Snuff

Una de las señas de identidad de Ankh-Morpork es la Guardia de la ciudad. Lo que empezó siendo una caricatura de fuerza policial se ha ido convirtiendo, con el paso de los años, en un cuerpo cosmopolita que cuenta en sus filas con enanos, trolls, hombres lobo, golems, vampiros y casi cualquier criatura que se pueda imaginar. Con una excepción: los trasgos.

De aspecto poco agraciado, higiene más que descuidada y costumbres extrañas, los trasgos son considerados meras alimañas. No es delito maltratarles ni vejarles de cualquier manera concebible. Y, por supuesto, matarles no supone un crimen. Porque, ¿acaso es un crimen matar a un animal?

Vacaciones en el campo

Sam Vimes, el Comandante de la Guardia, es un hombre de ciudad. Por lo tanto, cuando su esposa Lady Sybil Ramkin le convence para que pasen junto a su joven hijo unos días en la mansión que poseen en la campiña, es comprensible que se muestre reacio a realizar tal viaje. Al fin y al cabo, Vimes puede ser el Duque de Ankh y compartir las inmensas riquezas de su cónyuge, pero no deja de ser un policía que sólo se siente a gusto en un entorno urbano superpoblado y plagado de criminales a los que atrapar.

Sin embargo, el Comandante no tardará en descubrir que el bucólico entorno campestre esconde oscuros secretos, y al poco de llegar a las tierras de los Ramkin se verá inmerso en la investigación del cruel asesinato de una hembra de trasgo. Acompañado por su fiel (y letal) mayordomo Willikins, y asistido por el joven alguacil local (además de por cierta Oscuridad primigenia que le acompaña desde los acontecimientos narrados en “¡Zas!”), Vimes se dedicará en cuerpo y alma a tratar de hacer justicia a la difunta criatura. Y, mientras lo hace, comprenderá que necesita revisar en profundidad todo cuanto creía saber sobre los trasgos.

Los oprimidos

Desde que el mundo es mundo (puede que incluso desde mucho antes), siempre ha habido explotadores y explotados. Pertenecer a una raza supuestamente inferior, o a una etnia estigmatizada por cualquier peregrino motivo, ha sido siempre razón más que suficiente para que determinados personajes se auto otorguen el derecho de hacer con cuanto se les antoje con quienes, habitualmente, no pueden defenderse.

Negros, indios, judíos, gitanos… Todos ellos han sido perseguidos, exterminados y/o esclavizados por “razas superiores” a lo largo de los siglos. Y ese es el terrible destino que afecta en Snuff a los trasgos. Considerados como criaturas equiparables a las ratas, no hay límite a las vejaciones de las que pueden ser objeto. Pero no son los animales repulsivos que la gente cree: en realidad son un pueblo amable, con un potencial inmenso y sorprendentes habilidades. Algo que Sam Vimes llegará a conocer bien, lo cual provocará que su indignación ante las injusticias sufridas por un pueblo tan indefenso se convertirá en una ira inmensa.

Sam Vimes, el hijo de la Calle

Terry Pratchett es un autor con una habilidad innata para crear personajes interesantes, algo que todo lector puede comprobar en cualquiera de sus numerosas novelas. Ahora bien: tan sólo en contadas ocasiones se ha preocupado el Genio británico por ofrecernos la evolución de uno de sus protagonistas. Y, entre esas escasas excepciones, el caso de Samuel Vimes brilla con luz propia.

Mucho ha llovido ya desde que conociéramos al alcoholizado Capitán Vimes en el clásico “¡Guardias! ¿Guardias?”. Tras la incorporación a la Guardia del joven Zanahoria, una de las personas más nobles y honestas que el actual Comandante ha conocido nunca, Vimes inició un arduo proceso que acabó por convertirle en el agente de la ley más admirado del Mundodisco, merecedor incluso del respeto del Patricio Lord Vetinari (algo tan difícil de conseguir como encontrar un político honrado).

A lo largo del camino, Vimes encontró el amor, se casó, ascendió, se convirtió en Duque y tuvo un hijo (actualmente fascinado por las deposiciones de todo tipo de animales, como se puede ver en la novela que nos ocupa). Pero, a pesar de todos los cambios experimentados en su azarosa vida, Samuel Vimes sigue siendo el mismo hombre criado en unas calles que le endurecieron. Un hombre íntegro siempre esforzándose por mantener bajo control sus instintos más primarios. Alguien que lucha día a día por proteger a los débiles y llevar ante la justicia a los malvados. Un buen policía, en resumidas cuentas. El mejor de todos, probablemente.

Otra obra maestra

Cada nueva novela de Terry Pratchett supone un acontecimiento editorial que, indefectiblemente, se concreta en una obra de gran calidad que entretiene al tiempo que denuncia alguno de los muchos males que padece la “sociedad civilizada”. Pero conviene matizar que la voz del gran autor se ha ido endureciendo con los años, y los temas que trata son cada vez más peliagudos.

En el caso de “Snuff”, el maltrato a las minorías, el racismo, la intolerancia y la esclavitud se cuelan entre las habituales escenas jocosas, de modo que la lectura ofrece numerosos elementos de reflexión sobre la crueldad inherente al ser humano. Una crueldad que, lamentablemente, todavía sigue infectando a la humanidad en pleno siglo veintiuno.

Plaza y Janés vuelve a deleitarnos con su acostumbrado buen hacer editorial, ofreciéndonos una edición impecable de la que es ya la trigésimo novena entrega de una saga inmortal. Una novela extraordinaria, mucho más oscura de lo que suele ser habitual en la producción literaria de Terry Pratchett, cuya lectura no dejará indiferente a nadie con un mínimo de sensibilidad. Una nueva obra maestra que atesorar en nuestras librerías.

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