Qué pequeño es el mundo

Publicada por primera vez en 1997, Libros del Asteroide se lanza con la reedición de una de las obras más carismáticas del novelista suizo Martin Suter. “Qué pequeño es el mundo”  combina en su trama dos temas tan opuestos como fascinantes: los tejemanejes de una familia financiera suiza, y su sórdido secreto oculto dentro de la mente de un anciano con alzheimer. Una novela sugerente y llena de veladas intenciones, pero a la vez cargada de una gran dulzura.

Por todos es sabido que las grandes fortunas siempre ocultan grandes secretos. Muchos de ellos, para que engañarnos, son de índole delictiva y la prestigiosa familia Koch, fundadora de “Empresas Koch”, no es ninguna excepción. En la mayoría de los casos estos secretos quedan enterrados bajo capas de sobornos, amenazas y entresijos legales. ¿Pero qué ocurre cuando el depositario del secreto tiene el cerebro tan arrasado por la enfermedad que es difícil determinar qué hay en su interior?

La dolce vita

La novela de Suter describe con elegancia y precisión la “dolce vita” a la que se entregan las grandes familias financieras. Al frente de la fotografía aparece Elisa Koch, la vieja matriarca que dirige a la familia con guante de seda y puño de hierro. A un lado aparece su hijo Thomas, tan falto de iniciativa como de ambición y al otro Urs Koch, su nieto, la otra cara de la moneda: el joven educado para ser un tiburón y cuya palabra es ley. Pero lo misterioso de este retrato familiar es que al fondo aparece, difuminado por la enfermedad mental, el viejo Konrad Lang. Lang es un amigo de la familia cuya tortuosa relación con los Koch no se resuelve hasta la última página de la novela.

Este delicado equilibrio de poder se rompe con la llegada a la familia de Simone, tan dulce y recatada, destinada a ser la perfecta mujer florero del mujeriego Urs Koch. Pero las personas no siempre son lo que parecen y las escondidas fortalezas de Simone, al aliarse con el enfermo de Alzheimer, desatarán el conflicto.

Un cerebro destrozado

“La memoria es individual”, afirma Borges al final de esta edición. “Nosotros estamos hechos, en buena parte, de nuestra memoria. Esa memoria está hecha, en buena parte, de olvido”.

La memoria y el olvido son precisamente los protagonistas de la novela de Suter, que ha sabido acercarse a un tema tan árido como el alzheimer con desbordante delicadeza, cariño y respeto. El aura de verosimilitud que envuelve la historia procede sin duda de la minuciosa documentación  del autor, asesorado en todo momento por figuras tan destacadas en el ámbito científico como el doctor Esteban Pombo para la investigación del alzheimer y sus avances, y el doctor Andreas U.Mosch para cuestiones diagnósticas y terapéuticas. Sus homólogos literarios, el doctor Kundert y el doctor O’Neill, resultan por lo tanto absolutamente creíbles.

El resultado es un relato veraz e intimista capaz de emocionarnos y hacernos sentir como propias las vivencias ajenas. Y es que resultan fantásticos los recursos literarios que Suter emplea para zambullirnos dentro de la mente del enfermo, de mostrarnos su desconcierto y su desubicación. Estos geniales ejercicios de empatía son tan novedosos como sorprendentes y nos conectan profundamente con el personaje.

[quote]Simone se había acostumbrado a que Konrad viera las cosas de una manera diferente a como las veía ella. Él era capaz de mirar por la ventana  del tren y decir: “Antes, aquí había colgado otro”, lo cual quería decir que la vista que le ofrecía la ventana era interpretada por él como un cuadro colgado de la pared.[/quote]

Elegancia y precisión suizas

El estilo  de Sunder podría definirse con una sola palabra: precisión. Su prosa resulta limpia, ordenada, y podemos percibir como el autor ha meditado cada palabra antes de ser plasmada sobre papel para asegurarse que dice exactamente lo que quiere decir. El resultado podría haber sido frío pero lejos de eso, los personajes transmiten una gran calidez. La ausencia de metáforas y florituras no le resta ni un ápice de sensibilidad. Eso si: se trata de una sensibilidad tranquila, serena y sin aspavientos.

Como gran exponente de la novela negra europea, Suter es también un maestro de la trama y detrás de estos mesurados personajes se esconde, por supuesto, el terrible crimen. Un crimen que comienza difuminado, para ir cogiendo forma según va avanzando la novela hasta convertirse en una enorme pelota de nieve que amenaza con sepultar a todos.

En resumen, “Que pequeño es el mundo” tiene todo lo necesario para engancharnos fácilmente a la lectura y deja un regusto amable al terminarlo. Qué más le podemos pedir a un buen libro.

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