Megalodón

En 1974 Peter Benchley publicaba “Tiburón”, su primera novela. Con ella introducía  en el Olimpo de los monstruos literarios a una criatura tan hermosa como letal: el gran tiburón blanco. Apenas un año después, Steven Spielberg rodaba la película homónima, creando el primer blockbuster veraniego al tiempo que hacía que millones de personas desarrollaran un repentino miedo a bañarse en la playa.

Más de cuatro décadas después, los tiburones asesinos siguen muy presentes en la cultura popular, con incontables películas que oscilan entre lo bueno (“Deep Blue Sea”) y lo infumable (“Sharknado” y secuelas), y numerosos libros publicados en el mercado anglosajón, pero sin apenas presencia en nuestras librerías. Entre esos escualos con afición por la carne humana los hay de muchos tipos, pero ninguno de ellos está a la altura de la máquina de matar definitiva: el megalodón.

En las profundidades

Con una profundidad de 11.094 metros, la fosa de las Marianas (situada en el océano Pacífico) es la zona más abisal conocida por el ser humano. Explorarla es una tarea sumamente arriesgada, algo de lo cual puede dar fe el paleontólogo y biólogo marino Jonas Taylor. Cuando tripulaba un sumergible durante una misión para la Marina estadounidense, el ataque de lo que pensó era un megalodón hizo que entrase en pánico y, al realizar un ascenso excesivamente rápido, provocó la muerte de sus compañeros de inmersión. Como es de esperar, nadie creyó que hubiera visto realmente a una criatura que lleva extinta millones de años, así que perdió su empleo y se vió obligado a pasar una temporada  en una institución mental.

Ocho años después, Taylor se ha convertido en una autoridad sobre los megalodones y, además de haber escrito varios libros sobre ellos, se dedica a dar conferencias en las cuales plantea la posibilidad de que tales criaturas existan a día de hoy en la zona de aguas cálidas que se encuentra en el fondo de la fosa de las Marianas. Cuando Masao Tanaka recurra a él para recuperar un sumergible no tripulado en dicho lugar, Taylor tendrá la ocasión de enfrentarse a su pasado para descubrir, de una vez por todas, que lo que causó su caída en desgracia no fue una alucinación. El biólogo descubrirá que los megalodones abisales existen y, cuando uno de ellos acabe atravesando las frías aguas que lo separan de la superficie, comprobará que la legendaria voracidad del gran depredador prehistórico es aterradoramente real.

Carcharodon Megalodon

Con una longitud que podía superar los 16 metros, un peso de unas sesenta toneladas y una mandíbula de casi dos metros de anchura cuajada de dientes afilados como cuchillas, el Carcharodon Megalodon fue uno de los mayores depredadores que poblaron los océanos en la era Cenozoica. Steve Alten se vale de la voz de Taylor para informarnos de todos estos pormenores al principio del libro, dejando bien claro a qué clase de criatura habrán de enfrentarse los protagonistas de “Megalodón”.

Un tiburón de semejante envergadura es, básicamente, una máquina de devorar, dispuesta a engullir tanto unos buenos bocados de ballena como a cualquier ser humano que se cruce en su camino. Y Alten no duda en sacrificar a un buen puñado de personajes de mayor o menor relevancia para ofrecer al lector, mientras Taylor y compañía intentan dar con la forma de localizar y capturar al animal, una buena ración de gore sin la cual una historia protagonizada por uno o varios escualos no tendría mucha razón de ser.

“Megalodón”, la película

La razón por la cual Ediciones B ha reeditado el libro que nos ocupa (la primera edición, con el título “Meg”, fue publicada por la misma editorial en 1997) es aprovechar el tirón comercial de la película basada en el mismo, estrenada en agosto de este año. Como suele ser habitual en estos casos, la nueva edición cuenta con una imagen de portada que hace referencia al filme, cuyos buenos resultados en taquilla hacen pensar en una más que probable secuela.

Ahora bien, recaudaciones aparte, ¿es “Megalodón” una buena adaptación de la novela? La respuesta es no, por numerosas razones. La primera de ellas es la falta de fidelidad argumental: si comparamos película y libro, aquella apenas mantendría un 5% de este. El elenco protagonista está compuesto por un batiburrillo de actores que oscilan entre lo anodino y lo risible, y entre ellos destaca un Jason Statham que supuestamente encarna a Jonas Taylor, aunque lo cierto es que hace de sí mismo (como en todas sus películas) convirtiendo a un personaje inteligente que debe enfrentarse a sus miedos en una suerte de héroe de acción a quien sólo le falta noquear de un puñetazo al megalodón.

Si a todo ello sumamos una ausencia casi total de sangre en la pantalla, condición necesaria para que la película recibiera la calificación PG-13 (recomendada para mayores de 13 años), el resultado es un filme “palomitero” que no ofrece lo que cabría esperar teniendo en cuenta el contenido violento de la obra que adapta. Quizá quien no conozca la novela acabe disfrutando de un entretenimiento fácilmente olvidable, pero quien busque ver en el cine  lo que Alten plasmó en papel quedará sumamente decepcionado.

La historia continúa

“Megalodón” es la primera novela de una serie que, a día de hoy, cuenta con siete entregas publicadas, y una octava prevista para el año que viene. De ellas, en español están disponibles las tres primeras: “Meg” / “Megalodón”, “Meg: La fosa” y “Meg 3: Aguas primitivas”. Así, en el caso de que se acaben rodando secuelas, en Hollywood disponen de material de sobra para elegir (y, probablemente, ignorar). En el apartado literario, quizá la propia Ediciones B u otra editorial se animen a continuar publicando los libros posteriores a “Megalodón”. El tiempo dirá.

“Megalodón” es una novela muy entretenida, original y sorprendente. Una vez que iniciamos la lectura, resulta muy difícil abandonarla, así que es el típico libro que se lee prácticamente de una sentada. Alten es un narrador hábil que ha sabido crear un grupo de personajes interesantes, y los  maneja con soltura al tiempo que dosifica adecuadamente las escenas en las cuales el escualo protagonista siembra el caos. Se trata, en resumen, de un libro perfecto para perdernos en sus páginas durante unas horas desde la seguridad de nuestro sillón predilecto, donde nos hallamos a salvo de tiburones prehistóricos con aviesas intenciones. Una obra que, desde el Mar de Tinta, recomendamos a todo lector deseoso de vivir una aventura terrorífica en las insondables profundidades oceánicas.

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