Mudman

La innovación en el universo superhéroe es complicada. Con la sobreabundancia de superpoderes variados de la que disfrutamos, a ver quién osa aventurarse con un nuevo personaje que resulte original y no caiga en la astracanada. Paul Grist se ha atrevido. El autor que a todos nos epató con “Kane” se aleja con esta obra del género negro para embarrarse sin miedo en nuevas singladuras. Sin quebrar del todo los rígidos parámetros que exige el subgénero, tenemos una obra ágil y entretenida que agradecerán los fieles a este tipo de cómic. Y el resto también, que no gustamos de discriminar a nadie.

Un poblacho costero con unas enormes playas donde no hay arena sino barro. Un lugar minúsculo e ignorado de la costa suroeste de Inglaterra no tiene, así de primeras, las propiedades necesarias para un buen escenario. Ni tiene el glamour cosmopolita de la Nueva York de Spiderman ni el goticismo depresivo de Gotham. Pero funciona a la perfección. Y que a nadie se le llenen las sinapsis con la impresión de escasez que puede emanar de estas líneas. No estamos leyendo un cochambroso remedo sino una historia divertida, emocionante y muy bien contada.

Los accidentes particulares de Owen Craig suenan mucho a Peter Parker. Enumero: adolescente de instituto que descubre sus poderes, decide vestirse de mamarracho e impartir justicia entre sus semejantes para descubrir al poco que es cualquier cosa menos fácil. El esquema nacido con el bueno de Alonso Quijano y tantas veces repetido. Repetido pero no calcado ya que Grist le da su particular dimensión  gracias a sus exquisitas dotes narrativas.

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El tempo es mío y hago con él lo que quiero

Además de excepcional dibujante, Paul Grist destaca como narrador. Tiene un don natural para contar historias. Nos conduce por donde quiere, nos tiene en vilo cuando le apetece y, si se le antoja, nos deja con cientos de interrogantes que ansiamos ver resueltos. El devenir de la fábula te va absorbiendo. En ningún momento se cansa uno de ella ni se ve forzado a obligarse a seguir leyendo. Es una muestra de enorme talento el cocinar con cuatro clichés una obra tan entretenida.

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Como nota de color, es necesario referir que la historia no corre de forma lineal. Salta del presente al futuro y al pasado cuántas veces considera Grist que debe hacerlo. Al principio desorienta, pero conforme acomodas el baile de flashbacks y flashforwards al ritmo de tus propias neuronas encuentras semejante danza incluso agradable.

El grueso trazo de la excelencia

Paul Grist dibuja con trazo grueso. Su arte es más propio de la caricatura y el dibujo animado, huyendo del hiperrealismo que intenta conseguirse en la mayoría de títulos de superhéroes. Esto puede resultar negativo para algunos, pero les aseveramos que no para nosotros. Grist no desdeña ningún detalle en su dibujo, y suma dos aliños que lo encumbran hasta el delicatessen: compone, maqueta y predispone sus páginas con la más excelsa anarquía. El gusto sublime y la pericia eminente en la distribución y formato de las viñetas que se gasta le hacen referente a estudiar, disfrutar e imitar. No hay reglas, no hay esquemas. Cada plancha vive a su propio albedrío. En ocasiones será necesario para la narración y en otras es goce de puro esteta, pero siempre logrando un resultado final satisfactorio.

Y dos: mancha con la soltura de un viejo maestro y la desvergüenza de un novato respondón. Aunque el color no le permita los excesos magníficos que lucen en “Kane”, está siempre dispuesto a llenar de negro las viñetas a poco que le dejen. El coloreado, a cargo de Bill Crabtree, es correcto y usa una paleta más que adecuada al tono de la historia y sus localizaciones. Sin embargo, y aún a riesgo de que se nos acuse de herejía, nos quedamos con las ganas de saber qué hubiera sido de éste cómic con el majestuoso blanco y negro de Paul Grist.

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El mismo inglés

Paul Grist, natural de Sheffield (Inglaterra), trabajó para las editoriales británicas DC Thompson y Fleetway. Tras algún conflicto sobre el control de sus obras, pasa a autoeditarse. Con ésta fórmula publica las aventuras de un superhéroe muy británico llamado “Jack Staff” y la imprescindible y nunca suficientemente alabada “Kane”. “Mudman” es su obra más reciente y a la que dedica casi en exclusiva su tiempo en la actualidad.

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