Pinocchio

Después de la primera lectura de esta buena edición de gran tamaño que nos trae La Cúpula, sólo pudimos hacer una cosa. Volver a leerla. Una y otra vez. Compulsivamente. Con ansia. Un síndrome de Stendhal de manual, oigan. En pocas ocasiones podemos afirmar con tanta rotundidad que alguien ha creado poesía con sus imágenes. Una poesía ácida y oscura que los gourmets de lo lóbrego y lo truculento van a degustar con fruición. Y con motivos más que suficientes.

El cuento clásico de Collodi sirve de orientación para una gamberrada con múltiples niveles. Fue publicada también por La Cúpula en 2009 pero, aunque mentira parezca, pasó casi desapercibida en España a pesar de ganar el premio al mejor álbum del Festival de Angulême de ese año. La reedición actual en rústica esperemos que otorgue entre la afición el reconocimiento que merece, que mucho es. Recordarán que, en alguna ocasión, hemos aseverado cuán difícil resulta sorprender hoy en el mundillo del cómic. Pues nos hemos de comer nuestras palabras. A pelo y sin salsa barbacoa, por bocazas.  “Pinocchio” sorprende del primer trazo al último con un guión de exquisita factura y una hechura gráfica para otorgarle matrícula de honor con lazo, chorreras y golilla.

Regocijo visual

Tiene este “Pinocchio” la violencia en el trazo del Villeumin más montaraz, el amor por la composición detallada del Franquin más inspirado, la alegría culpable del Crumb más pasado de ácido y todo el lirismo visual de Moebius, Caza y Druillet. Es Winshluss un expresionista travestido en caricaturista y en animador. Cada plancha rebosa maestría en el trazo, la mancha y el rayado. Y las viñetas a toda página son dignas de enmarcarse y colgar en la pared de cualquier pinacoteca que se precie. Además, siembra el libro de diafonías al insertar, aquí y allá, páginas en blanco y negro con la historia paralela de Pepito Grillo. En ellas, se deja de preciosismos:  se hace abanderado de la “línea chunga” más cafre, para abofetearnos sin compasión y entre risas. El dibujo no hace prisioneros en ningún momento y azota las retinas con exceso. Aunque sabemos por el refranero que todo exceso es malo, en esta ocasión tenemos que recomendarlo. Sería una canallada por nuestra parte no avisarles de lo que se pierden.

Pinocchio 1

Mención separada tiene debemos hacer a las viñetas a toda página. Winshluss destapa el tarro del talento y vierte el contenido con alegría. Semejan grabados,  o aquellas miniaturas deliciosas que ornamentaban los códices antiguos. Se adivina un infinito entusiasmo en su creación, transplantada al lector en cuanto se pasa página y el dibujo asalta la vista, con toda su hermosa virulencia.

Ensortijando clásicos

El Pinocho original no es ni por asomo el muñequito dulcificado que nos impuso Disney. Es tan brutal como todos los cuentos clásicos y éste nuevo se construye sobre los mismos parámetros crueles. No se crea a Pinocho como remedo de amor paternal no satisfecho, sino como arma para el ejército. Del mismo modo,  Gepetto no es un anciano solitario sino un mercachifle sin escrúpulos que no duda en trocear el cadáver de su esposa y enterrarlo por ahí para evitarse líos posteriores. Todos los personajes son remedos sucios y oscuros de los peores males de nuestra sociedad. La historia es a veces obscena, a veces tragicómica y siempre tremebunda. La atmósfera es lúgubre, húmeda y apostaríamos a que maloliente también. Los Siete Enanitos, en un cameo glorioso, sólo quieren despertar a Blancanieves para violarla en grupo, y la ballena simpática del cuento original es ahora un monstruo mutante producto de los residuos radioactivos. La ausencia casi total de diálogo apuntala toda la fuerza del guión sobre la imagen, dándole el tono justo y exacto que precisa.

Pinocchio 2

Y Pepito Grillo. Ay, Pepito. ¿Recuerdan el entrañable Grillo de Disney? Pues ya lo están olvidando porque éste es, para empezar, una cucaracha. Una curiana que cumple los estándares del parásito humano para darles uso con todas sus ganas. Sus apariciones son unos divertidísimos breaks que nos hacen reírnos del muy imbécil a carcajada limpia y que, aunque pueda pensarse lo contrario, no rompen la trama. Sirven como alivio cómico y dan un respiro a la sobresaturación de la historia principal. Otro acierto, y ya dejamos de sumarlos porque hemos perdido la cuenta.

Pinocchio 4

Cine y cómic. Y viceversa, que también sirve

Winshluss nació en 1970 como Vincent Paronnaud en La Rochelle (Francia). Siendo uno de los más aclamados autores del cómic independiente francés, es más conocido por codirigir con Marjane Satrapi la afamada película de animación “Persépolis” y la versión con actores reales de otro cómic de Satrapi titulada “Pollo con ciruelas”

Más centrado ahora en su faceta cinematográfica, podemos encontrar también en La Cúpula otro de sus cómics destacados, el muy recomendable “Smart Monkey”.

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