Avaricia

Juan Eslava Galán inauguraba a finales del año pasado la serie “Los pecados capitales de la historia de España” con “Lujuria”, un volumen en el cual nos ofreció su visión de la vida sexual de los españoles a lo largo de los dos últimos siglos. El siguiente pecado a revisar, de nuevo de la mano del autor jiennense, es uno de los que más titulares suelen proporcionar a los medios de comunicación en nuestro país.

En “Avaricia”, Eslava Galán presenta un catálogo de estafadores, aprovechados, parásitos y personajes de buen vivir (pero mal proceder) cuyos nombres figuran entre lo más granado de la canallesca patria. Y es que no hay que olvidar que, en esta bendita nación nuestra, el ansia por poseer dinero a espuertas (unido a la envidia, verdadero deporte nacional) es uno de nuestros rasgos definitorios.

Con la Iglesia hemos topado

Quien conozca la obra de Juan Eslava Galán sabrá que el escritor siente un especial interés por la Iglesia católica, hasta el punto de que dedicó uno de sus libros (“El catolicismo explicado a las ovejas”) a revisar la rica historia de la misma. Y en “Avaricia” aprovecha para comentar dos o tres detalles relacionados con su apego por la riqueza material los cuales, tratándose de una institución cuya curia hace voto de pobreza, no dejan de resultar ciertamente llamativos.

Nos habla el autor de las indulgencias, salvoconductos que ahorraban el tormento del Purgatorio a quien entregase sustanciosas limosnas a la Iglesia, o pusiera a nombre de la misma las escrituras de propiedad de terrenos o inmuebles. Por medio de este astuto sistema, el clero español acumuló un considerable patrimonio inmobiliario exento, además, de cualquier impuesto o gravamen. También nos menciona Eslava Galán los numerosos casos de moribundos quienes, antes de fallecer, atendían gustosos los requerimientos de los sacerdotes que les asistían y hacían a los mismos beneficiarios de sus testamentos.

También vemos en “Avaricia” como, tras el fallecimiento del dictador Francisco Franco, los próceres de la Iglesia se aseguraron la protección de sus numerosos beneficios de tipo económico por medio del Concordato con la Santa Sede. Uno de los puntos del mismo que más llama la atención es que, aún a día de hoy, la Iglesia Católica reciba una cuantiosa aportación económica de un estado en teoría laico. Ese hecho, unido a la apropiación irregular de inmuebles por parte de los sacerdotes y a la exención del pago de tasas como el IBI, lleva tiempo generando polémica en una sociedad cada vez menos dispuesta a admitir la situación de privilegio del clero español.

Cleptocracia

Según la siempre útil Wikipedia, la cleptocracia sería “el establecimiento y desarrollo del poder basado en el robo de capital, institucionalizando la corrupción y sus derivados, de forma que estas acciones delictivas quedan impunes debido a que todos los sectores del poder están corruptos”. Es decir, que quienes gobiernan se dedican, principalmente, a llenarse los bolsillos mientras se encuentran en una situación que les permite hacerlo fácilmente y con impunidad.

A día de hoy, todavía no se ha podido demostrar que ninguno de los presidentes que han gobernado España tras la muerte de Franco se haya enriquecido ilegalmente, eso es cierto. Pero también lo es que han sido numerosas las tramas de corrupción asociadas a los partidos políticos, desde el caso Filesa (financiación irregular del PSOE) hasta el caso Gürtel. Y no hay mes que no surja un nuevo escándalo de corrupción, como el recientemente investigado en la Operación Taula y que afecta al PP de la Comunidad Valenciana.

La cuestión es que aquí todos trincan (con perdón) si pueden, y Eslava Galán nos ofrece un amplio muestrario de casos de corrupción a todos los niveles. Así, encontramos en las páginas de “Avaricia” casos como el de la malversación de fondos europeos, las corruptelas de los grandes sindicatos obreros, las irregularidades con los ERE y el PER en Andalucía o la enorme fortuna de origen incierto del ex molt honorable Jordi Pujol, entre otros.

Presos por avaricia

Como no podía ser de otro modo, por el libro que nos ocupa desfila una serie de personajes cuyos tejemanejes propiciaron que acabasen dando con sus huesos en la cárcel. Del siglo pasado destacan nombres como el de Mario Conde (quien encarnó en su día la imagen paradigmática del yuppie ochentero), El Dioni (autor del robo de un furgón blindado) o Luis Roldán (antiguo Director de la Guardia Civil que añadió a la corrupción el detalle de mentir sobre su formación académica).

Ya en el siglo XXI, Eslava Galán nos relata las “hazañas” de un puñado de personajes que, por medio de su continua presencia en los informativos, han acabado por resultarnos sumamente familiares. Se trata sobre todo de personas vinculadas a un Partido Popular al cual no dejan de crecerle los (corruptos) enanos, entre quienes destacan Francisco Correa (cabecilla de la trama Gürtel) y Luis Bárcenas (ex tesorero del PP que goza del raro privilegio de ser la única persona en nuestro país que ha recibido una indemnización en diferido).

Reflejo de lo que somos

A todo lo anterior hay que sumar muchas más cosas, ya que en “Avaricia” hay capítulos sobre la realeza, el caso Rumasa, el caso Millet, los megaproyectos que salpican el país o el caso de las tan traídas y llevadas preferentes. También se analizan diversos fraudes piramidales, tipo de estafa creado en España por Baldomera Larra (hija del gran escritor romántico) y que ha dado frutos de tan infausto recuerdo como el caso Sofico o el de Fórum Filatélico.

Como pueden ver, a Eslava Galán no le han faltado mimbres para tejer este cesto literario. Al fin y al cabo, mal que nos pese, a los españoles nos gusta darnos la buena vida si podemos y, cuando se presenta la ocasión, resulta difícil resistirse a aprovecharla (ya saben: quien esté libre de pecado…). Así, en el Mar de Tinta hemos llegado a la conclusión de que quizá haya lectores que, además de disfrutar con este estupendo libro (editado, al igual que “Lujuria”, por Ediciones Destino), pueden acabar encontrando en el mismo una importante fuente de inspiración. Quién sabe…

 

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