Los lanzallamas

Rachel Kushner está llamada a ser una escritora de éxito. “Los lanzallamas”, su segunda novela, ha recibido enérgicos aplausos de la crítica y no podíamos dejarlo pasar. Resulta difícil aglutinar en un mismo texto temas tan dispares como las motos, el arte, los sueños de juventud y el amor en un entorno decadente como el de Nueva York en los años setenta. Kushner sale a hombros del ejercicio de complejidad editado por Galaxia Gutemberg.

Recién abandonada la facultad, una joven decide trasladarse a Nueva York en busca de oportunidades donde demostrar su talento artístico. En el camino se topará con personajes de lo más extravagantes en la década gris del siglo XX estadounidense. El dibujo y la velocidad, los motores principales de la protagonista, pasan a segundo plano cuando conoce a Sandro, artista italiano de éxito.

La historia de amor

Reno, como así se la conoce a lo largo de los veinte capítulos, viaja desde Nevada a Nueva York dejando atrás un pasado ingrato. Su infancia no fue fácil. Hija de una familia desestructurada, se cría en la casa del mezquino tío Bobby y sus dos hijos. El dinero que llevaba a casa provenía de su trabajo como conductor del camión de la basura, pero ignoraba el itinerario adecuado en cuanto a la educación de los niños que tenía a su cargo.

Desde muy pronto, Reno vio en el esquí la vía para unificar las líneas trazadas en la nieve y la velocidad en algo llamado arte. “Cuando de pequeña esquiaba en las sierras, al trazar aquellas líneas ondulantes, llenas de gracia, me sentía como si estuviera dibujando sobre la faz de la montaña”, explica en las primeras páginas. El ambiente temerario en el que había pasado su niñez marcó de alguna manera su gusto por el ruido de motores y las aventuras.

Sandro aparece inmediatamente en su recién estrenada vida neoyorkina. Es catorce años mayor que ella, rico, perteneciente a una de las familias más influyentes del momento en Italia: los Valera, referente empresarial del motociclismo. Ve en él el refugio tras el que guarecerse del aislamiento y termina convirtiéndose en un amor turbulento. Él es determinante en el devenir de los acontecimientos de ella, inexperta, manejable, falta de seguridad en sí misma en el plano personal. Lo profesional será lo único que la rescate cuando todo se desmorone a su alrededor.

Excentricidad a raudales

Tan importante es la historia de la joven Reno como cada una de las que se cruzan en su trayectoria. Personajes de lo más sombríos, caducos, faltos de brillo e inquietud aparecen por doquier siendo imprescindibles a pesar de todo. Es el caso de Giddle, la camarera de la cafetería a la que Reno acude por las mañanas. Su primera amistad en la ciudad se pasa el tiempo contradiciéndose acerca de su vida, dejando entrever su soledad.

Otro personaje de gran calado es Ronnie, el artista de pasado desconocido con el que Reno tiene un desliz al poco de llegar a Nueva York. Helen Hellenberger, la galerista que acoge las exposiciones de Sandro y de otros como John Dog; la estirada madre de Sandro; Gianni, el tipo de mantenimiento de la villa de los Valera con una vida paralela que Reno descubre… hay tantos relatos interesantes que en algunas ocasiones al lector le cuesta elegir a cuál de ellos darle prioridad de atención.

El drama en primera persona

Rachel Kushner hace gala de sus recursos literarios. Los saltos en el tiempo, el cambio de escenario y el acoplamiento del lenguaje en función del nivel sociocultural del personaje dejan claras las habilidades de esta escritora.

“Los lanzallamas” está narrado en primera persona. Al principio, Reno hace un resumen de su vida y nos anticipa las razones que la llevan a emprender un nuevo viaje desde Nueva York a Boneville un año después de instalarse en la ciudad de los rascacielos. El objetivo que persigue en esta ocasión es, pilotando una moto, trazar una línea que atraviese los salares. Para entonces la relación con Sandro ya tenía brechas por las que asomaba la duda.

Junto a los escenarios faltos de luz de Nueva York aparecen los conflictos liderados por las juventudes radicales en Italia. Seremos testigos de ello en un viaje de la protagonista, donde iba a participar en una carrera de motos junto a la escudería Valera. El salto definitivo para darle forma a lo que iba a ser la materialización de sus ideas artísticas.

La historia de Reno se entremezcla con otra narrada en tercera persona: la de Valera, el padre de Sandro, hijo de una familia adinerada y viajera. Nos aproximaremos a los orígenes de su empresa, a su nefasto primer contacto con las mujeres y a cómo todo eso le condiciona a él, a su esposa y a sus hijos. El primer episodio del libro se remonta sesenta años atrás cuando, perteneciendo al batallón de asalto de la Primera Guerra Mundial, los Arditi, Valera se enreda en una trifulca con un alemán al que mata con el faro de una moto.

El talento de Kushner

“Los Lanzallamas” es la segunda obra de la norteamericana Rachel Kushner. Fue finalista del National Book Award en 2013. La crítica lo ha calificado de “viaje que no querrán perderse” (The Washington Post), de “puñetazo en el estómago” (Time Out New York) o de novela “llena de historias y relatos todos ellos diferentes y brillantes” (The New Yorker). Las motos y el esquí forman parte de sus aficiones, así como la literatura. Confiesa que de no haber leído “Los detectives salvajes” de Roberto Bolaño no habría sido capaz de escribir “Los lanzallamas”.

Su primera novela también tuvo un gran éxito. “Télex desde Cuba” fue igualmente finalista del National Book Award en 2008, ganadora del California Book Award y del New York Times Notable Book. La única escritora nominada al National Book Award por sus dos primeras historias tiene un prolífico futuro por delante y estamos seguros de que no pasará mucho tiempo hasta que volvamos a oír hablar del tercero de sus éxitos.

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