Intemperie

Las críticas han encumbrado la primera obra de Jesús Carrasco. Una novela que ha hecho recordar a los grandes escritores de narrativa rural que fueron tan populares en la mitad del siglo XX. El escritor extremeño logra dar un toque muy personal mediante su pausado ritmo, sus trabajadas descripciones y su ausencia de diálogo.

Jesús Carrasco, quizá sin proponérselo, ha escrito una obra que ha sido toda una evocación a los tiempos de Cela y Delibes. Por esa razón, su novela ha sido recibida con tanto entusiasmo. La dura perspectiva de las vidas de los personajes de la España rural ha sido lo que más ha sobrecogido a un público que hacía tiempo que no disfrutaba de una obra de este tipo.

Una historia sin lugar ni época

El aspecto que más llama la atención al lector es la ausencia de referencias espacio-temporales. Carrasco no sólo escribe una historia para que el lector la disfrute, sino que además busca que intuya los datos que se podrían considerar como más importantes. El texto comienza con la huida de un niño que será perseguido por un incansable alguacil y encontrará la ayuda de un cabrero, con quien entabla una silenciosa pero profunda relación.

El lector desconoce más aspectos. No sabe ni la edad ni la historia previa del niño, de modo que también desconoce los motivos por los que toma una decisión tan trascendental. Aun así, Carrasco deja algunas evidencias que ayudan a esclarecer tanta ausencia de datos y describe de este modo a una sociedad en la que la violencia y la impunidad son las notas predominantes.

Un paisaje que lo domina todo

El verdadero protagonista de la obra es el paisaje. Los personajes principales no solo se enfrentan al alguacil que les persigue sino a una campiña desoladora, en la que la sequía se ha llevado la pretérita abundancia que alimentaba a sus habitantes. En este contexto, el niño y el cabrero no tienen otra misión en la vida que sobrevivir, con el objetivo de aprovechar los escasos recursos que les suministra la intemperie paisajística con la que conviven.

[quote]El territorio se ondulaba liviano en todas direcciones y allá donde mirara la visión rasa se deformaba por los efectos del calentamiento del suelo.[/quote]

[quote]Hubo un tiempo en que el año era un mar de cereales. En los días ventosos de primavera, las espigas se revolvían igual que la superficie del océano. Olas verdes y fragantes a la espera del sol del verano. El mismo sol que ahora hacía fermentar la arcilla y la rompía hasta convertirla en polvo.[/quote]

Carrasco otorga esta relevancia al paisaje para sacar a relucir su talento. Si bien la trama de la obra puede parecer un tanto simple, el autor lo compensa con sus descripciones. La dureza del ambiente que rodea a los personajes es descrita con un realismo brutal, que provoca una sensación de angustia en el lector, ya que logra imbuirle dentro de una cruda realidad que, además, le es empíricamente desconocida.

El ritmo y el vocabulario

Pero el autor no sólo se centra en el paisaje, sino que además tiene la intención de acercarnos al mundo rural de hace unas décadas. Es en este aspecto del libro donde Carrasco no ha medido correctamente las consecuencias de su apuesta por la descripción. Utiliza demasiado vocabulario técnico que escapa al conocimiento del lector, lo que hace necesario el uso del diccionario en algunas ocasiones.

Si bien nadie duda del talento y la propuesta de Carrasco, algunos censuran su parsimonioso ritmo. Esto provoca que la tensión narrativa no sea máxima, especialmente cuando describe detalles que pueden ser útiles para describir el contexto rural de la obra pero son irrelevantes para el desarrollo de la trama. Quizá le haya faltado una mayor dedicación a la hora de alargar los sucesos que acontecen a los protagonistas o puede que quiera demostrar su amplio conocimiento del contexto rural contra el que tienen que sobrevivir sus protagonistas.

Una sociedad de difícil supervivencia

Otro aspecto en el que destaca el autor es su representación de la sociedad. A pesar de que Carrasco no lo deja claro, el niño decide huir hacia un destino en el que le esperan el hambre, la sed y muy probablemente la muerte. Y decide hacerlo porque vive en una sociedad en la que la violencia se aplica de una forma completamente impune, lo que hace que la víctima jamás pueda salir de una situación desesperada y solo le quede como recurso la escapatoria.

[quote]El niño había ejercido la violencia tal y como la había visto hacer siempre a quienes le rodeaban y ahora, como ellos, exigía su parte de impunidad.[/quote]

Aun así, Carrasco quiere dar la sensación de que todavía quedaban personas que todavía no habían perdido los escrúpulos. El chico se queda muy sorprendido con ciertas reacciones del pastor, que revelan unas decorosas reglas de comportamiento que parecían haberse perdido. De este modo, se deja entrever que la educación que ha recibido el chico, al igual que todos los de su época, no censuraba valores como la crueldad, la venganza y el ensañamiento.

Una gran propuesta que se queda en la superficie

Como hemos indicado anteriormente, la novela promete mucho debido a la destacada redacción de su autor, pero no logra enganchar al lector ni dejarle con el regusto de haberse leído la obra maestra que claman las críticas. El planteamiento es brillante, ya que Carrasco quiere resucitar un estilo que había dado grandes alegrías a la literatura española. Pero su cadencia, su excesivo espacio dedicado al contexto y su vocabulario hacen que sea un libro difícil para lectores noveles y un poco pesado para veteranos.

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