La gracia de los reyes

Cada cierto tiempo, en el turbulento mundillo de la Fantasía literaria surge un nuevo autor cuya obra, de un modo u otro, parece llamada a ocupar un puesto de honor en este particular Olimpo. En los últimos años hemos asistido a la llegada al género de autores tan interesantes como Patrick Rothfuss, Brent Weeks o Joe Abercrombie, por citar unos pocos. Y ahora le llega el turno a Ken Liu, quien con “La gracia de los reyes” parece decidido a conseguir un lugar destacado en compañía de tan ilustres escritores.

Curtido durante media década en los ámbitos del relato y la novela corta, el autor norteamericano de origen chino ha recibido nominaciones anuales a premios prestigiosos como el Nébula, el Hugo y el Locus, los cuales ha ganado en diversas ocasiones. Hasta la fecha, sólo unas pocas de sus historias estaban disponibles en castellano, en antologías como “A la deriva en el mar de las lluvias y otros relatos”, “Terra Nova” o “Cuentos para Algernon”. Ahora, de la mano de Alianza Editorial, tenemos la ocasión de disfrutar con la estupenda edición de “La gracia de los reyes” en su imprescindible Colección Runas.

La caída del imperio

Los siete reinos que conforman las Islas de Dara llevan años unificados bajo la mano de hierro del emperador Mapidéré, quien partiendo de su Xana natal acabó por conquistar los dominios de los otros monarcas, poniendo así fin a siglos de constantes conflictos. Sin embargo, nadie vive eternamente y, tras la muerte del emperador, sus antiguos consejeros conspiran para que herede el trono su hijo menor, poco más que un niño y, por lo tanto, susceptible a la manipulación de quienes le han colocado al frente del imperio.

Una vez el joven emperador Erishi accede al poder, el status quo en Dara comienza a desmoronarse. La ambición de los antiguos gobernantes, adormecida mientras Mapidéré controlaba las Islas, despierta de su letargo, y pronto empiezan a surgir movimientos de rebelión contra las fuerzas imperiales. Así, tras la larga paz vivida bajo las alas protectoras del primer emperador, la guerra vuelve a enseñorearse de los siete reinos, situación que permite que ciertos personajes demuestren su valía convirtiéndose en figuras a seguir por quienes desean destruir todo cuando Mapidéré contruyó. Entre estos caudillos destacarán principalmente dos hombres con orígenes y personalidades muy distintas: Kuni Garu y Mata Zyndu.

Hermanos en armas

Kuni Garu es hijo de unos humildes agricultores, y su prioridad en la vida es comer bien, beber mucho y gorronear lo máximo posible a sus amigos. Sin embargo, cuando se enamora de la hermosa Jia Matiza, hija de un rico hacendado, se propone convertirse en una mejor persona, alguien digno del amor de tan extraordinaria mujer. Por su parte, Mata Zyndu es hijo del antiguo mariscal del reino de Cocru, y su familia fue aniquilada por orden de Mapidéré. Por esa razón, Mata ha dedicado su vida a convertirse en el guerrero perfecto, aguardando la llegada del momento propicio para llevar a cabo su tan ansiada venganza.

El caprichoso destino hará que Garu y Zyndu acaben ocupando posiciones de gran relevancia durante la rebelión contra el emperador Erishi, y entre ambos hombres surgirá una gran amistad. Durante un tiempo, sus opuestas personalidades (Kuni Garu es compasivo y desea ganarse al pueblo con su bondad, mientras que Mata Zyndu vive por y para la guerra, y considera indigno a todo aquel que no cumpla con su ideal de honor marcial) se combinarán para lograr grandes avances. Sin embargo, la susceptibilidad de un Zyndu rodeado de malos consejeros, unida al nacimiento de una desconocida ambición en Garu, harán que quienes se consideran como hermanos acaben enfrentados por el poder.

El toque femenino

Entre los numerosos personajes con mayor o menor presencia en las páginas de “La gracia de los reyes”, destacan unas cuantas mujeres cuya participación en los acontecimientos narrados es fundamental. La primera de ellas es Jia Matiza, la esposa de Kuni Garu. Consumada herborista, culta y sensata, sus consejos y su tremendo valor serán fundamentales para que el antiguo holgazán se convierta en todo un líder. También destaca Gin Mazoti, una joven que lleva años ocultando su sexo con ropajes masculinos la cual, gracias al apoyo de Garu, tendrá la oportunidad de demostrar como, en una sociedad que ha relegado al sexo femenino a tareas domésticas, una mujer decidida puede superar al mejor de los hombres.

Quizá Jia y Gin sean las mujeres con mayor importancia en “La gracia de los reyes”, pero no hay que olvidar a Risana (capaz de realizar complejas ilusiones con humo), a Soto (gobernanta de Jia y dueña de un sorprendente secreto), a la señora Mira (la única mujer capaz de comprender a Mata Zyndu) o a la princesa Kikomi de Amu. Todas ellas juegan un papel en el particular “juego de tronos” desarrollado en Dara, y Liu las presenta en su mayoría como personas de gran inteligencia y coraje, verdaderos puntales sobre los cuales se asienta la “grandeza” de los hombres en cuyas vidas influyen.

Ambición, dioses y hombres

Si sólo pudiéramos utilizar una palabra para resumir la trama de “La gracia de los reyes”, sería sin duda “ambición”. La ambición es el motor que mueve a la mayoría de los personajes que aparecen en la novela, e incluso quien se resiste a ella al principio, acaba sucumbiendo a su insistente atracción. Tanto los diversos líderes y gobernantes como sus consejeros actúan movidos por un afán de poder el cual, en ocasiones, hace que los aliados se transformen en enemigos. Y todo ello es observado con interés por los dioses de Gara, patrones de los siete reinos quienes, en teoría, tienen prohibido intervenir en los asuntos de los hombres.

Con un argumento que recuerda en ocasiones a la “Canción de hielo y fuego” de George R. R. Martin, “La gracia de los reyes” es una novela que atrapa desde la primera página y nos maravilla con los triunfos y tragedias de unos personajes inolvidables. Con su primera novela, libro primero de “La Dinastía del Diente de León”, Ken Liu ha creado un mundo fascinante el cual, en El Mar de Tinta, estamos deseando volver a visitar. Deseo que, a buen seguro, compartirán la mayoría de los lectores de esta magnífica obra.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *