Los mocasines de otro hombre

Siruela a la carga: Craig Johnson vuelve a deleitarnos con un nuevo caso para el sheriff de Absaroka Walt Longmire. Con un estilo ameno e impecable, Johnson involucra a su protagonista en un crimen que tiene su eco en el pasado. La guerra de Vietnam y sus consecuencias sirven de hilo conductor para una historia en dos tiempos.

El hallazgo del cuerpo sin vida de una joven asiática en una zona abandonada devuelve a Longmire a un tiempo ya olvidado. Las heridas se curan pero los recuerdos prevalecen, uno de ellos demasiado doloroso para volver sobre sus pasos. Pero el crimen debe resolverse y la clave parece estar en una antigua fotografía que la chica llevaba consigo.

Presente y pasado

Un año después de resolver el asesinato de un joven abogado en Filadelfia, el sheriff Walt Longmire se encuentra inmerso en la recuperación de su hija Caddy. Entre sesiones de fisioterapia, tiene tiempo de volver sobre su pasado y ayudar a su hija a rellenar las lagunas mentales que resultaron de su grave agresión. El propio  Longmire se verá obligado a rememorar un acontecimiento de su vida relacionado con la guerra de Vietnam.

En una zanja cercana a un pueblo fantasma encuentran el cuerpo de una chica vietnamita. Sin documentación alguna, la única pista con la que cuentan el sheriff de Absaroka y su compañero Henry Oso en Pie es una desvaída fotografía de un joven soldado en una taberna vietnamita. Longmire se reconoce en la instantánea y comienza a rememorar un caso vivido en pleno conflicto. Su primer caso.

En este punto la historia transcurre en dos momentos cronológicos. Por un lado, el presente caso, la muerte de la joven vietnamita desconocida. Por otro, un caso de tráfico de drogas que pronto se convierte en la investigación de la muerte de  una mujer asiática. Estados Unidos hoy, Vietnam entonces. Dos casos y un solo hombre como eslabón. El presente y el pasado se cruzarán con un objetivo común: resolver una muerte violenta

Continuidad y coherencia

Parece que Craig Johnson le ha cogido el tranquillo a esto de escribir historias entretenidas para el público. Con un estilo directo, ameno, consigue enganchar desde la primera página. Si hubo alguien que creyó que sus novelas se convertirían en algo estereotipado, carente de alma, con «Los mocasines de otro hombre» se verá obligado a retractarse.

Es una novela ágil, inteligente y de una gran coherencia. Redonda de principio a fin, sin caer en los tópicos que todos conocemos de la guerra de Vietnam a través de películas y documentales. Refleja un profundo respeto por la historia de su país, por los nativos americanos y las minorías étnicas en general. Además de contar con una profunda experiencia personal en lo referente al trabajo policial, pues él mismo trabajó como sheriff.

La gran sagacidad de Craig Johnson para dotar vida a sus personajes y entornos hace que sus libros sean no solo entretenidos sino también ricos en matices. Tiene esa capacidad de acercar al lector los sentimientos de su protagonista sin caer en la mojigatería. El lector se convierte en un compañero más, como Henry Oso en Pie, que observa y contempla a un hombre normal y corriente con un hondo sentido del deber y la justicia. Un hombre con debilidades que no busca ser un superhéroe.  A su lado se observa el desarrollo del resto de personajes a una complejidad digna de cualquier ser humano. El talento de Johnson y la rectitud de Longmire son bazas suficientes para adentrarse en el mundo del crimen en el nuevo Oeste americano.

Caminar con los zapatos de otro

El arte de ser uno y todos. La personalidad de los personajes, única y evolutiva, ayuda a entender los entresijos de la historia. El autor invita en  «Los mocasines de otro hombre» a entrar en la mente de sus personajes, entendiéndolos y compartiendo su mundo. El propio Johnson es uno y todos. Una más que interesante reflexión sobre quienes somos y qué queremos.

La novela sirve para conocer otra faceta más de la guerra de Vietnam. Se plantea un poco, de soslayo, la inutilidad de la misma desde un profundo respeto y admiración hacia aquellos que la sufrieron. El joven Walt Longmire no acude a la guerra para luchar, sino como investigador. Esto le convierte en un perfecto observador pacifista que no busca el conflicto, ni lo quiere. Su misión es bien distinta. Se agradece que, por una vez, el lector pueda pasar por Vietnam sin ser testigo de masacres o fornidos soldados perturbados y conocer la labor de otros cuerpos.

Por último sólo queda alabar el trabajo de edición de Siruela, siempre impecable. La portada, muy acertada, ya anuncia un interior que atraerá a los amantes del género policíaco de calidad. Esta es una muy buena oportunidad para conocer a Craig Johnson. Y quienes ya lo conozcan podrán descubrir nuevas facetas tanto del personaje como del autor en una novela escrita con tacto y sencillez.

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