Star Wars. Heredero del Imperio

Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy lejana, de una película que reventó taquillas y los cerebros de varias generaciones de adictos a la Ciencia-Ficción surgió un universo completo que abarcaría todas las posibles manifestaciones artísticas de las que se pudiera disponer. Sí, lo hemos hecho. Hemos empezado con la guasita de “En una galaxia muy lejana…” ¿Pasa algo? Ustedes sigan leyendo que nosotros nos tenemos que marchar a Mos Eisley. Un conocido nos ha recomendado un garito en el que dicen servir unos chupitos que curan hasta la gripe. Ya les contaremos.

“Star Wars” es la hamburguesa de la cultura popular. Todo el orbe la conoce o tiene referencias, y hasta el gato la ha probado en alguna ocasión. Las películas las han visto hasta los no aficionados a esto de las naves espaciales y los bichos absurdos,  y en el más recóndito de los lugares del globo se puede encontrar a alguien que desea que La Fuerza te acompañe. Por ello, para ese selecto grupo de millones de personas, es para lo que se creó todo el universo expandido de la saga.

Ya desde la concepción de la primera película, la idea de construir un auténtico monstruo multimedia destinado a succionar el contenido de los bolsillos de los fieles estaba presente en la mente de George Lucas. El muy tunante adivinó el camino a seguir y renunció a parte de la taquilla a cambio de los derechos del merchandising que se generara. Los directivos del estudio que se reían el día que firmaron el acuerdo siguen llorando hoy en día. Ese Universo Expandido tiene series de televisión, novelización de las películas, camisetas, una ingente cantidad de monigotes, y todo lo imaginable a lo que pueda pegarse el logotipo “Star Wars”, entre lo que están, claro, los cómics.

Que La Fuerza te acompañe, para sujetar el libro

Este “Heredero del Imperio” es la adaptación al cómic de las novelas de Timothy Zhan y se sitúan poco después de lo sucedido en “El Retorno del Jedi”. La nueva República  se encuentra amenazada por los restos del Imperio, espoleados por un descubrimiento que puede finiquitar la actual realidad política de la galaxia. El texto se adscribe a la denominada “línea clásica” de Star Wars, que continúa por la senda de las primeras películas y se aparta, no sin cierto desdén, de los nuevos cánones que Lucas estableció, para irritación de legiones de admiradores de su obra.

Esta edición en cartoné de peso considerable recupera las ediciones en grapa que hiciera Dark Horse en EE.UU. durante 1995. La firma del guion es la de Mike Baron, en un ejercicio encomiable de respeto por el texto original. La historia es divertida y, aunque abusa de tiempos muertos, mantiene el tono suficiente para que apetezca seguir leyendo. La única pega con la que tropezamos tampoco es culpa de los autores. El Almirante Thrawn, como antagonista, no tiene el carisma que tenía Darth Vader ni echándolo a hervir. Sabemos de la dificultad de igualar a tamaño peso pesado del lado oscuro, pero este Almirante es un villano más, lejos de la profunda maldad y la personalidad retorcida que exhalaba Lord Vader,  incluso a través del casco.

Intrascendencia visual

El apartado gráfico llega por cuenta de Oliver Vatine y Fred Blanchard para la primera parte, de Terry Dodson para la segunda y finaliza con los lápices del tristemente difunto Edvin Biukovic. Los primeros son más europeos en su confección, el último es más caricaturista y Terry Dodson es el más realista y el que mejor moldea los retratos de los personajes. Porque, claro, Han, Luke, Leia y los demás caracteres que continúan desde las películas tienen que tener las caras de Harrison Ford, Mark Hamill o Carrie Fisher. Imaginamos que el esfuerzo por hacer retratos en cada una de las malditas viñetas tuvo que ser titánico.

El dibujo es correcto, cada uno en su estilo. Cumple su función y a pesar de que alguno de ellos tiene ciertos problemas en las escenas de acción el aspecto general es bueno y el resultado más que aceptable. Sufre del mal que viene aquejando desde unos años atrás al tebeo norteamericano: la uniformidad. Aislando algunas primeras espadas, la clonación de dibujantes parece ser un hecho. Y la coloración uniforme en todas las páginas, usando la misma paleta y los mismos efectos contribuye con mucho a ello. No estamos repudiándolo. Esto no está regurgitado por Rob Liefeld, pero un poco más de atrevimiento se hubiera agradecido.

Que La Fuerza te acompañe. Si quiere

Los treinta y cinco eurazos que les van a cobrar por el libro merecen la pena. La edición es excelente y es un objeto de colección ideal para regalar a su primo, el que se vistió de Darth Maul los últimos carnavales. O para ustedes que, sin ser personajes bizarros, seguro disfrutan de un buen tebeo de Ciencia-Ficción anclado sobre las bases de una de las sagas más exitosas del género.

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