar. La narración se enfoca desde la panorámica de los niños. Esto posibilita un acercamiento atractivo a la historia. No son muchos los relatos de este género que no pequen de un infantilismo feroz. Sin Nesbit, quien inauguró todo un género de aventuras nuevo, nada habría podido hacer Blyton. La propia Rowling le debe mucho a esta gran escritora. Bien es cierto que Nesbit siempre deseó ser considerada a través de su poesía y no por sus cuentos pero, como en toda fábula, al final las hadas y los magos son seres que cobran vida en la mente de los más pequeños. Y ellos son un público muy exigente.

«Ocurren cosas maravillosas y muy bonitas»

La editorialSiruela ofrece una edición muy atractiva. Una presentación cuidada con mimo para una historia divertida llena de valores. Es cierto que algunos aspectos a día de hoy resultarán desconcertantes. Determinadas costumbres, hoy perdidas, serán para el lector ocasión de risa o aprendizaje. En todo caso, constituyen un toque pintoresco que enriquece la narración.

Siendo una obra concebida para el público infantil, se aprecia una gran madurez en su desarrollo. Bobby, Peter y Phyllis ven el mundo a su manera pero las imágenes creadas por Nesbit, muy sensoriales, llegan más facilmente al público adulto. El lector experimentado sabrá captar el matiz de las palabras y la profundidad de los caracteres de los personajes.

En el fondo, todos hemos querido ser alguna vez “chicos del ferrocarril”. Niños sin normas que sueñan sin ataduras, trasladándose de un punto a otro del globo sólo con la ayuda de sus pequeñas mentes. La mirada de un niño siempre sorprende, y esa mirada está perfectamente captada por la pluma de Edith Nesbit. Si se ha disfrutado con J.K Rowling o soñado con Lewis Carroll, «Los chicos del ferrocarril» es una lectura más que recomendable. Todo un disfrute para los cinco sentidos y un buen bálsamo para el alma. Como el propio Señor Mayor dice en la novela, a veces “ocurren cosas maravillosas y muy bonitas”. 

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