Óscar y las mujeres

Las sobremesas de nuestra vida están plagadas de culebrones televisivos. Puede que alguna vez se haya sentido atrapado por ellos aunque la sinopsis le resultase simplista y arcaica. Santiago Roncagliolo desvela los secretos de este género audiovisual en “Óscar y las mujeres” (Editorial Alfaguara) a través de un guionista cuyas experiencias son más surrealistas que los discursos empalagosos que compone.

Lenguaje sencillo y a menudo dialogado, personajes desprovistos de sentimientos, excesivamente preocupados por la fama, las fiestas de alta enjundia o los vicios… “Óscar y las mujeres” nos hará reír con las meteduras de pata típicas, y no tan típicas, ligadas a la condición humana.

Un protagonista maniático y asocial

Los romances puros, sin fisuras, no existen. Al menos, son raros de encontrar. Pero Óscar, un célebre libretista latinoamericano, todavía no se ha dado cuenta. El proceso de búsqueda de la verdad promovido por su aspiración a convertirse en mejor persona, le costará unos cuantos disgustos y situaciones absurdas a priori sólo posibles en sus relatos ficticios.

Todo comienza cuando su pareja, después de seis años de convivencia, le deja por agotamiento. Óscar es un hombre muy particular, poco apto para tolerar a los seres de su propia especie. Ni si quiera a su propio hijo, a quien decidió ignorar tras engendrarle hace doce años. El miedo a las enfermedades, su odio hacia los niños y los animales y la falta de amistades dotan al protagonista de cierta carga humorística.

Solamente se siente cómodo en sus aventuras de amor eterno, donde las damas permanecen vírgenes 120 capítulos y los varones son galanes respetuosos capaces de luchar contra viento y marea para conquistar a “su Julieta”. Redacta éxitos cuando está enamorado (situación que se produce en contadas ocasiones) y plasma en sus guiones esa amalgama de emociones que se agolpan en su pecho. En caso contrario, son bazofias sin audiencia.

El último encargo llama al fracaso antes de iniciarse. Si partimos de su baja autoestima fruto del abandono de su novia y le sumamos el diminuto presupuesto disponible para sacarlo adelante, obtendremos un desastre en su grado medio. El grado máximo lo alcanza por su nula destreza para sobrevivir. Le encanta el orden, pero no tiene ni idea de cómo mantenerlo….las labores culinarias y de limpieza tampoco se le dan bien… Conclusión: no hay concentración, y sin concentración no hay victoria.

Clichés televisivos

“Óscar y las mujeres” conforma un perfecto manual para descubrir las claves de estos espacios de televisión desde un punto de vista gracioso y exagerado. Las 314 páginas se dividen en seis capítulos a modo de reglas infranqueables: 1. La buena es virgen y el galán es viril. 2. La mala es muy mala. 3. La mala no puede morir. 4. Todos los personajes cargan con secretos del pasado. 5. Los cadáveres nunca se encuentran. 6. Los buenos tienen final feliz y los malos se pudren en el infierno.

Las exageraciones vienen porque su nuevo proyecto nace cojo de recursos. El productor Marco Aurelio Pesantes no lo pone fácil: la actriz principal la interpretará una prostituta amiga de Pesantes, la antagonista será su mujer Fabiola, con la que atraviesa serios problemas maritales, y el escenario será su propia casa. Sin embargo, la vida de Óscar se percibe mucho más estrambótica que el guión, llegando a ensombrecerlo hasta desesperar en demasía con sus torpezas.

Dos historias simultáneas

La obra de Roncagliolo arranca con la apertura de la novela de Óscar, identificable por la tipografía que recuerda a las antiguas máquinas de escribir. Meterse en la cabeza de un guionista de culebrones ahora es posible, quién sabe si alguno pueda parecerse tanto al excéntrico protagonista.

El argumento gira en torno a ese texto, sujeto a modificaciones imprevistas e influyendo en él las circunstancias del escritor. Lo habitual es el uso de la tercera persona del singular alternada con conversaciones en estilo directo entre Óscar y sus obstáculos personales: su hijo, el productor y las féminas que han cruzado y cruzarán delante de sus ojos como agentes determinantes de su pasado, su presente y su futuro.

Reflejarse en el papel

Las publicaciones literarias se consideran extensiones de los autores. Roncagliolo, de nacionalidad peruana, ha sido guionista de telenovelas, según él una gran escuela por la inmediatez que precisan, sin margen para bloqueos y a expensas de los avatares del destino. Los actores están con frecuencia inspirados en personas de carne y hueso. Convertir el contexto en razón para reír se debe al empeño por otorgar al lector el privilegio de distanciarse del ambiente caótico actual. 

Su calidad como novelista viene avalada por el Premio Alfaguara 2006 gracias a “Abril Rojo” y “Pudor”, llevada a la gran pantalla. En su haber goza de un amplio repertorio de libros infantiles, crónicas y artículos periodísticos. En lo que respecta a “Óscar y las mujeres”, le han calificado de reinventor del “realismo mágico con métodos modernos” (Süddeutsche Zeitung), poseedor de “un pulso seguro, con hallazgos constantes” (Heraldo de Aragón) y de emplear “un lenguaje poderoso y un estilo brillante y ágil” (The New York Times).

Nuestro paso por las hojas de esta novela se podría resumir en una condensación de tópicos contados con gracia, sí, pero nada sorpresivos. Disfrutarán de una historia costumbrista con el ingrediente adictivo de los culebrones populares. Una importante cantidad de seguidores ávidos de sus relatos ya tuvieron la oportunidad de adelantarse adquiriéndolo en formato digital. Ahora es el turno de los incondicionales del papel. 

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