Lujuria

Hace unos meses, Juan Eslava Galán nos deleitaba con “Misterioso asesinato en casa de Cervantes”, novela histórico-detectivesca por la cual recibió el Premio Primavera. Ahora, el autor se dispone a cerrar 2015 inaugurando una serie de volúmenes, publicados por Ediciones Destino, dedicados a repasar los pecados capitales de la historia de España. La primera entrega de la serie es “Lujuria”, y en ella el autor realiza un entretenido recorrido por la vida cotidiana sexual de los españoles desde finales del siglo XIX hasta 1975.

Se trata de un tema por el cual Eslava Galán siente una evidente predilección, ya que ha dedicado numerosas páginas al mismo en volúmenes tan recomendables como “El sexo de nuestros padres”, “Coitus interruptus” u “Homo erectus”. Así, quien ya haya leído obras como las mencionadas, no tendrá dificultad en reconocer determinadas anécdotas o referencias en “Lujuria”, si bien el libro aporta material nuevo y lo acompaña con numerosas fotografías en glorioso blanco y negro.

Con la Iglesia hemos topado

Religión y sexo siempre han ido de la mano en nuestro país, ya que la Iglesia católica ha tenido por costumbre durante siglos tildar como pecado todo encuentro sexual ajeno al matrimonio. Para más inri, ya en el seno del mismo, lo supeditaba estrictamente a la procreación y abominaba de cualquier método anticonceptivo. Eslava Galán, hombre de mente abierta, critica sin ambages esa manía de demonizar un impulso tan natural, y no duda en reprobar el afán de la curia por tratar de de estigmatizar el sexo.

Tras los años de modernidad y apertura que trajo la Segunda República, la dictadura franquista otorgó al clero un inmenso poder y sus miembros no tardaron en ponerlo en práctica convirtiendo la vida de sus pobres feligreses en un campo de pecaminosas y concupiscentes minas. Así, en “Lujuria” tenemos ocasión de leer como se satanizan diversiones como el cine o los bailes, y se nos describen directrices a seguir sobre temas tales como la vestimenta femenina. Por supuesto, se incide en la obligación de las mujeres de mantenerse castas e intactas hasta la noche de bodas, pues ofrecer antes de tiempo la preciada prenda de su virginidad las equipararía a cualquier practicante del oficio más viejo del mundo.

Prostitutas y amantes

La prostitución cuenta con un lugar importante en “Lujuria”, y Eslava Galán se muestra mucho más amable con las profesionales del sexo que con los sacerdotes. Al fin y al cabo, en su mayoría se trataba de mujeres que vendían su cuerpo porque carecían de otro modo de sobrevivir. De hecho, tras nuestra terrible guerra incivil (sic), innumerables viudas se vieron obligadas a prostituirse a cambio de una miseria que les permitiera dar de comer a sus hijos.

Por su parte, también se nos habla en el libro que nos ocupa de las queridas, quienes en cierto modo no dejan de ser una suerte de prostitutas promocionadas a un nivel superior. Durante décadas, tener una amante fue sinónimo de estatus en nuestro país. Al fin y al cabo, tener la capacidad de ponerle un piso a una mantenida y hacerse cargo de todas sus necesidades sólo era posible si se contaba con unos buenos ingresos. Muchos estraperlistas enriquecidos durante la posguerra entendían que una amante era tan consustancial a su éxito como el coche importado o el abrigo de visón lucido por la legítima esposa.

La eterna doble moral

Una de las características de la sociedad española que más solivianta a Eslava Galán es, sin duda, la doble moral de la que hace gala en cuestiones sexuales. Los ejemplos que cita son diversos, desde el sacerdote que predica las bondades de la castidad y luego se encama con una meretriz de lujo, hasta la justificación de la promiscuidad masculina mientras se condenan y se castigan duramente las infidelidades femeninas.

Esta moral de doble cara traía asociados comportamientos sorprendentes pero asumidos como naturales en su momento. Como el caso de esposas, cuya educación sexual (en el caso de que la hubieran recibido) era más bien parca, a quienes se les había hecho contemplar el acto sexual como algo repugnante, hasta el punto de llegar a agradecer que sus maridos buscaran fuera de casa aquello que ellas no estaban dispuestas a darles. Así, los prostíbulos eran lugares condenados por un lado pero necesarios por otro, ya que contribuían a calmar los bajos instintos masculinos. Y, de paso, aportaban pingües beneficios a las autoridades, siempre dispuestas a relajar la aplicación de la ley a cambio de un porcentaje de lo recaudado.

Un libro fascinante

Juan Eslava Galán tiene la estimable capacidad de escribir ensayos históricos con un estilo sencillo y distendido, pleno de humor y socarronería. Sus libros están plagados de información y de anécdotas reales tan disparatadas que hacen válido el dicho “la realidad supera a la ficción”. Y su pluma, teñida de ironía, disecciona nuestros numerosos defectos con la inevitable amargura de quien contempla la historia patria con mirada crítica y no encuentra de su agrado lo que ve.

Si hemos de juzgar “Los pecados capitales de la historia de España” a partir de “Lujuria”, en El Mar de Tinta estamos convencidos de que resultará una serie más que merecedora de ocupar un lugar privilegiado en nuestras bibliotecas. Este primer volumen nos ha parecido una obra tan interesante como entretenida, así que estamos deseando tener en nuestras manos la siguiente entrega, “Avaricia”, también firmada por Eslava Galán, en la cual asistiremos sin duda a un análisis tan lúcido como mordaz de uno de los grandes vicios nacionales.

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