El manantial: entrevista a Alejandro Castroguer

Alejandro Castroguer lleva escribiendo toda su vida. Ha colaborado con relatos en las antologías «Tenebrae» y «Para mí  tu carne», ha coordinado la antología «Vintage’62: Marilyn y otros monstruos»,  y en 2010 Almuzara publicó su novela «La guerra de la doble muerte». Ahora, la editorial Dolmen nos ofrece «El manantial», un libro de una crudeza pocas veces vista en el panorama editorial español, una nueva muestra del talento de un autor que tiene mucho que contar y cuyos próximos trabajos estamos deseando poder leer. En esta entrevista, Castroguer nos habla de su obra pasada, presente y futura, mientras revive la intensa experiencia que resultó dar forma a su última novela publicada.

 

Una novela no apta para todos los públicos

Pregunta: Si no nos equivocamos, «El manantial» es la primera novela publicada en nuestro país con la advertencia «Mayores de 18 años: Contiene escenas de violencia extrema y sexo explícito». Ese aviso, ¿fue idea suya o vino sugerido/impuesto por la editorial?

Respuesta: Se lo sugerí personalmente al editor, que aceptó gustosamente al comprobar el demoledor contenido de la obra. Hay que tener presente que muchas de las novelas publicadas por Dolmen terminan en manos de adolescentes. Por lo tanto había que curarse en salud y advertir de esta circunstancia. Una obra de este calibre la necesitaba.

 P: En más de una ocasión nos ha sorprendido, al leer una novela de muertos vivientes, observar la tremenda crueldad de la que hacen gala los supervivientes, tanto frente a los zombis como frente a otros no infectados. En su libro, la violencia en ambos casos alcanza cotas de brutalidad como pocas veces se han visto en obras de autores españoles. ¿Llegó a pensar en algún momento que estaba yendo demasiado lejos?

R: Ciertamente lo pensé. Es más, hubo instantes en que sufrí agotamiento psicológico, deseoso de abreviar en lo posible el martirio de ciertos personajes. Sin embargo necesitaba que las escenas fuesen lo suficientemente explícitas y extensas como para que la novela tuviese la necesaria fuerza.

Eso sí, evité a toda costa el efectismo barato y vulgar de usar a niños como objeto de las torturas, violaciones y demás barbaridades. También deseché a los animales. De haber empleado a menores (o niños) en las escenas más descarnadas si que habría ido muy lejos. Pero creo que dibujan a los personajes y que eran necesarias… aunque sólo fuera para mostrar los verdaderos monstruos habitan en nuestras mentes.

 P: ¿Realmente no hubo ningún tipo de «censura» por parte de Jorge Iván Argiz?

R: Absolutamente ninguna. Él me dijo desde el principio: «tú mismo te autocensurarás cuando llegues hasta el borde del abismo». Así sucedió, como comentaba anteriormente, al prescindir de los niños y animales como sujetos pacientes de las salvajadas.

 P: «El manantial» es una novela extrema, no sólo por la violencia que ud. describe con tanta crudeza, sino por el detalle con el que presenta los encuentros sexuales entre los protagonistas (que llegan a prolongarse durante bastantes páginas). Por curiosidad, ¿qué le costó más escribir, las escenas violentas o las de sexo?

R: Sin duda alguna, las de violencia extrema. Sufrí mucho con una escena en concreto (no diré cuál), con una evangelización. Sin embargo, las de sexo, una vez superado el pudor inicial, se convirtieron en un juego.

P:  Llega un momento en el que las acciones de sus personajes hacen que los veamos como auténticos monstruos (sobre todo a uno de ellos). ¿Cree que, en una situación como la que viven Abel y Verona, todos acabaríamos actuando obedeciendo nuestros instintos más básicos, perdiendo en el proceso nuestra humanidad?

R: Sin duda. ¿Acaso alguien lo duda? No creo en la parte buena y generosa del hombre. En buena lógica se impondría la terrible, la egoísta. Hay videos en youtube que lo testimonian. Sólo hay que saber buscarlos.

Es más, vi 25 segundos de uno en que unos chicos rusos mataban a golpes a un hombre. Era terrible, y duraba casi 8 minutos. Y esto lo hacían sin padecer las calamidades que sufren Abel y Verona.

 

Referencias y referentes

P: En la novela hay dos elementos de gran importancia: el libro de relatos «Marcovaldo» de Italo Calvino, y la canción «The End» de The Doors. ¿Qué le llevó a hacer que ambos fueran parte fundamental de la historia?

R: Una cuestión de egoísmo. De una parte Marcovaldo me parece uno de los mejores libros de relatos de un gran maestro de la literatura que es Calvino. Una pequeña joya que se lee en un suspiro y que puede ser degustada en pequeñas dosis, como un buen vino.

Por otro lado la canción de The Doors, mi canción favorita del grupo, ejemplifica a la perfección con su tono elegíaco lo que sucede en este mundo irreal tras la Noche del Desastre.

Con ambas quería mostrar lo poco que queda, tras 15 años de barbarie, del arte anterior a la Enfermedad. De alguna manera es la parte más humana de los dos protagonistas, de Abel y Verona. Lo que los emparenta con nosotros como lectores.

P: Si bien la ubicación geográfica y temporal de la historia no se explicita, partiendo de determinados datos que aporta en la novela diríamos que tiene lugar a principios de los años ochenta, y nos podemos imaginar que transcurre en los Estados Unidos. ¿Tenía alguna idea predeterminada al escribir «El manantial»?

R: Esa imprecisión de la que habla ud. fue buscada. No hay arbitrariedad en la misma. En ningún momento fecho o localizo en un punto concreto el drama. Sin embargo, como comenta, leyendo atentamente el libro se puede deducir.

Lo que sí quiero dejar claro es que el escenario, el instituto, es real, salvo porque carece de segunda planta.  Se ubica en España, claro. Es más, fue el escenario de mis estudios. Lógicamente yo lo reconstruí para mi escenario.

P: En determinada escena onírica de «El manantial»  se homenajea el principio de «La noche de los muertos vivientes» de Romero, y sus zombis parecen claramente romerianos. ¿Qué opina de la variante «rápida» de zombis e infectados?

R: Me agrada que haya captado el homenaje a la célebre, mítica película de Romero. Una suerte de guiño al padre de los zombis caníbales y lentos.

La variante “rápida” -la de los infectados- me parece, además de un acierto, una cuestión de necesidad. Si no me equivoco la puso de moda la película “28 días después”. Y es que es difícil quitarse de la cabeza esa imagen de los infectados corriendo escaleras arriba o por el interior del túnel.

P: Abel y Verona se refieren a los muertos vivientes como «hambrientos», y también como «parados». ¿Nos equivocamos al pensar que se trata de una referencia a la obra de Carlos Sisí, o ese segundo apelativo surgió por otra razón?

R: Surgió de forma bien diferente. Me explico. En la novela de un amigo, Antonio Calzado, aún por publicar llamada “Bajo el cielo de cemento”, él llamaba a los parados precisamente, y con acierto, zombis. Así que yo hice el juego a la inversa. Curiosamente, como apunta, podría parecer un juego de palabras respecto de la novela de Sisí, pero no es así.

P: En la actualidad hay infinidad de libros disponibles del subgénero zombi en nuestro país. ¿Cuáles son sus obras preferidas, tanto de autores españoles como extranjeros?

R: De los más recientes señalaría “El cuarto jinete”, un modelo de novela clásica pero con la variante de zombis rápidos. De los más extraños apuntaré “Sherlock Holmes y los zombis de Camford”, una magnífica charada donde todo tiene más importancia que los muertos vivientes. Y de los autores más famosos subrayar la importancia de un novelista de la talla de Juan Ramón Biedma. Su “Antirresurrección” es una obra clave.

Entre los extranjeros destacaría, cómo no, “Guerra Mundial Z” de Max Brooks. Aunque ya he dicho en más de una ocasión que esta novela es más de geopolítica que de zombis.

 

Pasado, presente y futuro

P: Durante su juventud escribió nada menos que siete novelas, las cuales acabó destruyendo. ¿Se quedó de ellas alguna idea que haya reutilizado o piense reutilizar en el futuro?

R: La única que ha sobrevivido a la quema es “El bailarín de claqué”, que aún duerme a la espera de su momento. Es una novela negra ambientada en Málaga. Las demás, habitan mis recuerdos. Me sirvieron para aprender, pero ya es imposible que vean la luz editorial.

P: ¿Qué supone para ud. que su novela forme parte de la longeva y exitosa “Línea Z” de Dolmen?

R: De alguna manera era una cuestión de lógica, casi de justicia a lo largo del tiempo. No en vano “La Guerra de la Doble Muerte” (que fue publicada por Almuzara en 2010) estuvo en la órbita de Dolmen. Su interés por ella fue manifiesto. Ahora, año y medio después, hemos tenido la oportunidad de trabajar juntos. Y por mí, encantado de colaborar tanto con Dolmen como con Almuzara.

P: Si la novela tiene el éxito que creemos va a tener, ¿se plantearía escribir una continuación?

R: A priori no. La obra se cierra en sí misma, aunque se deja una mínima puerta abierta a una continuación que no me he planteado.

P: Tras «La guerra de la doble muerte» y «El manantial», ¿piensa seguir escribiendo sobre zombis, o tiene previsto cambiar de registro en su próxima novela?

R: Espero y deseo que el año que viene alguna editorial se atreva con “La Octava Noche”, un extraño híbrido entre una novela policíaca y una de ciencia ficción. Carece de terror, salvo por el detalle de los Usurpadores, que de alguna manera me recuerdan (aunque no tenga demasiado que ver) a los Durmientes de “La Guerra de la Doble Muerte”.

La novela en la que embarcado ahora mismo es una policíaca. Con ella, en contra de lo que me ha sucedido con “El Manantial”, me estoy divirtiendo de lo lindo.

P: Para terminar, no podemos evitar la pregunta del millón: ¿qué es, para usted, «El manantial»?

R: Jajaja, es una pregunta que, aun leyendo el libro, es difícil de responder. Yo tengo mi propia explicación, pero me gustaría dejar que cada lector elija la suya. Porque hay más de una, y si me apuras, más de dos.

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